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Durao Barroso y la falta de tacto político

Emilia Rojas22 de abril de 2005

El presidente de la Comisión Europea vuelve a ser blanco de polémicas. Esta vez debido a un paseo en el yate del magnate naviero Spiro Latsis, que para más de alguno plantea un conflicto de intereses.

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Durao Barroso no entiende por qué lo critican.Imagen: dpa

José Manuel Durao Barroso no tiene lo que se llama un fino tacto político. Lo ha demostrado en forma suficiente, pese al corto tiempo que lleva al frente de la Comisión Europea. Ya su debut en el cargo se vio acompañada de fuertes polémicas por el nombramiento del italiano Rocco Buttiglione como comisario de Justicia de la UE. Aunque se pueda esgrimir en defensa del político portugués que tal designación fue responsabilidad del gobierno de Roma, no se libra en cambio del reproche de no haber logrado resolver conveniente y oportunamente el problema que dicha figura suscitó en el Parlamento Europeo con sus puntos de vista decimonónicos.

La influencia de Spiro Latsis

Ahora el presidente de la Comisión probablemente tendrá que volver a dar explicaciones a los europarlamentarios, por haber pasado unas vacaciones en octubre pasado en el yate de su amigo griego Spiro Latsis, naturalmente como invitado. Durao Barroso, quien por ese entonces no asumía aún la función para la que había sido nominado en Bruselas, no vio mayores dificultades en dicho paseo, que calificó de actividad netamente privada, aduciendo que mantenía un vínculo personal de décadas con el magnate naviero.

El problema no radica en su vieja amistad con el personaje en cuestión, sino en que invitaciones de esta naturaleza pueden provocar claramente conflictos de intereses. Spiro Latsis, procedente de una familia de exitosos empresarios navieros, poseedor de buques petroleros y bancos, actúa a nivel internacional. En el pasado efectuó negocios, entre otros, con el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, un instituto crediticio que entrega fondos, por ejemplo, para proyectos en los Balcanes.

La ética en la UE

Este no es el único amigo generoso a la hora de invitar. El empresario portugués Joao Pereira Coutinho llevó a fines del 2002 a Durao Barroso y su familia, en su jet privado, a pasar el año nuevo en una isla frente a las costas del Brasil. También esas vacaciones levantaron polémica en su día en Portugal y, al igual que ahora, el afectado se defendió remitiéndose a su vieja amistad con el acaudalado hombre de negocios.

Tener buenos amigos millonarios es una suerte, pero el presidente de la Comisión Europea debería también tener la lucidez suficiente para comprender los límites que le imponen su cargo. En su posición, cualquier acto que pueda dar pie a sospechas resulta pernicioso, no sólo para su propia figura, sino también para la institución que representa. No en vano, el código ético de la Comisión Europea estipula que los comisarios no deben aceptar ningún regalo cuyo valor exceda los 150 euros.