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Honduras contrarreloj

6 de noviembre de 2009

En eso se ha convertido la búsqueda de una solución para la crisis política que vive Honduras desde hace casi 5 meses y que se ha visto agravada por la falta de disposición para el diálogo de las partes en discordia.

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Roberto Micheletti, presidente interino de Honduras.Imagen: AP

Este jueves (05.11.2009), apenas una semana después de haber establecido un pacto con el derrocado presidente del país centroamericano, Manuel “Mel” Zelaya, el jefe del Gobierno de facto, Roberto Micheletti, conformó un gabinete de unidad nacional sin incluirlo, un gesto con el que pareciera haber incumplido con su parte del acuerdo.

Micheletti asegura que la constitución de ese “gobierno de reconciliación”, que reúne a las más diversas facciones de la escena política hondureña, se desarrolló exitosamente a pesar de que Zelaya no envió la lista con sus representantes. Zelaya, por su parte, sostiene que la decisión del Congreso sobre su restitución como presidente de Honduras - el punto central del acuerdo suscrito el viernes 30 de octubre - debía preceder la formación de ese gabinete de unidad nacional.

Carrera contra el tiempo

La falta de transparencia y de confianza mutua entre los grupos enfrentados sigue siendo uno de los factores que más dificultan la conclusión de esta crisis. Jorge Reina, vocero de Zelaya, acaba de anunciar que el presidente depuesto no reconocerá los resultados de las elecciones presidenciales del 29 de noviembre. Y, si el Congreso Nacional decide en contra de reconocer a Zelaya como jefe de Estado, lo más probable es que la comunidad internacional tampoco envíe observadores calificados para supervisar el desarrollo de esos comicios ni validar sus resultados.

El factor tiempo le agrega una buena dosis de drama a la situación política hondureña: la constitución de ese país establece que el ganador de las elecciones presidenciales debe asumir su cargo en el mes de enero y en ningún otro momento. Así, el retraso de los comicios o la puesta en duda de sus resultados puede alterar un cronograma que juega un papel nada trivial en el sistema democrático hondureño.

Dimes y diretes

“Micheletti ha conformado un ‘Gobierno de reconciliación’ sin esperar a que se decida si Zelaya volverá a ocupar el cargo de Presidente o no. Esa es una provocación”, sostiene Peter Peetz, investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos del German Institute of Global and Area Studies (GIGA) en Hamburgo, y conocedor del desarrollo político centroamericano, haciendo énfasis en que el retorno de Zelaya al poder sigue siendo posible; todo depende del veredicto del Congreso Nacional hondureño.

“Zelaya se queja con razón porque los partidarios de Micheletti, entre los que se encuentra la mayoría de los parlamentarios, están dándole largas a este proceso y ganando tiempo a favor del presidente de facto; pero él todavía tiene chance de recuperar su cargo. Lo mejor para Honduras es que se tome una decisión lo antes posible porque de eso depende que la crisis institucional, que trae consigo negativas secuelas sociales, políticas y económicas, llegue a su fin”, agrega el experto.

Un caso digno de atención

Un jefe de Estado elegido democráticamente puede deslegitimarse a sí mismo en el transcurso de su mandato; de eso no cabe duda. Lo que sigue representando un reto para la comunidad internacional es cómo mediar en los conflictos internos de países sumidos en crisis políticas generadas por mandatarios que atentan contra el sistema democrático, bien sea asumiendo un talante autoritario tras llegar al poder, rompiendo el orden constitucional arbitrariamente o enmendando la Carta Magna en formas que debilitan las instituciones estatales.

Prueba de ello es la coyuntura que atraviesa Honduras desde que su presidente, Manuel “Mel” Zelaya, fuera derrocado por militares el 28 de junio de este año y la escasez de soluciones aplicables propuestas por las naciones y organizaciones internacionales que han intentado fungir de mediadores entre Zelaya, sus partidarios y el Gobierno de facto, liderado por Roberto Micheletti. Zelaya fue removido de su cargo con apoyo de las principales instancias del Estado, acusado de promover ilegalmente una serie de consultas populares con miras a reformar la constitución, hacer posible la reelección presidencial y perpetuarse en el poder.

Un desenlace difícil de pronosticar

“Cuando los representantes de Zelaya y Micheletti firmaron el acuerdo este viernes 30 de octubre, yo dejé de ver la reinstauración de Zelaya como presidente de Honduras como un peligro para la institucionalidad democrática del país, porque en ese acuerdo se estableció muy claramente que él tendría la posibilidad de regresar a su cargo, si el Parlamento así lo decidiera, pero siempre bajo la condición de que se abstenga de sabotear las elecciones presidenciales del 29 de noviembre y de promover la enmienda constitucional para hacer posible su reelección”, afirma Peetz.

“Además, se creó una comisión integrada por dos funcionarios extranjeros y dos hondureños –un partidario de Zelaya y uno de Micheletti– para que garantizaran el cumplimiento de que ese acuerdo”, agrega el investigador. “Pero hoy, Zelaya ha descrito el acuerdo con Micheletti como ‘letra muerte’. En teoría, eso significa que, si el Congreso reinstaura a Zelaya como presidente, él podría ignorar lo establecido en ese acuerdo alegando que Micheletti fue el primero en romper el pacto al conformar el gobierno de unidad nacional sin él. Lo que ocurrirá en Honduras de aquí en adelante sigue siendo muy difícil de pronosticar”, explica Peetz.

Autor: Evan Romero-Castillo

Editor: José Ospina-Valencia