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Kazuo Ishiguro, un autor clásico, pero no tradicional

Cristina Papaleo
5 de octubre de 2017

La decisión de la Academia Sueca de otorgar el Premio Nobel de Literatura a Kazuo Ishiguro parece ser un intento de revalorizar la narrativa clásica. Sin embargo, Ishiguro no es un autor “tradicional”.

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Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017.
Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017.Imagen: picture-alliance/AP/dpa/A. Grant

Silencio en un salón lleno de periodistas. Es la antesala al anuncio del Premio Nobel de Literatura 2017. Este Nobel ya venía dando mucho que hablar desde que en 2016 los dioses del Olimpo sueco posaron su dedo sobre el cantautor estadounidense Bob Dylan. "Asombro” no es una palabra que describa del todo lo que causó esa premiación en el mundo de las letras y también fuera de él.

Este jueves, 5 de octubre de 2017, la elección de la Academia Sueca de Letras se disparó en una dirección bien distinta. Una que parecería indicar un (re)conocimiento de la capacidad narrativa de una literatura más "clásica” al premiar a un autor como Kazuo Ishiguro. Este escritor británico nació en Nagasaki en 1954 y se mudó con sus padres a Inglaterra a los seis años. Estudió piano desde los cinco hasta los doce años. Más tarde, hizo una maestría en la Universidad de East Anglia y en la Universidad de Kent.

Comenzó su carrera escribiendo guiones para televisión y relatos cortos. Más tarde, una de sus novelas más japonesas, "Pálida luz de las colinas” (1988) lo acercó al público hispanohablante. "Los restos del día” – conocida por su versión fílmica "Lo que queda del día”, dirigida por James Ivory y protagonizada por Emma Thompson y Anthony Hopkins- lo hicieron acreedor al Premio Booker (1989). En ella, el escritor explora las relaciones de poder en el seno de la sociedad inglesa tradicional del siglo pasado. No es un escritor prolífico, pero su producción, como en el caso de "Un artista en el mundo flotante” o "Nunca me abandones”, le ha valido una seguidilla de premios, entre ellos, el Whitbread Literary Award, un galardón no solo al mérito literario, sino también a obras consideradas de "lectura amena”.

Anthony Hopkins y Emma Thompson en "Lo que queda del día".
Anthony Hopkins y Emma Thompson en "Lo que queda del día".Imagen: Sony Pictures Home Entertainment

Historias claras, personajes vulnerables

Las herramientas literarias de Ishiguro, sus personajes apenas esbozados y sus historias de líneas claras y simples, muy comunes en la literatura japonesa, dejan al lector la posibilidad de identificarse con la vulnerabilidad de esos antihéroes, con sus impedimentos emocionales y sus represiones, que los vuelve más cercanos por sus fracasos que por sus logros. Pero el elemento narrativo clave es su manejo del pasado, que no deja de pisarles los talones a los protagonistas. "Es un novelista brillante, explora el pasado, y en el pasado, trabaja sobre lo que hay que olvidar para sobrevivir”, dijo hoy Sara Danius, la secretaria permanente de la Academia Sueca al referirse a Ishiguro.

La memoria tiende a idealizar lo vivido, y, al mismo tiempo, a veces es necesario hacerlo, u olvidar, que es otra forma de eludir, para poder sobrevivir. Los personajes de Ishiguro buscan a menudo reconstruir un pasado, como en "El gigante enterrado”, novela de aventuras en la que un matrimonio de ancianos emprende un largo viaje para intentar rearmar el rompecabezas de su vida en pareja, en una Inglaterra sombría y medieval, con caballeros, rocinantes y dragones. "Todos los países tienen gigantes enterrados”, dijo Kazuo Ishiguro en entrevista con El País, "y pasa lo mismo en una familia o en una pareja”.

Buchcover The Buried Giant
Imagen: Faber & Faber

Realismo maravilloso, Kafka y Proust

Mucho se ha discutido si parte de la literatura de Ishiguro es fantástica o de ciencia ficción. Él mismo dice que no tiene idea, y que esas son "categorías artificiales”. Según la Academia Sueca, el británico es "una mezcla de Jane Austen y Kafka con una pizca de Proust". Tal vez su trabajo con figuras que parecen no ser conscientes de su destino al dejar las decisiones en manos de otros, solo pretenda colocarnos un espejo en el que mirar nuestra fragilidad, más que ofrecernos una moraleja. Y su aproximación al realismo maravilloso en varios de sus libros, con elementos sobrenaturales que luego atenúa, no sea más que un enunciado de la esperanza por la supervivencia del amor, a pesar de la tristeza de la existencia.

El factor humano, la "fuerza emocional” de la que habló hoy la Academia, es lo que parece haber determinado la decisión de otorgarle el Premio Nobel. Una decisión, una vez más, inesperada, ya que Ishiguro no figuraba en listas de apuestas como Ladbrokes o Nicer Odds. La balanza se inclinaba hacia autores con un claro activismo político por los derechos humanos, como el keniano Ngũgĩ wa Thiong'o o la canadiense Margaret Atwood, e incluso hacia un autor como el japonés Haruki Murakami, un gran éxito de ventas. Al presentar su novela "Cuando fuimos huérfanos”, en 2001, Ishiguro dijo: "La memoria es el filtro a través del que creamos la historia sobre nosotros mismos”. El reconocimiento a la obra de este novelista parece intentar reavivar el interés por una literatura que permita volver a creer en la fuerza de la narración y en el valor de la memoria individual y colectiva.

Autora: Cristina Papaleo (EL)