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Afganistán: falta de visión política

Sandra Petersmann (ER/CP)30 de septiembre de 2015

En Afganistán vuelve a correr sangre, sobre todo la de civiles. Las tropas internacionales no pudieron establecer la paz, porque se les encomendaron tareas que corresponden a los políticos, opina Sandra Petersmann.

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Imagen: Getty Images/AFP

¿Debemos preguntarnos quién tiene la culpa? Sí, debemos. Intentaré explicar por qué: el movimiento talibán celebra nada menos que en Kunduz la mayor victoria militar desde el derrocamiento de su régimen, a fines de 2001. Con esto, hasta al último político de Berlín debe haberle quedado claro que la misión alemana no llevó la paz a Kunduz, pese a una operación de trece años que costó millones y en la que muchos soldados germanos perdieron la vida.

Pero no se trata solo de Kunduz ni del ejército alemán. La OTAN, como un todo, no llevó la paz a Afganistán. En el momento cúspide, la poderosa alianza llegó a tener más de 130.000 soldados en ese país. La misión de combate de las tropas de la OTAN terminó el pasado mes de diciembre. Pero en la mayoría de las provincias afganas ha vuelto a correr la sangre, sobre todo de civiles. La caída de Kunduz debe ser vista, por lo tanto, en un contexto afgano mayor.

Alta complejidad

Y el contexto afgano siempre tuvo un carácter muy internacional. En Afganistán nunca hubo solo blanco o negro, bueno o malo. La complejidad de la situación queda de manifiesto en el caso de Kunduz: por esa provincia norteña y su capital, que lleva el mismo nombre, pasan importantes rutas de comercio y contrabando. Por ellas fluyen principalmente drogas y armas.

Eso inyecta dinero en las arcas de los combatientes. Estos se adscriben al agrupo talibán o a Al Qaeda, otros adhieren al Estado Islámico o pertenecen a las milicias de los múltiples caudillos locales. O pertenecen a las filas del gobierno. Casi todos tienen aliados en el extranjero: en Pakistán, Irán, Uzbekistán, Tayikistán o Rusia, en países árabes o en Occidente.

Frentes difusos

Los civiles tienen, en suma, muchos enemigos en Kunduz. Están atrapados entre frentes difusos. Y algo similar ocurre en todo el país. Demos una mirada retrospectiva al drama afgano: cuando comenzó la intervención liderada por Estados Unidos, en octubre de 2001, lo central era la represalia y la captura de Osama bin Laden, y no la construcción de un Estado democrático. A los militares se les asignaron tareas que la esfera política no sabía cómo abordar. No hubo una visión clara, con objetivos políticos mancomunados, nítidamente formulados.

Ahora se pagan las consecuencias. También las del hecho de que la OTAN haya convertido a los caudillos en socios. Muchos de esos poderosos caudillos guerreros están hoy en puntos claves del entramado de poder. Muchos nadan en dinero, mientras sus milicias aterrorizan a la población civil. También en Kunduz. Por eso, para el movimiento talibán ha sido tan fácil recuperar el terreno perdido.

Esfuerzo diplomático

Cerrar la puerta y dejar solos a los afganos sería la solución más fácil. Pero, a mi parecer, sería un crimen ético. También nosotros, en Alemania, somos responsables. También nosotros ayudamos a crear las nuevas estructuras de poder afganas y generamos grandes esperanzas en la población. ¿Es acaso casual que tantos refugiados afganos quieran venir Alemania justamente ahora?

Sandra Petersmann.
Sandra Petersmann.Imagen: DW/Christel Becker-Rau

Lo que Afganistán necesita es un sincero esfuerzo político y diplomático, que no hubo en la invasión de 2001. Solo cuando se logre acuerdo en torno a los objetivos políticos se podrá responder la pregunta de cuánto tiempo se requerirá todavía al ejército alemán en Afganistán. Pero si anteponemos lo militar a lo político, repetiremos nuestro fracaso.