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"Enfrentar la realidad"

7 de marzo de 2012

Los resultados de las elecciones primarias en EE. UU. animaron a los cuatro candidatos republicanos a seguir en carrera. Pero, según Christina Bergman, es tiempo de desensillar, ya que es obvio quién será el ganador.

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Luego de los resultados del Súper Martes en las primarias estadounidenses, el Partido Republicano de EE. UU. está, oficialmente, muy lejos aún de nominar a su candidato presidencial, principalmente debido a que sus candidatos son poco convincentes y a un peculiar proceso de toma de decisiones.

Ninguno de los candidatos logró convencer verdaderamente al electorado en el Super Tuesday, en el que se vota en diez estados. Mitt Romney, sin embargo, va a la cabeza, a pesar de que todavía no llega a entusiasmar al electorado conservador. Su victoria en Ohio fue demasiado estrecha como para colocarlo en una posición confortable. Previamente, peleó duro para conquistar los votos de su estado natal, Michigan, y ganó la batalla a último minuto en Florida gracias a una masiva campaña publicitaria, lo que no es justamente una actuación sobresaliente.

Rick Santorum es el candidato que cuenta con el apoyo popular, al menos entre los republicanos más conservadores. Pero falló como organizador. En Virginia, el estado que lo vio nacer y donde vivió durante muchos años, no figuraba en la lista de candidatos porque omitió cumplir con los requisitos necesarios. Y tampoco logró calificar para los votos de 18 delegados en Ohio por una razón similar, lo cual no es una buena tarjeta de visita para alguien que aspira a ocupar el cargo del hombre más poderoso del mundo.

Segundones empecinados y reglas poco comunes

Ya se votó en casi la mitad de los estados, y Newt Gingrich ganó sólo en dos de ellos. Hace falta mucha autocomplacencia para autodenominarse como el mejor candidato y continuar en carrera con semejante resultado. Gingrich beneficiaría más a su partido si tirase la toalla.

Christina Bergmann, corresponsal de DW en Washington.
Christina Bergmann, corresponsal de DW en Washington.Imagen: DW

Las encuestas demuestran que, de los cuatro candidatos republicanos, él es el que menos posibilidades tiene de competir con Obama. Y Ron Paul, que hasta ahora no ganó en un solo estado, admite abiertamente que la posibilidad de que sea nominado es mínima. Sin embargo, sigue en carrera, prolongando el espectáculo y desperdiciando los votos de quienes lo respaldan.

El mismo proceso electoral, de características inusuales, refuerza la incertidumbre. La corrección de los resultados oficiales –como sucedió en Iowa debido a votos no contabilizados por error- no sorprende si se tiene en cuenta la informalidad con que se lleva a cabo el procedimiento. Las pequeñas boletas se tiran dentro de cajas abiertas, a veces sin supervisión alguna. En Idaho, los votantes tiran una moneda dentro de baldes etiquetados con los nombre de los candidatos. Está demás decir que, tratándose de la elección del candidato que competirá por el cargo máximo del país, se esperan estándares electorales más estrictos.

La decisión la toman los conservadores

La mayoría del electorado no puede decidir acerca de los candidatos, y, si lo hace, ya no sirve de nada. Debido a que los resultados en cada estado se publican de inmediato, algunos candidatos abandonan antes de que la carrera haya comenzado. Ya ha tirado la toalla la mitad de los competidores, lo que no significa que Rick Perry, Herman Cain o Michelle Bachman hayan sido una mejor alternativa que los que quedaron de pie. Pero hay otros candidatos competentes que ni siquiera se presentaron, seguramente disuadidos por el mismo proceso electoral, que contribuyó a dejarlos afuera.

Lo que no deberían olvidar los republicanos es que el sentido de todo esto es hallar al candidato que posea las mejores chances de vencer al presidente Barack Obama en las elecciones de noviembre. Pero el proceso se prolonga porque, en algunos estados, la decisión es tomada por un pequeña parte del electorado.

En Ohio, por ejemplo, más de la mitad de los votos pueden atribuirse al ala conservadora cristiana, lo cual les otorga una influencia desproporcionada. Sólo representan de un 15 a un 20 por ciento del electorado republicano real durante las presidenciales de noviembre.

Es tiempo de enfrentar la realidad

Es por eso que el resultado en Ohio puede interpretarse de la siguiente manera: Mitt Romney logró ganar a muchos conservadores cristianos, lo cual es todo un éxito. Además, obtuvo una clara mayoría de votos de delegados. Ya cuenta, en total, con más del doble de votos que Rick Santorum, que quedó segundo y no podrá recuperarse.

Los republicanos deberían enfrentar el hecho de que Mitt Romney, el exgobernador de Massachusetts, cuenta con las mejores perspectivas de salir vencedor en los comicios generales. Y que esas posibilidades no aumentarán si el proceso se sigue prolongando. Si quieren candidatos competentes, que apelen tanto a la razón como al corazón del electorado, la próxima vez deberán asegurarse de que puedan entrar en carrera y no se vean forzados a abandonarla en un estadio temprano. De todos modos, en lo que respecta al 2012, ya es demasiado tarde.

Autora: Christina Bergmann/ Cristina Papaleo
Editor: Enrique López