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Sociedad

Asesinato en Friburgo: un trauma difícil de curar

Christoph Ricking
5 de diciembre de 2016

Tras el asesinato de una estudiante, la inseguridad crece en Friburgo, una ciudad hasta ahora ejemplar en la “cultura de acogida” a los refugiados.

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Gemalter Kapuzenmann "lauert" in Problemzone in  Freiburg Stühlinger Kirchplatz
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Haid

"Catedral, gastronomía, vino… y todo muy sostenible". Así es como Friburgo se anuncia a los turistas en Internet. Con su casco antiguo, esta ciudad de 225.000 habitantes es algo así como un mundo perfecto. Está rodeaba de viñedos, al lado de la Selva Negra y está considerada como una ciudad liberal, tolerante, joven y cosmopolita, con una población de estudiantes que supera los 40.000. La ciudad tiene también una larga historia de participación ciudadana y desde el año 2002 un alcalde ecologista. Además, cuenta con una rica cultura alternativa y una sociedad civil muy activa, bien sea por la protección del medioambiente o por la ayuda para acoger a los refugiados.

El miedo en casa

Pero, a mediados de octubre, esta imagen idílica de Friburgo se hizo añicos cuando  la estudiante de 19 años, Mary L. fue violada y encontraron su cadáver en el río Dreisam. La estudiante de medicina volvía a casa en bicicleta cuando sufrió el ataque. Y por fin, este fin de semana se detuvo a un sospechoso.

El presunto autor del crimen es un joven refugiado de 17 años de edad que llegó en 2015 de Afganistán. Y ahora la ciudad está en estado de Shock. Mary L. colaboraba ayudando a los colectivos de refugiados y terminó convirtiéndose en víctima de uno de ellos. 

"Las reacciones son variadas, sobre todo en la red”, explica Uwe Maucher, periodista del diario Badische Zeitung. "Algunos dicen que sabían que pasaría y otros que es un caso aislado y está fuera de lugar hacer condenas generalizadas”. Pero el tono se ha vuelto más "áspero y desagradable”.

Así lo sintió también la Iniciativa de Estudiantes de Friburgo para los Refugiados. La familia de la fallecida pidió donaciones al proyecto en el obituario, pero la acción fue ensombrecida por una "shitstorm”. El alcalde de Friburgo Dietar Salomon, trató de suavizar la discusión: "El hecho de que el presunto delincuente sea un joven de Afganistán echa leña al fuego de los que siempre creyeron que los refugiados eran malas personas. Sin embargo, pediría diferenciar, y espero que los friburgueses también lo hagan; el hecho de que alguien haya cometido un crimen terrible no significa que todos lo hagan”. Una postura que defiende la mayoría de los ciudadanos, que también rechazan posibles respuestas generalizadas. 

Ánimos calmados a pesar de todo

Según Uwe Maucher, en Friburgo hay una gran cultura de acogida y "mucho apoyo desde el comienzo de la crisis de los refugiados”.  Sin embargo, el asesinato de Mary L. no es lo único que estremece a la ciudad.

Pocas semanas después de los hechos, desapareció una mujer que hacía deporte en la ciudad Endigen, cerca de Friburgo. Su cadáver apareció a los cuatro días, víctima de una violación. El caso está aún sin resolver y nada indica que haya conexiones con el caso de Mary L. Pero la inseguridad aumenta, sobre todo entre las mujeres que ya no se atreven a salir a correr solas.

"Esta inseguridad se nota desde hace tiempo”, explica el periodista, refiriéndose también a zonas donde hay traficantes que venden droga en la calle. "La policía lo sabe pero no puede controlarlos. Al final se convertirá en una zona conflictiva y muchos ni se atreven a pasar”, dice Maucher. Además, también aumentaron los delitos por robo. "Tristemente hay que reconocer que la mayoría de sospechosos son solicitantes de asilo. Y ahora, con esas muertes, la mentalidad de la ciudad está cambiando”, continúa.

La mayoría de los que llegaron a Friburgo en los últimos meses no provocó ningún problema. Incluso los propios refugiados están escandalizados por la muerte de Mary L. y condenan el crimen. ¿Pero podrían provocar estos casos un cambio de actitud en la ciudad? "No cambiará tan rápido. Friburgo es una ciudad abierta y liberal”,  concluye Maucher. "Pero si consideramos internet como la vara de medida, no pondría la mano en el fuego”, añade el periodista.