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Aprender de los monjes

epd/jw (pk)21 de enero de 2009

San Benedicto promovió el ayuno e instó a la moderación en la comida y la bebida. En el monasterio benedictino de Alpirsbach puede aprenderse cómo los monjes eludieron esas ordenanzas monásticas.

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Iglesia y monasterio de Alpirsbach.Imagen: picture-alliance / Bildagentur Huber

No puede envidiarse a quienes vivían antes en los monasterios. La vida estaba sumamente regulada. Según el principio “reza y trabaja” los monjes oraban hasta nueve horas al día (también por la noche). Pasaban mucho tiempo en celdas sin calefacción. Abstinencia, ascetismo y renuncia caracterizaban sus vidas muchas veces cortas y tristes. Desde la perspectiva de hoy, su vida era austera: no comían carne, ni grasa, ni productos lácteos. Como compensación había una multitud de días festivos con una cena caliente.

Sólo lo más necesario

Klosterkirche Alpirsbach
La renuncia marcaba la vida de los monjes.Imagen: picture-alliance / Bildagentur Huber

“No puede sorprender que los monjes fueran presa de deseos literalmente carnales”, dice la historiadora Dagmar Schumacher, de Karlsruhe, que en los recorridos especiales a través el antiguo monasterio benedictino de Alpirsbach (Baden-Wurtemberg) informa gráficamente sobre la vida austera de los monjes en la Edad Media.

Según las reglas de Benedicto, el fundador de la orden, cada monje debía recibir sólo los alimentos imprescindibles. Componentes básicos de las comidas calientes eran granos, legumbres y frutas. Sólo enfermos recibían carne. Los huevos y productos lácteos estaban prohibidos. La comida se realizaba en silencio completo, interrumpido sólo por largas lecturas de textos bíblicos u otros textos religiosos. También había numerosos días –que podían sumar hasta seis meses por año– con sólo una comida caliente.

“La discusión sobre los pollos” permitió el consumo de aves

Klosterkirche Alpirsbach
La vida en el monasterio seguía rígidas reglas.Imagen: picture-alliance / akg-images / Hedda Eid

No puede extrañar entonces que los monjes no pudieran soportar esas ordenanzas sumamente estrictas. Por ello desarrollaron cada vez más estrategias de supervivencia, dice la historiadora Schumacher. Por ejemplo, aprendieron un tipo de lenguaje de signos, con el cual lograron comunicarse fluidamente sin romper el voto del silencio. De esa forma lograron evadir creativamente también los numerosos reglamentos de ayuno.

Como también en días festivos estaba permitido comer pescado, éste era un alimento frecuente en la mesa de los monasterios. Después de una larga “discusión sobre los pollos” en el siglo XI fue permitido el consumo de aves porque, según la versión bíblica, las aves fueron creadas el mismo día que los peces.

Pruebas medievales

Tampoco la estricta prohibición en relación con la carne logró mantenerse: después de muchos intentos y negociaciones, el papa Benedicto XII levantó la restricción en 1336. A partir de entonces estuvo permitido comer carne hasta tres veces al día. Además los monjes astutos recurrían a reglamentos especiales: por ejemplo como el ayuno no se aplicaba a los enfermos, fingían estar mal de salud, disfrutando así de las delicias prohibidas.

Los participantes en el recorrido pueden ver asimismo los utensilios y cubiertos que se utilizaban para cocinar en los siglos XV y XVI. Además se ofrecen pruebas de comidas y bebidas preparadas según recetas medievales originales.