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La gran argucia del poder es "invisibilizar las asimetrías"

Cristina Papaleo
26 de enero de 2021

El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber dijo en entrevista con DW que es importante ver de qué manera los lazos en las redes sociales pueden seguir sosteniendo propósitos como el de la justicia social en la pandemia.

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Para Darío Szstajnszrajber, el futuro es "este", y la pandemia impregnó las formas de la construcción social.
Para Darío Szstajnszrajber, el futuro es "este", y la pandemia impregnó las formas de la construcción social.Imagen: Alejandra López/DW

DW: ¿Cuál es la visión que tiene la Filosofía de la justicia social?

Darío Sztajnszrajber: Para la Filosofía, el tema de la justicia es un tema capital, que viene trabajando desde siempre. Ya para los filósofos presocráticos, en el mundo griego, la cuestión de la justicia estaba presente. Es un término que admite muchos significados y que usamos con distintos sentidos, al punto de que en el mundo griego se hablaba de justicia para hablar también de las leyes que gobernaban el cosmos. Este término, en algún momento se dividió en dos aspectos: la justicia individual, lo que afecta directamente a la persona, y lo que tiene que ver con la persona en su vida en comunidad. La justicia social tiene más que ver con ese segundo aspecto, y se enlaza con una red de conceptos. En ese marco conceptual está la idea de igualdad, la idea de equidad.

En ese sentido, la justicia social suele ser comprendida como un término que apunta a una forma de distribución del bienestar lo más proporcionalmente posible, en la medida en que vivimos en sociedades capitalistas que generan desigualdad. Así se fue generando una idea de justicia social que busca, en su propósito, una compensación de esas desigualdades. Y lo que queda en discusión es cuáles son las instituciones que arbitran para que eso suceda, en especial, el lugar que le cabe al Estado en ese sentido, esto ya más como un problema del siglo XX. Pero es interesante, porque el término "justicia social” supone siempre la necesidad de una reparación. Como que el mundo del capitalismo es un mundo, por default, injusto. Con esto quiero decir que la justicia social es un propósito, es una política que se decide realizar en pos de recomponer esa desigualdad de origen que genera un capitalismo que tiende permanentemente a la exclusión de una gran parte de la sociedad.

Ahora, al mismo tiempo hay que entender que la palabra "social”, colocada al lado de la palabra "justicia” hace que la justicia tenga este significado. Pero la noción de la justicia es mucho más abarcadora que el concepto de justicia social. Al menos en América Latina, justicia social es un modo de "bajar” el problema de la justicia a esta cuestión concreta que tiene que ver con la posibilidad de una sociedad más equitativa.

Darío Szstajnszrajber es un filósofo argentino que divulga la Filosofía en diversos medios, como docente y escritor.
Darío Szstajnszrajber es un filósofo argentino que divulga la Filosofía en diversos medios, como docente y escritor.Imagen: Sofía Cornell/DW

Tomando en cuenta los diferentes aspectos de la justicia social, como la justicia distributiva, o el acceso a la educación, al trabajo, a la salud, a las leyes de igualdad de género, ¿cuál es según usted el aspecto más importante, el que podría favorecer que hubiera más justicia social?

Ahí la discusión estriba en entender cuál es el aspecto social y cultural más desigual. Entonces es en función de esa elección -que es más que nada una decisión política- que después, obviamente, se exigen políticas de justicia social tendientes a equilibrar o recomponer  ese aspecto. La cuestión de género es una cuestión vital de nuestro tiempo. Y en ese sentido, creo que la mayoría de las sociedades tienden permanentemente a trabajar en esa línea. Es una línea muy difícil porque en las sociedades patriarcales está muy internalizada la idea de que no hay una asimetría de género, y entonces no se la entiende en términos de justicia social. La gran argucia permanente del poder es la capacidad que tiene de normalizar una situación, como si fuese algo natural, invisibilizando esas asimetrías. Entonces, muchas veces se genera eso: las luchas que se establecen desde la perspectiva de género son minimizadas, desatendiendo su condición con argumentaciones que lo que buscan es mostrar que, jurídicamente, varones y mujeres tienen los mismos derechos. Pero, justamente, una de las claves de la justicia social es que muchas veces hay condiciones jurídico-institucionales que plantean una igualdad formal que en los hechos después no se visualiza. Es cierto que en las sociedades modernas democráticas no hay desigualdad en términos jurídicos, por lo menos como ciudadanos de una sociedad. Pero en los hechos, las mujeres no tienen las mismas posibilidades que los varones.

