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Comentario: La nueva división de Europa

Christoph Hasselbach (JC)6 de noviembre de 2014

Francia e Italia se han convertido en las dos grandes preocupaciones económicas de Europa. Según Christoph Hasselbach, ambos países corren el riesgo de “perder el tren”.

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Imagen: Reuters/Y. Herman

El resultado de las evaluaciones otoñales llevadas a cabo por la Comisión Europea no es la corrección a la baja de las ya de por sí pobres previsiones de crecimiento del continente, sino la incipiente división económica de Europa en ganadores y perdedores. Eso sí, la actual brecha no tiene por qué convertirse en algo habitual. A pesar de lo acaecido en los últimos años, Grecia, España e Irlanda han dejado de ser las principales causas de la preocupación de la CE. Mientras que Irlanda ha tornado su situación y ahora mismo se encuentra entre los países que más crecen de toda la UE, en Grecia se empiezan a atisbar rayos de esperanza y España parece que comienza a remontar el vuelo.

Hoy en día la mayor preocupación de la CE es la situación financiera de Francia e Italia, la segunda y la tercera economía de la Eurozona. A pesar de los paquetes de medidas de austeridad puestos en práctica por el gobierno de Hollande, el déficit de Francia no para de aumentar y apunta a que será el más alto de la zona euro en 2016. Italia, por su parte, parece que, tras años de estancamiento económico, vuelve a caer arrastrada por la gigantesca deuda que hunde al país.

Imposible sin presión

Para controlar el gasto e implantar las reformas necesarias, Irlanda o Portugal soportaron la presión de organismos financieros internacionales. Otros países, como los bálticos, lo hicieron por su cuenta y sin la ayuda de agentes externos. Francia e Italia, sin embargo, se relajaron y ahora sufren por ello. La explicación lógica es que carecían de la presión que sí soportaban el resto de países. Incluso la CE, que es quien debe disciplinar, se ha mostrado excesivamente generosa con ambos. Así como el Banco Central Europeo. En 2012, su presidente, Mario Draghi, se comprometió a hacer todo lo posible para preservar el euro mediante la compra ilimitada de deuda pública de aquellos países que lo necesitasen. Con aquellas declaraciones, Draghi acabó con las turbulencias que estaban sufriendo los mercados financieros.

Pero también dijo que no sería capaz de solucionar los problemas de aquellos países que no pusiesen en práctica las reformas estructurales necesarias. Parecida fue la oferta que hizo la CE en lo que a la reducción del déficit se refiere: los países afectados necesitarán más tiempo para hacer sus deberes si quieren volver a la senda del crecimiento. A decir verdad, parece que algunos países no entendieron el mensaje lanzado por el BCE y la CE y decidieron aplicar el lema: si podemos, evitaremos aplicar estas reformas. En caso de emergencia, ya vendrán a salvarnos. Eso es probablemente lo que quería decir el vicepresidente de la Comisión, Jyrki Katainen, cuando en la presentación de las previsiones dijo que pertenecer a la Eurozona “había dado una falsa sensación de seguridad” a algunos países.

Christoph Hasselbach
El redactor de la DW, Christoph Hasselbach, analiza la situación política europea.Imagen: DW/M.Müller

No hay vuelta atrás

Sin embargo, tanto el Gobierno francés como el italiano siguen anunciando reformas. Francia, por un lado, debe abolir con urgencia su sistema laboral de 35 horas semanales y aumentar la edad de jubilación. Italia, por su parte, necesita un mercado laboral más flexible y abierto. Que tales reformas son políticamente sensibles nadie lo discute. Eso sí, tarde o temprano ambos Estados se verán obligados a ponerlas en marcha. Y no es que la CE o Berlín les estén forzando a ello. Es lo que tiene la globalización.