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Cuando golpea la apoplejía

Gudrun Heise
27 de octubre de 2017

Quedarse en silla de ruedas, quizás medio paralizado, apenas capaz de hablar. Esas podrían ser las consecuencias de un duro ataque de apoplejía. ¿Pero qué ocurre exactamente en el cerebro?

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Schlaganfall Symbolbild
Imagen: Sebastian Kaulitzki - Fotolia.com

Puede pasarle a cualquiera, independientemente de la edad, en cualquier lugar y en cualquier momento.  Un ataque de apoplejía es algo repentino en el más estricto sentido de la palabra, si bien es verdad que hay algunos indicios: hormigueo en brazos y piernas, problemas de fonación y la paralización de la mitad de la musculatura facial. Pero estas señales no siempre se interpretan correctamente. ¿Se trata de un ataque de apoplejía?

Los médicos distinguen dos formas, aclara el profesor Joachim Röther, de la Asklepios Klinik Altona, en Hamburgo. "En el 80% de los casos es un infarto cerebral. En este caso, se obstruye un vaso sanguíneo y el tejido cerebral deja de recibir suficiente riego sanguíneo”.

En el caso de una hemorragia intracraneal, se rompe un vaso sanguíneo, por lo que se desborda sangre por el tejido cerebral. Ambas modalidades pueden provocar daños irreparables en el cerebro. Alrededor de un tercio de los pacientes que sufren ataques de apoplejía se quedan con una grave minusvalía y dependientes. Y todo ello de un día para otro.

Alemania lleva a cabo una investigación intensiva

Solo en Alemania hay al año alrededor de 260.000 casos de ataques de apoplejía. En los países industrializados es la tercera causa de muerte más común. A nivel global, cada vez más personas se ven afectadas. En India, la cifra de apoplejías casi se ha doblado en apenas ocho años. La diabetes la obesidad, una presión arterial alta, fumar o incluso el estrés son todos factores de riesgo. Además, esta enfermedad tan extendida está presente en casi todo el mundo. Por eso es importante la investigación.

"Alemania ha fortalecido su terapia contra los ataques de apoplejía en los últimos diez o veinte años”, dice Joachim Röther. Es por ello que tantas clínicas universitarias son tan activas en el área de la investigación de la apoplejía. Existen por ejemplo casos en los que el tejido cerebral se hincha después de un ataque grave y ejerce presión sobre el tejido sano restante. Una situación así podría provocar la muerte del paciente.

"Muchos estudios alemanes han llegado al resto del mundo, que han mostrado por ejemplo que en algunos casos se debe llevar a cabo una craneotomía que cree espacio para el cerebro”, explica Röther.

Schlaganfall Rollstuhlfahrer
Imagen: picture-alliance/dpa

También los niños pueden sufrir apoplejías

La edad media en la que los hombres suelen sufrir estos episodios es de 70 años, mientras que en el caso de las mujeres se eleva a 75. Pero también niños y jóvenes pueden correr esta suerte. En Alemania hay 300 de estos casos cada año, casi un tercio de ellos recién nacidos. E incluso puede ocurrirles a los no nacidos en el vientre de la madre.

Los casos de apoplejías en niños pueden estar provocados por interrupciones del metabolismo, o también por enfermedades autoinmunes. Pero los daños suelen tardar en hacerse perceptibles, a veces hasta un año.

Un control ayuda al paciente

El tratamiento de un ataque apopléjico puede ser largo y penoso. En el peor de los casos el paciente se queda paralizado, no puede hablar, pasa de la noche a la mañana a depender completamente de otras personas y no puede ocuparse más de sí mismo. Pero los que tienen la suerte de salir mejor parados tienen volver a familiarizarse con la alimentación, el deporte o el estrés.

Mientras tanto, hay lugares donde se llevan a cabo los llamados controles de accidentes cerebrovasculares. Atienden a los pacientes desde su llegada al hospital, los acompañan durante la rehabilitación y son su contacto para problemas y dudas, como: "¿Qué pasa ahora? ¿Qué será de mí? ¿Qué puedo hacer?”. A menudo los pacientes no saben nada sobre estas cuestiones, ni sobre a quién preguntar. Lo que está claro es que un diagnóstico y un tratamiento rápidos son vitales, y que una rehabilitación profesional es más que necesaria.

Autora: Grudun Heise (EAL/ELM)