Entonces ahí lo que se plantea es lo que desde hace más de 200 años -o por lo menos desde Marx en adelante- se intenta comparar, o contraponer: una democracia en términos formales a una democracia en términos sociales, o una igualdad jurídico política a una igualdad social.

De hecho, en nuestra sociedad todos tenemos el mismo derecho al voto, y el voto democrático vale uno para la condición social de la que uno sea parte. Y sin embargo, esa igualdad cívica no trasluce para nada la desigualdad estructural que hay en términos económicos-sociales. Por eso creo que de todos los aspectos, obviamente, sobre todo en las sociedades latinoamericanas, la desigualdad es uno de los temas más manifiestos. La desigualdad económica. Me parece que más allá de la pobreza como una condición estructural para las sociedades latinoamericanas, también lo que se visualiza mucho aquí es la manifiesta desproporción que hay entre los que más tienen y los que menos tienen. No es que en Europa no haya pobreza, pero en Latinoamérica es muy abismal la diferencia entre los extremos.

El filósofo argentino Darío Szstajnszrajber.
El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber dijo a DW que le preocupa "que se haga de la tecnología un chivo expiatorio".Imagen: Alejandra López/DW

Hablando de derechos de género, el 29 de diciembre de 2020 fue aprobada en Argentina la ley que permite abortar de manera legal y segura, un hito en cuanto a derechos de la mujer. ¿Es este, según usted, un logro de justicia social? ¿Por qué?

Sí, es un logro, en primer lugar, de ampliación de derechos. Y desde esa perspectiva, digamos, se tiende a una sociedad más justa. Yo diría que para alivianar el concepto de justicia social, lo que lo que se logra con la ley del aborto en Argentina es seguir construyendo una sociedad más justa. ¿Qué es una sociedad más justa? Una sociedad donde, sobre todo, no haya sectores excluidos, o no haya sectores que tengan menos derechos que otros, por distintos condicionamientos, como por ejemplo el género. Entonces, cuando se habla de ampliación de derechos, me parece que sería el término que mejor se enhebra con la idea de justicia social. O de democratización de la sociedad, porque se trata un poco de eso. Creo que estamos hablando de que, a partir de la promulgación de la ley del aborto, evidentemente, la mujer deja de ser una ciudadana de segunda en la Argentina, porque se le enajenaba el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Creo que la emancipación política del cuerpo de la mujer era una de las grandes cuestiones pendientes en las que, bueno, no es que se haya logrado alcanzar el objetivo final, pero me parece que la aprobación de la ley del aborto es un gran paso en relación a eso.

¿Cómo afecta esta pandemia de coronavirus la lucha por la justicia social? ¿Es posible seguir luchando por alcanzar una sociedad más justa en los diferentes ámbitos en este momento en el que muchos estamos en cuarentena, aislados, donde mucha gente ha perdido su fuente de ingresos, por ejemplo?

Hay muchas cosas ahí. Primero me parece que hay dos modelos claros de cómo el Estado tiene o no la potestad de intervenir en políticas de cuidados. Porque, evidentemente, aquellos modelos de Estado que priorizaron una especie de libre circulación del virus, claramente, lo que generaron fue que el virus ingresara a los sectores más desfavorecidos, o sea, la ausencia del Estado en política sanitaria general. Obviamente aquellos sectores que tienen mayor capacidad de resguardo o de acceso a la salud y a condiciones ambientales o de vida más sólidas, son aquellos sectores que, en todo caso, han tenido mayor capacidad de defensa frente a la pandemia. En cambio, los sectores más empobrecidos, evidentemente, están más aptos para la circulación del virus.

Entonces, por un lado, me parece que la pandemia pone también en evidencia lo que es una política de justicia social en relación a cómo los Estados reaccionaron en las distintas sociedades frente a esto. Y después, sí, me parece que lo que se genera, desde un punto de vista, si se quiere, más filosófico desde el análisis, es un fuerte distanciamiento con el otro y la construcción del otro como como un agente de contagio permanente.

