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Coronavirus: guerra de desinformación entre las potencias

Matthias von Hein
30 de marzo de 2020

Las tensiones entre Occidente y Rusia y la crisis entre EE.UU. y China han convertido la pandemia del coronavirus en un campo de batalla en una guerra de acusaciones y mentiras.

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USA Donald Trump USNS Comfort
Trump durante su visita para despedir al buque hospital del Comando Militar de Transporte Marítimo USNS Comfort en la estación naval Norfolk.Imagen: picture-alliance/ZumaPress/S. Craighead/White House

La humanidad está en guerra, los líderes de los Estados lo siguen reiterando. Contra un enemigo invisible pero poderoso, de solo diez milésimas de milímetro de tamaño. Pero aunque el coronavirus ha cambiado el estilo de vida de miles de millones de personas, imponiendo restricciones sin precedentes a la libertad de movimiento y a la vida económica y pública, el COVID-19 no ha logrado anular los antagonismos políticos existentes en el mundo.

Las tensiones entre EE. UU. y China, los intereses divergentes de Occidente y Rusia, las crisis permanentes en Oriente Medio, todos ellos han encontrado en la pandemia solo un campo de batalla más en una larga guerra de información.

Esta guerra es aún más furiosa porque mucha gente tiene que quedarse en casa en estos tiempos y pasa demasiado tiempo en las redes sociales. Ya el 2 de febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) habló de una "infodemia" masiva. El exceso de información —verdadera y falsa— dificulta que la gente encuentre fuentes confiables. En la Conferencia de Seguridad de Múnich a mediados de febrero, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió: "Las noticias falsas se propagan más rápido y más fácilmente que el virus, y son igual de peligrosas".

La desinformación rusa

El 22 de enero, Sputnik News informó que el virus había sido creado en un supuesto laboratorio de la OTAN. Esta fue la primera noticia falsa sobre el virus de fuentes rusas registrada por EUvsDisinfo. El proyecto del Servicio Europeo de Acción Exterior, ha venido vigilando las campañas de desinformación rusas en 15 idiomas desde 2015.

Según los analistas de EUvsDisinfo, el falso informe sobre la producción del coronavirus en biolaboratorios estadounidenses, también fue difundido por el servicio árabe de Sputnik, entre otros. La actitud hostil de los medios árabes hacia EE. UU. los hizo particularmente susceptibles a asumir como verdadera esta teoría de la conspiración: docenas de sitios web árabes adoptaron la supuesta noticia, incluyendo un sitio falso de la BBC.

Los expertos de EUvsDisinfo observan un flujo constante de desinformación por parte de los medios de comunicación rusos o relacionados con el Kremlin: las noticias falsas siguen el mismo patrón una y otra vez: fue el Pentágono; las élites gobernantes están detrás del coronavirus; EE. UU. se quiere asegurar la hegemonía; un nuevo orden mundial tiránico es el objetivo.

Un documento interno de la UE, al que la agencia de noticias Reuters obtuvo acceso, habla de una amplia campaña de desinformación. Rusia quiere aumentar el efecto del coronavirus creando pánico y sembrando más dudas. Sindicaciones que Moscú negó inmediatamente.

Los medios de comunicación cercanos al Kremlin están difundiendo teorías contradictorias. A veces la pandemia es un engaño, luego se pintan de nuevo escenarios apocalípticos del colapso del sistema de Schengen, la disolución de la OTAN o incluso, el colapso de los países bálticos. En una crisis en la que la confianza y la cooperación son esenciales, los expertos de EUvsDisinfo concluyen que la máquina de desinformación del Kremlin está tratando de socavar la solidaridad en Occidente.

Susurros diplomáticos

En EE. UU. hay una dependencia homóloga de EUvsDisinfo. Con sede en el Departamento de Estado, el Centro de Participación Global (GEC) investiga la desinformación rusa, así como los informes falsos y la propaganda de fuentes chinas, iraníes e islamistas. El viernes pasado, la embajadora especial de GEC, Lea Gabrielle, se dirigió a la ciudadanía en una videosesión informativa.

La exagente de la CIA describió un "ecosistema" en el que la desinformación rusa, china e iraní se refuerza mutuamente: por ejemplo, cuando las plataformas rusas difunden información falsa, a menudo es recogida por los medios de comunicación chinos. Estas, a su vez, son tomadas por Rusia como si la fuente original fuera China.

