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Jacques Chirac: el último paladín de la élite francesa

Andreas Noll
26 de septiembre de 2019

Junto con el canciller Schröder, se negó a respaldar la guerra de Estados Unidos en Irak; fracasó con su propuesta de introducir una Constitución europea y el poder judicial lo condenó. Chirac murió a la edad de 86 años.

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Merkel con Jacques Chirac.
Imagen: Reuters/K. Pfaffenbach

Durante más de 40 años, Jacques René Chirac estuvo en el escenario político. Su carrera comenzó en 1962. Después de graduarse de las dos universidades de élite Po y ENA. A los 30 años fue funcionario del gobierno del primer ministro Pompidou. Luego, bajo la presidencia de Valery Giscard d'Estaing, llegó a ser primer ministro, durante dos años. A la edad de 49 años, quiso ser presidente pero fue derrotado por el socialista François Mitterrand tanto en 1981 como en 1988.

Presidente en el tercer intento

Chirac, que nació en París el 29 de noviembre de 1932, vivió la mayor parte del tiempo en la rural Corrèze. Pero su base de poder era la capital. Aquí estudió y fundó en la década de los 70 el "Rassemblement pour la République" (RPR) su propio movimiento gaullista. Chirac fue elegido alcalde de Paren 1977.

En París subió su estrella, y en París también cayó. Fue alcalde de París (1977-1995) y presidente de la República Francesa (1995-2007). Pero ya  con sus primeras decisiones como jefe de Estado generó una feroz resistencia. Había prometido "curar de la división a la sociedad francesa”, pero una vez en el Palacio del Elíseo, puso al pueblo contra él. Sus planes de reformas sociales provocaron serias luchas sociales. Y Chirac, como siempre, se fue retractando poco a poco.

En la capital, Chirac sufrió la peor humillación de su carrera. En 2011, cuando perdió su inmunidad como expresidente, un tribunal de París lo condenó a una sentencia suspendida de dos años por "malversación de fondos, abuso de poder y tráfico de influencias". Este fue el primer caso penal en la historia de la República Francesa contra un antiguo presidente. Durante el proceso se cuestionó duramente su administración como alcalde de París durante 18 años.

"Sí” a pruebas atómicas en Muroroa, "no” a la Guerra de Irak

Chirac tuvo más éxito en asuntos exteriores que en los domésticos. Pero  su presidencia comenzó con irritaciones: el anuncio de nuevas pruebas nucleares en el atolón de Mururoa causó severas protestas internacionales. El canciller alemán, Helmut Kohl, se enfureció por no haber sido informado por Chirac. El sucesor socialdemócrata de Kohl, Gerhard Schröder, tuvo recelos iniciales frente a Chirac, pero su frente común contra la Guerra de Irak los acercó en su desafío al presidente estadounidense George W. Bush.

En 2003, Chirac estaba en la cima de su popularidad. Pero su nueva victoria electoral, unos meses antes, se la debía, sobre todo, al hecho de que el ultraderechista Jean-Marie Le Pen había llegado a la segunda vuelta. También durante su segundo mandato, su instinto político dejó mucho que desear. El presidente proeuropeo ordenó un plebiscito sobre un proyecto de Constitución europea que fracasó. Sus últimos dos años de mandato estuvieron acompañados de graves disturbios en los suburbios.

Los franceses comenzaron a extrañarlo cuando lo habían perdido

Después de que su sucesor, Nicolas Sarkozy, llegó al Palacio del Elíseo en 2007, la percepción de su persona cambió. Hastiados del obsesivo monetarista e hiperactivo Sarkozy, muchos empezaron a añorar al fino caballero Chirac,  amante del arte asiático, y quien con su cercanía a la gente había conquistado el corazón de los franceses.

Después de doce años en la presidencia, Chirac dejó atrás una montaña de reformas sociales sin resolver, pero había sentado las bases para decisiones importantes, como la abolición del servicio militar obligatorio, la formación de una armada fuerte, así como la prohibición del velo islámico en escuelas y universidades estatales.

Por último, Chirac fue alabado, dentro y fuera de Francia, por haber sido el primer líder francés en reconocer abiertamente la participación de Francia en la persecución y asesinato de judíos franceses durante la ocupación nazi. Este legado histórico sobrevivirá a su presidencia.

(jov/er)

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