Me parece que, en ese sentido, toda política de justicia social necesita que haya una especie de vocación por el otro, que, en tiempos de confinamiento, como lo dice la palabra, poco se logra en relación a ese propósito. Me parece que, claramente, como dice el filósofo italiano Giorgio Agamben, una cosa es el distanciamiento físico y otra cosa el distanciamiento social. Lo que se necesitaba fuertemente era un distanciamiento físico, pero no por casualidad se lo ha leído permanentemente como una cuestión más de disolución del lazo comunitario, cuando, en realidad, podríamos decir que la distancia física lo que necesitaba era, justamente, mayor construcción de comunidad, o sea, mayor justicia social.

Para Darío Sztajnszrajber en la pandemia se genera "un fuerte distanciamiento con el otro y la construcción del otro como como un agente de contagio permanente".
Para Darío Sztajnszrajber en la pandemia se genera "un fuerte distanciamiento con el otro y la construcción del otro como como un agente de contagio permanente".Imagen: Sofía Cornell/DW

Esa falta de cohesión entre la gente, también causada por la pandemia del nuevo coronavirus, junto con un desarrollo tecnológico acelerado que experimentamos cada vez con mayor intensidad, ¿está jugando en contra de lo que podría ser la visión de una sociedad más justa? ¿Es su visión una visión apocalíptica? ¿O piensa que esto podrá llevarnos en la pospandemia a una sociedad más humana?

Lo que pienso es que la pospandemia es ahora, o sea, yo no creo que haya un después del después. Me parece que si hablamos en términos de "post” estamos viviendo las reconfiguraciones de una pandemia que sigue vigente y que, en todo caso, puede ir decreciendo. Pero ¿por qué digo que es ahora? Porque hay formas de la construcción social que quedaron ya impregnadas en la subjetividad, más allá del momento que estemos viviendo.

Entonces tampoco me imagino un final de la pandemia como una especie de interrupción de todo esto, de todo este acontecimiento, que suponga un retorno al mes de febrero del 2020, donde todos volvamos a vivir como vivíamos antes, sin que nada hubiera pasado. Me parece que hay un desquiciamiento del tiempo interesante, y que, en ese sentido, hablar de pospandemia como del "futuro” creo que no suma. El futuro es este. Entonces, se trata de vivir ese "post” entendiendo todas sus manifestaciones.

A mí me preocupa siempre hacer de la tecnología un chivo expiatorio. Como decía antes, en relación a la asociación entre distanciamiento físico y social, yo creo que hay una lectura muy bipolar de la tecnología en la que se supone que la tecnología tiende a la disolución del lazo social porque la gente está en sus computadoras, encerrada en sus casas. Esa me parecen una lectura muy ingenua. Porque una red social es la construcción de un vínculo social. El tema es que es diferente al que estamos acostumbrados. Entonces, me parece que lo interesante que se abre es de qué manera estas nuevas formas de lazos comunitarios pueden seguir sosteniendo propósitos como el de la justicia social.

Y en ese sentido no creo que sea una cuestión de formato, porque con tecnología de la informática o sin tecnología de la informática hay sociedades más justas y más injustas. Entonces, achacarle a la tecnología una responsabilidad me parece que es ocultar el problema. Del distanciamiento físico, que es algo híper necesario para que el virus no nos contagie, no se deriva directamente el distanciamiento social como categoría, sino que parece significar otra cosa: la necesidad de un estancamiento de la construcción comunitaria. Entonces hay que fijarse cómo hay conceptos que terminan siendo leídos a conveniencia de algo que, previamente, alguien quiere postular. En este caso, la anulación de la justicia social.

Darío Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968) es un filósofo, escritor y docente argentino, divulgador de la Filosofía en la televisión y la radio, así como en redes sociales. Es autor de los libros “¿Para qué sirve la filosofía? Pequeño tratado sobre la demolición” (Editorial Planeta), “Filosofía en 11 frases” y “Filosofía a martillazos” (Editorial Paidós). Dicta clases en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y en la Universidad de Buenos Aires. También colabora con diversas publicaciones. 

(ers)

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