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¿Cómo funcionan las tobilleras electrónicas en Alemania?

Marco Müller
29 de enero de 2019

Desde una pequeña ciudad alemana en el Estado de Hesse se monitorea a las personas que lleven una pulsera electrónica. Por razones de seguridad, la agencia está ubicada en el ala de alta seguridad de una prisión.

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Todos los individuos que llevan pulseras electrónicas en Alemania son vigilados desde esta prisión de Weiterstadt, Hesse, Alemania.
Todos los individuos que llevan pulseras electrónicas en Alemania son vigilados desde esta prisión de Weiterstadt, Hesse, Alemania. Imagen: DW/S. Jordans

Cuando se activa la alarma, la primera reacción de Hans-Dieter Amthor y de sus colegas es mirar los monitores y preguntarse: ¿dónde suena?, ¿quién es?, ¿por qué? "La mayoría de las alarmas atañen a la batería”, explica Amthor. Y eso es bueno. De lo contrario habría un problema con una de las 104 personas que actualmente lleva una tobillera electrónica en Alemania.

Amthor y sus 17 colegas trabajan para la agencia GÜL de vigilancia electrónica. Allí se controlan todas las tobilleras electrónicas de Alemania, sin importar en que región se encuentre el individuo.

Los supervisores están en la cárcel, los supervisados están afuera

El director de GÜL, Hans-Dieter Amthor, muestra en qué zona puede moverse un individuo que lleva una pulsera electrónica.
El director de GÜL, Hans-Dieter Amthor, muestra la zona en que puede moverse un individuo que lleva una tobillera electrónica. Imagen: DW/S. Jordans

La mayoría de los individuos que llevan una tobillera electrónica son excovictos que han cumplido una condena de al menos dos años, pero aún son considerados "altamente peligrosos”, explica Amthor, director de GÜL. "Por esa razón están siendo monitoreados”. Dos tercios de ellos son ofensores sexuales. Además, en algunos estados federados, también se puede imponer el uso de tobilleras electrónicas a personas de las que puede emanar un peligro. Por ejemplo, una persona que es violenta, o que amenaza de muerte a su pareja, es considerada peligrosa. Pero también son considerados un peligro aquellos que presumiblementre podrían comenter un delito, como por ejemplo, miembros de un grupo islamista. 

Debido a las medidas de seguridad, las oficinas de GÜL se encuentran en una prisión. Los empleados de GÜL deben dejar todas sus pertenencias en la puerta de la cárcel. Durante su turno laboral de 12 horas, en que trabajan siempre de a dos, no tienen contacto con el mundo exterior, no se pueden acostarse, no pueden salir al exterior, no pueden ver televisión, solo pueden ir al baño. "Después de todo, aquí estamos monitoreando”, dice Amthor.

La protección de datos

Un empleado lo detecta en un monitor: una persona que usa una tobillera está circulando por una carretera en la que no puede conducir. "Normalmente, en estos casos se llama al individuo y este tiene que dar una explicación”, afirma Amthor. Si la persona no contesta, se da aviso a la Policía. Y si la persona es considerada peligrosa, directamente se le informa a la Policía. 

La pulsera tiene un sistema GPS, que constantemente manda información a GÜL. "Pero no operamos un sistema de monitoreo en tiempo real, donde siempre vemos en dónde se encuentra la persona”, enfatiza Amthor. Solo cuando "algo no está bien” se activa la alarma y rastreamos su ubicación. "Pero si todo está bien, no vemos si la persona está en el trabajo o en el supermercado. Incluso ni siquiera sabemos los nombres de los sujetos”, dice el director de la agencia.

El tiempo de uso

En la actualidad se utilizan nuevas tobilleras: pesan 150 gramos en lugar de 180, son a prueba de agua y tienen una batería recargable. Se puede cargar de forma inalámbrica, y dura hasta 50 horas. En términos generales, el uso de las tobilleras  electrónicas pueden ser ordenado por un máximo de 5 años y solo por un juez. Después de dos años, se debe verificar si la persona sigue cumpliendo los requisitos para ser monitoreada.

bt/er

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