Un ejemplo de la reproducción de un informe falso difundido hasta esconder la fuente lo proporcionan los tuits de un diplomático chino a mediados de marzo. El 12 de marzo, Zhao Lijian escribe que el coronavirus había causado estragos en EE. UU. en el otoño de 2019 y pide información sobre el presunto "paciente cero".

Al día siguiente, el portavoz del ministerio de Exteriores de China publica un artículo de Global Research, con la nota de que le gustaría que se difundiera. El sitio web, con sede en Montreal, Canadá, se presenta como un taller de pensamiento, pero esencialmente difunde teorías de conspiración. En este caso: el coronavirus habría sido presuntamente introducido en China por los participantes estadounidenses en los Juegos Militares Mundiales de Wuhan el pasado octubre.

El carrusel de la falsa alarma

El artículo de Global Research, a su vez, se basa en una contribución del Global Times de China. El pasquín de combate del Partido Comunista en inglés, por su parte, se refiere a los científicos chinos. Cuando las falsas informaciones se difunden a través difusas y aparentes fuentes occidentales —como en este caso Global Research— las falsas noticias suenan como si fueran confiables.

Al menos una docena de embajadas chinas en todo el mundo han seguido difundiendo el trino de Zhao Lijian. Al final, tuvo unos 12.000 retweets y más de 20.000 "me gusta".

Mientras tanto, sin embargo, el GEC ha observado que la propaganda china ha cambiado de dirección. Ahora ya no es Estados Unidos el atacado por ser el presunto creador del virus. En cambio, se centra en el éxito de las autoridades chinas en la lucha contra el virus, y Washington es criticado por estigmatizar a China como la fuente del virus.

Steinmeier pide más solidaridad

¿Corona o virus de China?

En Washington, el presidente Donald Trump le da gran importancia a llamar al coronavirus el "virus de China". Su secretario de Estado, Mike Pompeo, tiene una definición geográfica más precisa del "virus de Wuhan". El miércoles pasado, una declaración conjunta de los siete países industrializados más importantes fracasó debido a la disputa sobre el nombre.

En una videoconferencia de los ministros de asuntos exteriores del G-7, EE. UU. quiso subrayar el origen chino del virus —a diferencia de los europeos—. El secretario de estado de EE. UU., Mike Pompeo, acusó a China de ocultar información sobre el virus y de difundir deliberadamente información falsa sobre los orígenes de la pandemia. "Ustedes, China fue el primer país en conocer los riesgos de este virus para el mundo, pero retrasaron una y otra vez la difusión de esa información", dijo Pompeo.

Además, Pompeo se quejó de que altos representantes del Partido Comunista habían difundido "locuras" sobre el hecho de que EE. UU. habrían llevado el virus a China.

Recriminaciones mutuas

Ciertamente las quejas de Estados Unidos sobre los intentos de encubrimiento de China al principio de la epidemia habrían sido más convincentes si la misma administración de Trump no hubiera minimizado los peligros del virus durante semanas.

Además, incluso los republicanos de alto rango no se avergüenzan de inventar salvajes teorías de conspiración en la televisión, como lo ha hecho Tom Cotton en el canal Fox. Allí, el senador republicano insinuó que un laboratorio biológico en Wuhan era la fuente de la pandemia.

Se vuelve especialmente trágico cuando las teorías de conspiración tienen consecuencias muy reales. Por ejemplo, cuando el líder espiritual de Irán, Ali Khamenei, declaró en un discurso a la nación que el COVID-19 era un arma biológica de Washington y rechazó bruscamente una oferta de ayuda de Estados Unidos. "Nadie confía en ti", le dijo el ayatolá a Trump.

Incluso la ONG humanitaria Médicos sin Fronteras tuvo que abandonar la ciudad iraní de Isfahan, incluyendo su hospital para 50 pacientes, sin podido ayudar. Se dice que los partidarios de la línea dura rechazan el socorrro de Médicos sin Fronteras porque los expertos son presuntamente espías occidentales. Algunos iraníes probablemente pagarán la postura de sus dirigentes con sus vidas.

(jov/few)

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