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Pacto migratorio: los refugiados no son armas, son personas

Barbara Wesel
24 de septiembre de 2021

Un año después de que la Comisión de la Unión Europea presentara su pacto migratorio, los Estados miembros están tan divididos como siempre sobre la política de refugiados, opina Barbara Wesel.

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Frontera polaca entre Polonia y Bielorrusia.
Frontera polaca entre Polonia y Bielorrusia.Imagen: Kacper Pempel/REUTERS

Hace un año, en Bruselas, la Comisión puso sobre la mesa una nueva propuesta para una política común de asilo y refugiados para poner fin a la disputa crónica. Pero de nuevo -y como era de esperar- no surgió nada del acuerdo sobre la distribución de refugiados. Algunos países incluso utilizan las medidas defensivas más duras del llamado pacto migratorio para sellar sus fronteras tan herméticamente que el derecho internacional y el sentido humanitario se quedan por el camino.

El año pasado, el presidente turco, RecepTayyip Erdogan, envió a miles de refugiados a la frontera con Grecia para presionar a la Unión Europea. Este verano, el gobernante bielorruso Lukashenko copió ese método: recogieron a iraquíes y afganos en avión y los dejaron en las fronteras con Lituania y Polonia. Este acto fue muy criticado, de hecho, durante mucho tiempo, él ha sido un paria internacional sancionado.

Muerto en la frontera polaca

El gobierno de Varsovia está utilizando a estas personas, que ahora están atrapadas en tierra de nadie y en la frontera entre dos países, para lanzar una guerra propagandística contra Lukashenko y, como muestra de una inquebrantable dureza, contra los refugiados. Hace unos días se reportaron las primeras muertes en esta exhibición de combate: cuatro personas murieron congeladas debido al frío nocturno.

Pero quizás, durante mucho tiempo, haya habido más muertes que las víctimas reportadas por la policía fronteriza polaca, porque desde que el gobierno impuso el estado de emergencia en la región de frontera, se ha bloqueado a observadores civiles y a medios de comunicación. Aparentemente, las autoridades no quieren ser observadas, y no hace mucho incluso impidieron que las organizaciones humanitarias proporcionaran alimentos y ropa a los refugiados.

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.
Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.

Entretanto, la situación es ahora tan preocupante que la Agencia de la ONU para los Refugiados está pidiendo a Polonia que cumpla con un mínimo de obligaciones humanitarias y permita que los operadores humanitarios entren en contacto con las personas varadas, necesitadas de ayuda médica y protección contra el invierno, que parece estar llegando.

Polonia, en cambio, para evitar la injerencia internacional ha declarado el estado de emergencia con el argumento de que unos miles de refugiados pondrían en peligro la seguridad del Estado. Esta medida es tan vergonzosa como transparente. Se habla de una guerra híbrida por parte del gobernante bielorruso Lukashenko, pero los refugiados no son armas, son personas. La UE debería habérselo recordado al gobierno de Varsovia hace mucho tiempo, pero ahora todo parece estar permitido si se trata de proteger las fronteras exteriores de la UE.

Grecia también se perfila con dureza

Los polacos aprendieron el principio de no permitir que los observen, durante la protección de fronteras, del gobierno griego. Hace mucho tiempo que los griegos declararon como área militar la frontera con Turquía, a lo largo del río Evros; es un área militar restringida, nadie pueda ver lo que sucede allí.

Se informa una y otra vez que la policía fronteriza griega acoge a los refugiados, que ya han llegado a suelo europeo, y los empuja de regreso a través de la frontera sin ningún problema. Estas devoluciones o push backs están prohibidas por el derecho internacional. Varias veces, los periodistas pudieron verificarlo, pero la mayoría de los casos, las devoluciones tienen lugar en la zona militar restringida, a puerta cerrada.

Grecia también está aprovechando la nueva opción de mantener a los migrantes en campos totalmente cerrados. En realidad, esto solo está permitido durante un breve período de tiempo, mientras se compruebe el grado necesario de protección de la persona. Pero muchos iraquíes, afganos y otros refugiados han estado en campamentos de acogida durante años sin perspectivas de comenzar una nueva vida en ningún lado.

El viento sopla en otra dirección en la UE

El ministro griego de Migración acaba de presentar la tecnología de vigilancia digital en Atenas que se utilizará en el futuro para controlar campamentos cerrados, como el que acaba de abrir en Lesbos. Si el gobierno conservador de Atenas invirtiera una cantidad similar de energía en acelerar el proceso de asilo, miles y miles de migrantes no tendrían que esperar a sus decisiones. Pero también aquí la humanidad se ha convertido, desde hace mucho tiempo, en un activo político.

En la UE, el viento sopla en otra dirección. Cada vez más gobiernos, no solo en Europa del Este, sino también en Dinamarca y Suecia, por ejemplo, han dejado que las puertas se cierren de golpe. Y la Comisión en Bruselas actúa más acorde a dichos cambios. Los despiadados protectores de las fronteras exteriores europeas son elogiados en lugar de criticados. Malos tiempos para todos aquellos que esperan protección y ayuda de Europa y de sus valores.

(rmr/cp)