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La candidatura de Putin complica el futuro de Rusia

26 de septiembre de 2011

Vladímir Putin volverá en 2012 al Kremlin como presidente: ello deja claro quién seguirá marcando el rumbo en el país, pero depara a Rusia un futuro más incierto que nunca. Un comentario de Ingo Mannteufel.

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El anunciado regreso del actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, al Kremlin el año próximo no es una sorpresa. En todos los escenarios proyectados para las próximas elecciones presidenciales y a la Duma se preveía que Putin iba a continuar siendo el “hombre fuerte” de Rusia.

Lo que asombra es que Putin se hiciera proclamar tan tempranamente como candidato para las elecciones presidenciales de marzo de 2012. Se contaba que la decisión no fuera dada a conocer sino en diciembre, para evitar que Medvédev tuviera que seguir en el cargo medio año más como un “pato cojo”, sin poder decidir nada. Pero también para ese problema se halló una solución: Medvédev hibernará los últimos meses en su cargo como primer candidato del partido político de Putin para las elecciones parlamentarias y simultáneamente como jefe de Gobierno designado del futuro presidente.

Medvédev: ¿sólo un comodín?

Con este enroque ruso, Putin demostró una vez más ser un verdadero maestro de la intriga política. Es imposible no pensar que ya lo había planeado en el 2008. Hace cuatro años no podía ser elegido de inmediato nuevamente presidente, debido a que lo veta la Constitución. Por lo tanto necesitaba a alguien que le guardara el lugar, mientras él mismo seguía detentando el poder como jefe de Gobierno. Putin le asignó ese papel a su amigo y fiel protegido Dmitri Medvédev, que luego de un periodo como regente cumplió su deber y puede retirarse.

Medvédev cumplió incluso muy bien su deber. La actual decisión demuestra cuán estrechos fueron sus márgenes de maniobra durante los últimos tres años. No obstante, con sus discursos y apariciones en público dejó la impresión de que no sólo aspiraba a una modernización tecnológica y económica, sino incluso a una cierta liberalización política. Si bien en la práctica los resultados fueron muy magros, Medvédev dejó traslucir la esperanza de que, si no hubiera tenido atadas las manos, habría acometido las reformas que el país necesita. Ello explica el deseo de más de un ruso de que Medvédev se desempeñe un segundo periodo como presidente.


Política sin sociedad

Pero ello demostró ser una ilusión. Prevalecieron las ansias de poder de Putin y seguramente también la presión ejercida por gran parte de la elite dirigente, que siempre desconfió de Medvédev. La red de poder tejida durante la última década en torno a la persona de Putin no sólo está ya estrechamente ligada al establishment político-burocrático ruso: los adláteres de Putin dirigen también las más importantes grandes empresas. Los críticos moderados de antaño hace tiempo que están integrados ya en la elite dirigente. 

Los políticos críticos con el sistema, en número relativamente modesto, son marginalizados en la opinión pública. Si bien la mayoría de los rusos, cansados de la política, entienden a qué se juega, no se atreven a cambiar nada en esta puesta en escena. Más teniendo en cuenta que nadie en Rusia cree que los enormes déficits del Estado de derecho y, sobre todo, la omnipresente corrupción, puedan ser corregidos con un par de sencillas reformas. En ese sentido, muchos críticos occidentales sobreestiman la capacidad de reforma de Rusia. 

Para los jóvenes y los profesionales cualificados, el retorno de Putin significa que poco va a cambiar en el sistema. Para ello, Medvédev era una pequeña última esperanza. Ahora, muchos emigrarán, como lo indican recientes encuestas.

Putin, ¿el modernizador?

La decisión a favor de Putin ha terminado con toda expectativa en la política rusa. Las elecciones presidenciales y parlamentarias están decididas ya de antemano. Pero el futuro de Rusia es más incierto que nunca. El país necesita sin duda una radical modernización económica y tecnológica. La sola exportación de energía y materias primas no asegura futuro alguno. También Putin lo sabe y lo dice. Es más, en las últimas semanas ha recurrido crecientemente a la retórica modernizadora de Medvédev.

Las palabras, sin embargo, no bastan. Una verdadera modernización puede llevarse a cabo sólo con una liberalización política, es decir, más competencia entre partidos políticos, más transparencia en la toma de decisiones y la creación de un Estado de derecho independiente y una administración moderna sin corrupción. Que justamente un presidente Putin lo pueda lograr en los próximos años es muy improbable. La razón: esos objetivos se oponen diametralmente al sistema creado por él mismo. La elite que se enriqueció y adquirió fuerza con el poder vertical de Putin es al mismo tiempo la que más frena la necesaria modernización. Se trata de un círculo vicioso del que es difícil escapar, más aún con el retorno de Putin, el fundador y garante del sistema actual, al máximo cargo oficial en Rusia.

Ingo Mannteufel
Ingo MannteufelImagen: DW

Autor: Ingo Mannteufel
Editor: Enrique López