1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

Aprendiendo a amar el bosque

Tamsin Walker
24 de julio de 2018

Los alemanes adoran sus bosques. Hasta tal punto que es difícil de comprender para quien no haya nacido en el país germano. Tamsin Walker se ha adentrado en el bosque para tratar de vencer sus miedos y entenderlo.

https://p.dw.com/p/320Pk
Un bosque exuberante y verde.
Imagen: DW/T. Walker

El otro día, llamé a una amiga alemana. No contestó, sino que me escribió un mensaje. Simplemente decía: "Estoy en el bosque”. Puede parecer una respuesta escasa, pero dice mucho en un país donde el bosque está tan arraigado.

Con esas cuatro palabras, no estaba tratando de describirme su ubicación física. Mas bien, me estaba dando a entender que necesitaba encontrar paz y tranquilidad. Y es que así es como entienden los alemanes el bosque.

He tratado de entender ese anhelo durante muchos años, pero de alguna manera se me escapa. La verdad es que no me gusta estar sola en el bosque. Es demasiado oscuro, hay demasiadas sombras, me inquieta el silencio bajo los árboles y con todo ello me es imposible encontrar mi paz interior.

No sé exactamente a qué le tengo miedo. Tal vez sea el elemento sorpresa, el no saber qué es lo que me espera detrás del próximo árbol, a la sombra, en silencio.

Últimamente he estado pensando que, sea cual sea el origen de mi miedo, en una época en la que se están talando árboles en todo el mundo a una velocidad sin precedentes para dar paso a monocultivos, parece absurdo tenerle miedo. En todo caso, el bosque tendría más razones para temer al ser humano.  

Al bosque

Con eso en mente, me dirijo a los montes Spessart, en el sur de Alemania. Una cadena montañosa que abarca 2.500 kilómetros cuadrados entre los estados de Baviera y Hesse. Los primeros colonos llegaron aquí durante la Edad de Bronce. El parque natural Spessart contiene la mayor zona boscosa continua del país.

No estoy sola, sino con un grupo de personas de todo el país y de todas las edades y condiciones sociales, que han venido a trabajar como voluntarias durante una semana en el Bergwaldprojekt (del alemán, proyecto de bosque de montaña). El proyecto sin ánimo de lucro se inició hace más de 30 años con el fin de acercar la gente al bosque, y ayudar al mismo tiempo a la conservación y recuperación de las áreas forestales.

Zona dañada por la tormenta con árboles aplastados.
Esta parte del bosque de Spessart tardará años en recuperarse de la ira implacable de Burghild. Imagen: DW/T. Walker

Me uno al grupo a mitad de su tercer día de trabajo. Están limpiando los daños causados por Burghild, una tormenta tan poderosa como su nombre. A principios de 2018, vientos brutales azotaron el bosque de Spessart, arrancando entre 17.000 y 20.000 árboles grandes.

Ha llevado meses remover todos los troncos caídos del lugar. Ahora, el equipo de Bergwaldprojekt está peinando las devastadas y escarpadas colinas para ayudar a los forestales locales a evaluar los daños más profundos.

Me encuentro con Armin, voluntario del proyecto desde hace ocho años. Pasa cuatro o cinco semanas al año trabajando en los bosques alemanes y me muestra lo que hay que hacer. "La tarea es ver cuántos árboles pequeños han sobrevivido a la tormenta”, dice. "Intentamos liberarlos de los que cayeron encima para que tengan la oportunidad de crecer”, explica.

Armin se sienta en lo alto del tocón de un árbol.
Después de una mañana de trabajo para recuperar arbolitos, Armin se toma un descanso en lo alto de un tocón.Imagen: DW/T. Walker

Hasta ahora, el equipo ha sido capaz de localizar y liberar un buen número de árboles jóvenes que sobrevivieron a la ira de Burghild. "Afortunadamente, aquí hemos encontrado muchos árboles pequeños que crecían debajo de los grandes”, cuenta el líder del proyecto, Christoph Wehner. En otras zonas, por el contrario, no hubo tanta suerte. "En algunas áreas tendremos que considerar replantar árboles para poder garantizar cuanto antes la próxima generación de bosque”, aclara.

