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Franz Liszt, compositor extraordinario

21 de octubre de 2011

El 22 de octubre de 2011 se festeja el bicentenario del nacimiento de Franz Liszt, pianista virtuoso al que ni sus contemporáneos ni la posteridad otorgaron su verdadero valor como compositor.

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Retrato de Franz Liszt
Retrato de Franz Liszt

A finales de 1886, Franz Liszt viajó a Bayreuth, tras recibir una invitación de su hija Cósima, para asistir a las representaciones de Parsifal y Tristán e Isolda, todo un maratón de música para un anciano acatarrado. En medio del fragor wagneriano, lo que empezó siendo tos, acabó convirtiéndose en pulmonía, y hubo de permanecer en cama en una casa situada justo enfrente de Wahnfried, la villa de los Wagner. Así comenzó la agonía del compositor y más grande pianista de su época.

Su hija Cósima apenas tenía tiempo para él. Le hacía llegar chuletas que el enfermo no estaba en condiciones de masticar. Su tataranieta, Nike Wagner, dice: “Fue sencillamente mala suerte haberse ido a morir en Bayreuth. Tendría que haber fallecido en Weimar, Budapest o Roma. En los dominios de su yerno, Richard Wagner, es difícil que se rinda debido tributo a Liszt. Una lástima”.

Después sobrevino la crisis. En algún momento cayó en coma y el 31 de julio a las 23.15 falleció. La noticia de su muerte no se divulgó rápidamente, pues primero había que festejar la clausura del Festival. Sus biógrafos ofrecen amplia información sobre el triste final del maestro, no así de sus primeros años. Nació el 22 de octubre de 1811 en la ciudad de Raiding, que entonces pertenecía a Hungría, aunque la lengua oficial era el alemán. Sus antepasados paternos eran también germanos, húngaros los de la madre. En su modesta casa natal, dos placas recuerdan al maestro, una en húngaro y otra en alemán.

Probablemente, él no se consideraba ni húngaro ni alemán, sino francés. Era un cosmopolita, un hombre europeo. También un hombre inquieto, que viajaba constantemente entre París, Roma, Budapest y Weimar. No fue un niño prodigio. Su padre le obligó a que estudiara. Y aquello funcionó. Nike Wagner opina que “no podemos especular sobre si el padre de Liszt fue un segundo Leopold Mozart. Probablemente fue alguien que deseaba que su hijo realizara todo aquello que no pudo llevar a cabo él mismo. Aunque el pequeño Franz era un muchacho débil, cumplió con todas las obligaciones que su padre le impuso.”

Liszt en 1869
Liszt en 1869Imagen: picture-alliance/dpa

Como pianista, Liszt conquistó el mundo. Junto con Paganini, el increíble violinista del que se decía que había pactado con el diablo –e incluso que era el mismo diablo en forma de músico-, Liszt podría considerarse una especie de estrella del pop de nuestro tiempo. Tuvo romances escandalosos, excesos con el alcohol y el público se volvía histérico durante sus actuaciones. París fue el centro de su existencia, el lugar del que trató de escapar en mitad de su vida, cuando se encontraba cansado de la excesiva estimulación. A finales de la década de 1840, ocupó el puesto de maestro de capilla en Weimar. Más adelante, se retiró a un espartano apartamento del monasterio Virgen del Rosario de Roma. Pero la paz nunca acabó de llegar.

Hay obras muy célebres de Liszt, como su Sueño de amor, las Rapsodias Húngaras, o la monumental Sonata en Si menor. El compositor dijo una vez que quería sembrar la semilla de su arte en el futuro y, probablemente, sea el músico más avanzado de su tiempo. “Todos somos sus discípulos”, dijo Arnold Schönberg, el compositor austríaco, en una ocasión. En el año de su bicentenario, los melómanos tienen ocasión de conocer partituras menos habituales del Liszt. Quizá para ello sirva esta celebración: para descubrir al extraordinario compositor que fue, además de virtuoso pianista.

Autores: Anastassia Boutsko/Holger Nolte/MS
Editor: Pablo Kummetz