Diana Sierra era una exitosa diseñadora. Sin embargo, notaba que los productos de las multinacionales para las que trabajaba no eran buenos para el ambiente. Y que estaba traicionando sus convicciones de vivir generando el menor impacto posible en el planeta. En la Universidad de Columbia asistió a una clase que impartía Jeffrey Sachs, un reconocido profesor de Economía y Desarrollo Sostenible. Escuchó hablar de la mortalidad infantil a causa de inhalación de gases tóxicos, cuando las madres cargan a sus bebés a la espalda mientras cocinan, o por falta de agua limpia, o quemaduras a raíz del uso de lámparas de kerosene. Y llegó a la conclusión de que era necesario diseñar productos al alcance de la población de los países más pobres. Durante su maestría en Uganda entendió por qué las niñas dejaban de ir a la escuela con la primera menstruación. Hoy trabaja desde Mozambique para que niñas y mujeres "accedan a oportunidades sin que la biología de su cuerpo sea su propia barrera”.