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Según testimonios de los afectados, las golpizas y los abusos sexuales eran corrientes en el Schloss Wilhelminenburg. Quienes se resistían eran amenazados con ser enviados a una antigua clínica eutanásica, donde un antiguo médico nazi trataba a los niños. Tras las inyecciones los niños se quejaban de ceguera temporal y erupciones cutáneas.