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Hilando fino: Bielefeld

mb30 de marzo de 2006

Por mucho que se esconda en la densidad del bosque que la circunda, Bielefeld es una ciudad moderna, de mentes que hilan fino. Más de 325.000 de habitantes la colocan entre las 20 ciudades más grandes de Alemania.

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El monumento al héroe que todo escolar alemán debe conocer.Imagen: Landesverband Lippe

Antaño los habitantes de Bielefeld hilaban un lino, que era apreciado en países lejanos como Inglaterra, Escandinavia e incluso en América del Norte. Ricos se volvieron los comerciantes nativos de un poblado enclavado en la sierra Mittelgebirge. Los hilanderos comenzaron su tradición al tiempo que el Conde de Ravensberg fundaba la ciudad, en 1214. A finales del siglo XVI, los trabajos manuales caseros como tejer e hilar se convirtieron en un oficio.

La confección de Bielefeld

Deutschland Kultur Stadttheater in Bielefeld
El teatro de BielefeldImagen: picture-alliance/ dpa

El hilo del cual pendía la prosperidad de Bielefeld se quebró temporalmente con el inicio de la industrialización y la competitividad de las nuevas y económicas telas de algodón. A los habitantes de Bielefeld no les quedó más remedio que adaptarse. Y surgió un sinnúmero de fábricas. En la hilandería de Ravensberg -tiempo más tarde, una de las más importantes de Europa- se empezó a hilar el lino de los alrededores con la ayuda de máquinas. Puesto que nada impedía trabajarlo, se instaló una tejedora mecánica. Entonces, la "gente bien" vestía "confecciones de Bielefeld".

Fábricas y estudiantes

Para las fábricas se precisan máquinas, y puesto que tampoco había impedimento alguno para fabricarlas in situ, se dio comienzo a la construcción de máquinas. Hoy en día, Bielefeld ostenta la impronta de sus marcas de ropa, su industria textil y su maquinaria. No obstante, la fama actual le viene de su universidad, que ha emprendido nuevos caminos en la investigación y la enseñanza. La universidad goza de una excelente reputación y para algunas carreras es, supuestamente, la mejor de Alemania.

En la actualidad

Algunos edificios de la ciudad dan testimonio de la prosperidad de otrora. El paseo por la zona peatonal del casco viejo lleva automáticamente a la antigua plaza del mercado, por la cual deambula todo turista mientras escucha las campanas de la antigua iglesia de San Nicolás. Pero en las fiestas, el público se arremolina en el mercado de tejedores. No lejos de ahí se encuentra la Rudolf-Oetker-Halle, una sala de conciertos que estuvo, debido a su magistral acústica, entre las 10 mejores del mundo.

El bosque desde lo alto de la ciudad

Todos aquellos que se sometan a la tortura de ascender por las empinadas calles al símbolo de la ciudad -el castillo de Sparrenburg- se verán recompensados por una maravillosa vista sobre la ciudad rodeada por un tupido bosque: el bosque de Teutoburgo, donde tuvo lugar, en el año 9 de la era cristiana, la famosa batalla entre las 3 legiones del romano Varo contra las huestes germánicas de Arminio o Hermann, personaje que probablemente haya dado la base histórica para el Sigfrido de los Nibelungos. Sobre un zócalo de ladrillo se alza en cobre el señor de la guerra empuñando su espada hacia el cielo. En pleno bosque se encuentran también las Externsteine, unas escarpadas rocas arenosas de extraña formación, que se utilizaban en rituales paganos antes de convertirse en un lugar de peregrinación cristiana.

Sparrenburg das Wahrzeichen von Bielefeld
Torre del castillo Sparrenburg, en BielefeldImagen: dpa

Sparrenburg

tiene aún más que ofrecer, por ejemplo tres días anuales de gran animación, que se inician con tambores, gritos y cantos desde lo alto de la montaña del castillo. Los visitantes son trasladados a la más profunda edad media. Al pie de la torre los buhoneros ofrecen sus mercaderías, bufones y pícaros divierten al pueblo con sus burlas, los juglares convidan al baile y los herreros sudan sobre el fuego donde forjan el hierro al rojo vivo. Quien disponga de unas pocas monedas en su talega hará bien en dilapidarlos en una buena comilona a la usanza medieval.

La casa de Dios

Horst Fuhrmann - Einladung ins Mittelalter

A finales del siglo XIX, un teólogo evangélico de noble raigambre, Friedrich von Bodelschwingh, decidió dedicar su vida a los pobres y a predicar. Después de ser pastor de la soldadesca en las guerra decimonónicas, se asentó en un pueblo cerca de Bielefeld: Bethel palabra hebrea que significa la casa de Dios. Tomó a su cargo una pequeña institución benéfica que luego con su ingenio y energía convirtió en un asilo para epilépticos. El concepto de este sanatorio, que es como un pequeño pueblo, se difundió rápidamente por el mundo: la base terapéutica es el trabajo adecuado al enfermo. El hijo de su fundador creó un centro de investigación de la epilepsia y se encargó de propagar el método.