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China: ¿el fin de una lucrativa asociación?

Matthias von Hein
27 de mayo de 2022

China oprime a los uigures y respalda a Rusia. Por eso, Berlín se propone recalibrar sus relaciones con Pekín. El problema es que este rival sistémico es, a la vez, su principal socio comercial.

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Protesta, en Indonesia, contra el tratamiento a los uigures en China.
Imagen: Willy Kurniawan/REUTERS

Los documentos filtrados desde la provincia china de Xinjiang causan conmoción: fotos de campos de internamiento fuertemente custodiados, sillas en las que se tortura, guardias con garrotes, prisioneros humillados; protocolos de instrucciones dadas por altos funcionarios del partido comunista, que instan a los guardias a disparar contra quienes huyan. Según Pekín, se trata de personas que se encuentran en centros de capacitación laboral y no en prisión.

Los "archivos policiales de Xinjiang", que, según un grupo internacional de investigación son auténticos, prueban con qué brutalidad se oprime en China a la minoría de los uigures, en su mayoría musulmanes. Su publicación se produce en momentos en que en Alemania se habla mucho de una política exterior orientada por valores. Y, efectivamente, la filtración de los documentos ha dado impulso adicional a un cambio de manera de pensar con respecto a China. Tras lo ocurrido con Rusia, se pone ahora en tela de juicio otro de los pilares del modelo económico alemán de las últimas décadas.

Revelan pruebas de represión china a uigures

La comisionada de derechos humanos del Gobierno alemán, Luise Amtsberg, de Los Verdes, demandó una política diferente con respecto a China. Afirmó que se requiere un debate abierto sobre la dependencia económica de Estados que exhiben un balance tan aterrador en materia de derechos humanos. El político cristianodemócrata Michael Brandt, jefe del grupo de trabajo de Derechos Humanos y Ayuda Humanitaria del Bundestag, pidió en la emisora Deutschlandfunk más independencia de las relaciones económicas con China.

Mayor distanciamiento de China

En el foro de Davos, el canciller Olaf Scholz se mostró preocupado por las crecientes aspiraciones de poder chinas. Indicó que el país es lógicamente un "actor global". Pero de ello no se puede derivar una prerrogativa de hegemonía china en Asia y más allá. Agregó que tampoco se puede "desviar la mirada cuando se violan derechos humanos, como estamos viendo en Xinjiang".

El miércoles (25.05.2022), el vicecanciller y ministro de Economía alemán, Robert Habeck, había abogado por un mayor distanciamiento de China, argumentando que hay "problemas muy relevantes", también en materia de derechos humanos.

Durante un cuarto de siglo, las relaciones germano-chinas fueron, ante todo, de índole económica. Y eso funcionó tan bien que, en 2021, China fue, por sexto año consecutivo, el principal socio comercial de Alemania. Los florecientes negocios fueron respaldados políticamente.

Consultas gubernamenteles germano-chinas, en 2018.
Consultas gubernamenteles germano-chinas, en 2018.Imagen: Reuters/F. Bensch

China y Alemania mantienen oficialmente una "amplia asociación estratégica": ambas partes sostienen cada dos años consultas gubernamentales. Y el nuevo Gobierno quería proseguir con esta herencia de la era Merkel, aunque dotándola de un carácter más europeo.

Rivalidad sistémica

Sin embargo, la asociación sino-germana muestra fisuras desde hace tiempo. Cada vez se habla más de una "rivalidad sistémica", un concepto que también se menciona en el acuerdo de coalición del Gobierno alemán. En él, se consigna también la necesidad de una amplia estrategia, "en el marco de la política conjunta de la UE con respecto a China". Esa estrategia está siendo elaborada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, sin que se conozcan detalles.

Cabe suponer que la actitud de China hacia Rusia, en el marco de la guerra de Ucrania, influirá considerablemente en dicha estrategia. Mikko Huotari, director del think-tank berlinés Merics, demandó a comienzos de mayo reajustar los lazos con China, dependiendo de "la dimensión del apoyo de Pekín a Putin". En su opinión, resultaría prioritario "reducir las dependencias de China que, en caso de crisis, pudieran restringir la capacidad de maniobra estratégica de Alemania".

Dependencia y desacoplamiento

Por doloroso y caro que haya resultado despertar y tratar de liberarse de la dependencia energética de Rusia, hay que tener en cuenta que el entramado de las relaciones económicas con China es mucho más estrecho e intenso. Además, se perfilan otros problemas. Por ejemplo, se aspira a generar más electricidad con planchas fotovoltaicas en los tejados alemanes, y un elemento esencial para los módulos solares es el polisilicio. Pero el 40por ciento de su producción proviene de China, nada menos que de la provincia de Xinjiang, la región de los uigures.

Chinos levantan un panel solar.
No solo en materia de paneles solares, Alemania depende de minerales chinos.Imagen: picture-alliance/dpa

Wolfgang Niedermark, responsable de Asia en la Confederación de la Industria Alemana (BDI) confirmó a DW que, "especialmente en el campo de las materias primas minerales, existe en parte una dependencia muy alta y estratégicamente muy significativa de China".

En realidad, China depende más del mercado europeo que Europa del chino, dice por su parte Jörg Wuttke. En su calidad de presidente de la Cámara de Comercio Europea en China, conoce los datos. "Exportamos a diario mercancías por un valor de 600 millones de euros a China; los chinos exportan al día bienes por 1.300 millones de euros a Europa", señaló en entrevista con DW. Pero de inmediato matizó: "En lo tocante a las inversiones, eso naturalmente es diferente". De acuerdo con cifras del Ministerio de Economía, el volumen de inversiones alemanas directas en China se elevaba hasta 2018 a 86.000 millones de euros. Y eso dificulta un desacoplamiento.

Pero el estado de ánimo no solo está cambiando en Occidente. También la política china apunta al desacoplamiento, sobre todo desde que empresas tecnológicas chinas tienen que batírselas sin importantes chips, debido a las sanciones estadounidenses. Así que, por lo visto, la globalización se desmorona cada vez más.

(ers/rml)