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El cuento del derrumbe de la UE en la crisis del coronavirus

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Zoran Arbutina
14 de mayo de 2020

La pandemia del coronavirus ha sumido a la UE en una verdadera crisis. Se dice que la falta de solidaridad del norte podría incluso acabar con ella. Pero las cosas no llegarán tan lejos, a juicio de Zoran Arbutina.

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Symbolbild Eurobonds
Imagen: picture alliance/dpa/Bildagentur-online/HRI-McPhoto

Desde hace semanas algunos hablan del peligro de que la Unión Europea (UE) fracase. Se dice que ahora que las economías de todos los países del club están magulladas seriamente por la crisis del coronavirus, se requiere una respuesta conjunta de política financiera. La palabra mágica es solidaridad. Y su forma concreta lleva el nombre de "coronabonos". Es la vieja idea de los eurobonos, rebautizada y adaptada a la situación.

Se demanda que los países ricos del norte se muestren solidarios con el sur, menos próspero, y que para reactivar sus economías se apruebe una colectivización de las deudas. Se vaticina, de lo contrario, un "peligro mortal" para la UE, el desgarro de la eurozona u otros desastres.

No es la primera crisis

No es la primera vez que se diagnostica un peligro de desmembramiento de la UE. Ocurrió ya con la crisis de los refugiados (20152016) y la crisis de la deuda (2008/2009). Y siempre se exhortó a la solidaridad. Solidaridad que no se cuenta entre los elementos constitutivos de la UE.

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Ya en el germen de la integración europea, en la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, fundada en 1950, la cooperación económica era el punto central. El supraobjetivo de entonces: asegurar una paz duradera en Europa mediante un masivo rearme, para lo cual también se requerían los recursos del antiguo contendor bélico, Alemania. Se colocó entonces a las industrias del carbón y el acero de los participantes bajo un control conjunto. La lógica era que quienes dependen mutuamente para la producción y comercian entre sí, no se pueden enfrentar militarmente.

Todas las posteriores profundizaciones y ampliaciones de esta comunidad se guiaron por ese espíritu. Siempre se trató en primera línea de facilitar el intercambio económico y comercial, establecer reglas comunes y asegurar la libre circulación de bienes, servicios, personas y capital.

Una Europa y la otra

La solidaridad no figura como meta de la UE en este concepto. Existen diferentes fondos estructurales y regionales, generosamente dotados, de los que se beneficia principalmente la economía de los países menos desarrollados. Su objetivo declarado es equilibrar las condiciones de producción y de vida dentro del mercado común. Podría considerarse a estos fondos como un acto de solidaridad, pero en primera línea son instrumentos de política económica al servicio del mercado.

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Lo determinante es que todos se benefician de esta UE de orientación económica. Algunos, ciertamente, algo más (por ejemplo, Alemania y Holanda) y otros algo menos. Pero, a fin de cuentas, a cada país le va mejor como miembro de la UE que fuera de ella. Al margen de Reino Unido, en todos hay consenso al respecto. Por eso hay también una inusual unidad en las negociaciones sobre el "brexit". Nadie más quiere abandonar el club. Como comunidad de intereses, la Unión Europea funciona.

Pero hay también otra Europa: la tan citada "comunidad de valores". Solo que el Estado de derecho, la lucha contra la corrupción y el respeto de los derechos humanos y las minorías, que son muy deseables, no son elementos constitutivos de la UE. En muchos países miembros son algo obvio. En otros no, a pesar de la UE.

Realidad europea

A nivel de la UE, se resguarda especialmente aquellos valores considerados relevantes para el mercado. Porque a nadie le gusta hacer negocios con un Estado en que los tribunales están sujetos al arbitrio de los poderosos. Pero casos como los de Hungría, Polonia y Croacia, por ejemplo, muestran por ejemplo que la libertad de prensa es a veces secundaria. Allí, los "estándares europeos" son frecuentemente interpretados al antojo de cada cual.

Eso se ve también en los mecanismos de sanciones. Mientras las violaciones contra las reglas del mercado son sancionadas rápidamente con multas, quien vulnera valores fundamentales ideales solo debe contar con dolidos discursos en el Parlamento Europeo. No es que haya que estar de acuerdo; se puede trabajar para que eso cambie. Pero es la realidad tradicional en Europa.

Solidaridad: ¿en qué medida?

La solidaridad es uno de esos valores ideales. Existe en la UE un fondo de solidaridad. Fue creado tras las catastróficas inundaciones de 2002 para poder brindar asistencia financiera a la reconstrucción tras desastres naturales.

Los "coronabonos", sin embargo, no son parte de ese acuerdo. De todos modos, se puede discutir si la colectivización de las deudas es el instrumento adecuado para manejar las consecuencias de la crisis, o si hay otras posibilidades igualmente efectivas, pero con menos riesgos. Pero no corresponde discutirlo bajo la categoría moral de la solidaridad. Independientemente de lo que se decida, la UE no se desmoronará debido a los "coronabonos".

(ers/few)

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