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Francia: un doloroso despertar

Gerard Foussier25 de enero de 2005

En Francia, cada 8 de mayo es motivo de grandes celebraciones conmemorando la victoria sobre la Alemania de Hitler.

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Henri Philippe Petain: el gobierno de Vichy.Imagen: AP


En cambio pocos quieren acordarse del propio régimen de Vichy, que colaboró con los nazis.

Francia tiene tres festivos nacionales: el 14 de julio se celebra la Revolución Francesa y la toma de las Bastilla, el 11 de noviembre la capitulación alemana en la Primera Guerra Mundial y el 8 de mayo el fin de la II Guerra Mundial.

Las intenciones del Presidente francés Valéry Giscard d’Estaing eran buenas, cuando en 1975 decidió eliminar el 8 de mayo como festivo nacional, en aras de una reconciliación con Alemania.

Aunque así revalorizó el significado del final de la I Guerra Mundial (11 de noviembre de 1918), provocó gran conmoción entre los veteranos y miembros de la Resistencia que lucharon en la II Guerra Mundial.

Muchos no querían dejar de celebrar la segunda capitulación alemana del siglo XX. El Presidente tuvo que dar marcha atrás y anular su decisión.

Un sabor amargo

Pero no se trata sólo de la recuperación de la libertad, la derrota del fascismo o el final de una cruel guerra mundial, que se conmemoran ese día con ofrendas florales, grandes discursos y desfiles militares. Asimismo se rinde homenaje a la buena conciencia de un país que no pudo liberarse por su propia fuerza.

Por más pompa que se despliegue cada 8 de mayo, esa fecha tiene un sabor amargo en el subconsciente colectivo francés. En mayo de 1940 el ejército alemán comenzó la ocupación de Francia.

Pocas semanas después se disolvió la Tercera República y la Convención Nacional de París traspasó su poder al anciano Mariscal Philippe Pétain, quien instaló de inmediato un nuevo gobierno en Vichy y comenzó una política de colaboración con la Alemania de Hitler.

Débil y sin poder

La ocupación alemana y la liberación de las ciudades francesas por las tropas aliadas, después del desembarco en Normandía en junio de 1944, dejaron al descubierto las debilidades de Francia, y relativizaron al mismo tiempo la importancia de la Resistencia.

No fue sino después de un llamamiento del general de Gaulle desde Londres que se formaron grupos aislados de combatientes, que apoyaron a los aliados y a los grupos exiliados en la reconquista del país.

Después de 1945 Alemania vivió acosada por el temor de volver a ser tan fuerte y peligrosa como bajo Hitler. Francia, en cambio, hizo todo para no volver a ser tan débil como en 1940.

Para la “Grande Nation” –término, por cierto, acuñado por el semanario alemán “Der Spiegel”-- el 8 de mayo marca el inicio de una nueva autoestima, que hizo historia bajo Juana de Arco y Napoleón, aunque fue interrumpida bajo Pétain.

La inercia hacia actos que enaltecen el prestigio nacional, que hoy despiertan en muchos una sonrisa, es una consecuencia directa de esa debilidad histórica, que terminó el 8 de mayo.

De Gaulle

Francia no estaba en la mesa en la que Roosevelt, Churchill y Stalin decidieron el nuevo orden mundial. Las derrotas galas en Indochina, las dificultades internas que contrastaron con los años del milagro económico alemán y la Guerra de Argel, demostraban que Francia había perdido su poder en el mundo.

Recién con el regreso del general de Gaulle en 1958 se inició el ansiado repunte. Francia se convirtió en una potencia nuclear, las colonias africanas pudieron independizarse y el final de la heredada enemistad con Alemania quedó sellado con una obra de reconciliación bilateral hasta ahora única.

Para Francia, el 8 de mayo representó un doloroso y lento despertar de una parálisis y la esperanza de un nuevo “grandeur”. Así, aun hoy algunas actuaciones orgullosas y llenas de autoestima de París, independientemente de su color político, pueden explicarse a partir del 8 de mayo de 1945.