La planificación a largo plazo y el cuidado continuo del patrimonio forestal del país es una piedra angular de la agenda del Bergwaldprojekt, cuyo objetivo es preservar los bosques de Alemania. Pero, sobre todo, crear conciencia de los servicios ambientales y culturales que proporciona el bosque. El enfoque, como dice Armin, ayuda a comprender mejor "la conexión entre el ser humano, el bosque, la naturaleza y los recursos”.

"Trabajando con la naturaleza”

Al finalizar la jornada de trabajo, todos se turnan para ducharse bajo una regadera. Tras refrescarse, el grupo se reúne entorno a una mesa larga bajo un enorme nogal. Es hora de disfrutar de un festín de cultivo orgánico preparado por Chris, cocinero a tiempo parcial y residente de Bergwald, que se ocupará de la comida durante esta semana.

Regaderas delante de una tienda de campaña.
La ducha no tiene que implicar un flujo continuo de agua caliente.Imagen: DW/T. Walker

Chris explica que durante las conversaciones de sobremesa, es cuando muchos voluntarios comienzan a entender las relaciones entre el uso de la tierra, los ecosistemas forestales, los paisajes culturales, el cambio climático y su propio papel.

"La gente se da cuenta de que sus vidas tienen tanto que ver con el bosque como el bosque con sus vidas”, explica.

Mientras escucho las conversaciones sobre los muchos y complejos temas del día, me sorprende un comentario hecho por Jonas, un joven aprendiz de guardabosques que se desilusionó con nuestros hábitos de consumo después de un año trabajando en un supermercado al por mayor.

"Cuando uno ve cuánta comida y envases se desechan a diario, se pone a reflexionar”, cuenta Jonas y añade que se inició en la silvicultura tras preguntarse qué es lo que realmente importa en la vida. "Aquí, todo se hace sobre una base sostenible. Trabajamos con la naturaleza y no contra ella”.

A favor y no en contra. Una simple observación, pero que encierra una verdad aterradora. Así como nuestra voluntad colectiva para ignorar estas simples realidades.

Anochecer en el bosque

A medida que termina el largo día de verano y se acerca la noche, abordo mi miedo al bosque. Después de todo, mi viaje también tiene lugar para enfrentarme a él. Con audacia, y en el fondo en broma, sugiero que debería dormir bajo los árboles y no bajo el techo de la vieja casa solitaria, donde ya está colocada mi esterilla de camping.

La luz se filtra a través de la densa cobertura arbórea.
Simplemente hermoso.Imagen: DW/T. Walker

Chris responde que aunque no duerma en el bosque, al menos debería aventurarme en él al anochecer. No tanto para para superar mis miedos, sino para experimentar la magia de la naturaleza por la noche y disfrutar del baile de las luciérnagas. Le pido que me acompañe.

Todavía no nos hemos adentrado en las profundidades del bosque cuando algo luminoso revolotea ante mí. Es el comienzo de un encuentro inolvidable con el bosque.

Nos sentamos sobre un lecho de hojas escuchando el silencio de la noche, interrumpido por el ladrido de un corzo a lo lejos. Nos rodean innumerables luciérnagas. A veces se acercan tanto como si quisieran susurrarnos algo. No sé cuánto tiempo estuvimos, pero fue suficiente para que me cautivara completamente. Éste es un cuento de hadas muy especial. Una leyenda viviente. Un bosque encantado del que no quiero huir.

Cuando finalmente me acuesto para descansar sobre mi esterilla, me duermo pensando en el bosque que hay fuera de mi ventana, en la vida que rebosa en él y la paz que se siente al sentarse entre los árboles que son sus pilares.

Unas horas después, al despertarme, persisten esos mismos pensamientos. Tengo sueño, pero me levanto, me visto y salgo fuera. Son las 5:30 de la mañana, el sol no ha salido del todo todavía, y regreso al bosque. Yo sola. Y me gusta en cierto modo.

Autor: Tamsin Walker (AR/CP)

Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos en Facebook | Twitter | YouTube |