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¿Le importan a alguien Trump y el "quid pro quo"?

Alexandra von Nahmen
21 de noviembre de 2019

Un testigo clave en el proceso de destitución de Donald Trump lanza graves cargos contra el mandatario. Pero a este, todo parece tenerlo sin cuidado. El día más importante del proceso, hasta hoy, resulta sintomático.

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USA Spickzettel für Donald Trump zur Ukraine Affäre
Imagen: Getty Images/M. Wilson

Cerca de las 9 de la mañana del miércoles, la noticia estallaba en Washington. Se hablaba de un testigo clave que caería como una bomba; de un corpus delicti que podría demostrar un supuesto abuso de poder por parte de Donald Trump. A esa hora, el testigo en las audiencias, Gordon D. Sonland, llegaba a Capitol Hill. Pero extractos de su declaración preliminar circulaban ya por internet.

El embajador estadounidense en la Unión Europea -y antiguamente uno de los donantes más generosos al hoy mandatario-, de hecho, fue directo al grano: sí, hubo un "quid pro quo” en el embrollo sobre Ucrania, declaró. Sonland y otros asesores -sobre todo el abogado personal de Trump, Rudy Giuliani- presionaron al Gobierno ucraniano porque así se los ordenó el presidente.

"Órdenes presidenciales”

Lo que quería Trump era una declaración pública: una en la cual Ucrania anunciaría que comenzaría a investigar al rival político de Trump, el antiguo vicepresidente Joe Biden. Sí, solo después de ello comenzarían a llegar los casi 400 millones de dólares de ayudas estadounidenses, y se produciría un encuentro entre Trump y el presidente ucraniano, en la Casa Blanca. Y si, el círculo cercano a Trump, que cuenta entre sus integrantes al secretario de Estado Pompeo, sabía de todo ello.

Era, de hecho, toda una bomba. Después de todo, Gordon D. Sonland no era cualquier diplomático, sino alguien quien donó un millón de dólares para financiar la ceremonia de toma de posesión de Trump. Uno que gozaba de la confianza del presidente. Tanto, que no dudó en llamar al mandatario desde su teléfono móvil, en público, mientras comía en la terraza de un restaurante en Kiev.

Gordon Sonland, embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea.
Gordon Sonland, embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea.Imagen: picture-alliance/AP Photo/A. Harnik

"Quid pro quo”

Ese fue el momento en el que todas las piezas del rompecabezas encajarían. El momento que debía llegar, pues nadie se imaginaba todo este asunto de otra manera: nadie en su sano juicio podía creer que Giuliano, Sonland y otros actuaron por cuenta propia.

Pero tres horas y media más tarde, la situación lucía totalmente distinta. Gordon D. Sonland afirmó que no se produjo ninguna conversación concreta en la cual Trump hubiera mencionado las supuestas condiciones para las ayudas a Ucrania. "¿Tiene algún documento o grabación que demuestre la existencia de dicha conversación?”, le preguntaron a Sonland los republicanos. "No, no recuerdo ninguno”, fue la respuesta.

Alivio para Trump

Donald Trump, como en casos anteriores, solo se encogió de hombros. En efecto, dijo: "No hubo quid pro quo”. ¿A quién puede sorprenderle? Este gobierno estadounidense no habla con evidencias, sino con "hechos alternativos”. En promedio, el presidente estadounidense dice o escribe 20 veces al día cosas que son confusas, distorsionadas, o de plano falsas. Sus subordinados en la Casa Blanca, el gabinete, el Congreso y los medios afines, no dudan en elaborar descabellados retruécanos, con tal de comprobar que su amo y señor de algún modo tiene la razón.

Alexandra von Nahmen dirige el estudio de DW en Washington
Alexandra von Nahmen dirige el estudio de DW en Washington

En cambio, los críticos, incluso aquellos que son considerados patriotas e imparciales, son atacados e insultados por Trump y sus simpatizantes, solo porque cuestionan al presidente. Por ejemplo, el diplomático de carrera Bill Taylor, que como embajador estadounidense en funciones en Kiev denunció las tropelías de Sondland y Giuliani. Taylor fue calificado como "burócrata” por las filas de Trump.

Fortalecido por el apoyo aparentemente incondicional de sus simpatizantes, el presidente estadounidense se refugia en esa seguridad, evidentemente convencido de que una vez más saldrá intacto. O quizá piensa que no es culpable de nada.

¿A quién le importa todo esto?

Si acaso los demócratas lograrán convencer a la opinión pública estadounidense de que este proceso de destitución es importante para su país, para la democracia y para su futuro, es algo que aún no está decidido. En una sociedad tan polarizada, muchas personas ven cada asunto y cada supuesto descubrimiento bajo el lente político-partidista.

Sí, la comparecencia dejó mal parado al presidente. Sí, la presión sobre él crece. Si él dio una orden directa a alguien de su entorno cercano en el embrollo ucraniano, es algo que tarde o temprano saldrá a la luz. La pregunta es si a los estadounidenses, en plena era Trump, todo esto aún les interesa.

(elm/cp)

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