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Sociedad

Argentina: nueve años de la ley de identidad de género

Lea Uría
10 de mayo de 2021

Lea Marie Uría, periodista trans argentina residente en Berlín, cuenta cómo esta norma le cambió la vida, aun viviendo en Alemania.

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Regenbogenfahne
Imagen: picture alliance / Arco Images GmbH

Ahora que se cumplieron nueve años de la ley de identidad de género argentina, quiero compartir -a modo de homenaje a quienes la impulsaron- mi experiencia como persona trans argentina residente en Berlín, Alemania. Es una ley que me cambió la vida, aun estando en otro país. Incluso la mencionamos como ejemplo en los discursos de varias marchas de organizaciones LGBTQI + al Bundestag (Parlamento alemán) en las que participé para pedir la actualización de la ley trans alemana. Que la ley argentina sea vista como modelo no significa que no pueda ser mejorada. Más adelante hablaré de este punto. Pero creo que es una referencia muy buena ahora que se discuten leyes de autodeterminación de género en varios países europeos y obviamente estoy muy agradecida a quienes impulsaron esa ley, que se aprobó justamente cuando yo emigraba a Alemania.

En mi caso, el primer documento como mujer trans que tuve no fue el argentino sino el que emite la Asociación Alemana para la Identidad Trans y la Intersexualidad (DGTI, por sus siglas en alemán). Es un documento complementario (Ergänzungsausweis en alemán) pensado para que puedas probar o afirmar tu identidad como persona trans mientras esperas tu documento definitivo. Fue una ayuda importante en su momento, pero de impacto limitado. Por un lado, en mi trabajo la reconocieron enseguida. Por lo tanto, a los efectos de mi labor de periodista fui reconocida como mujer trans y mi nombre se actualizó inmediatamente. El tema era que si los pagos y aportes iban a realizarse bajo mi nombre de mujer, lo lógico era cambiar mi nombre y género en la cuenta bancaria, ante la dirección de impuestos, en el seguro de salud y en la seguridad social. Eso me daba bastante inseguridad y puse manos a la obra. Ahí me dijeron que no en todos los lugares con el argumento de que el documento complementario era insuficiente, salvo en la seguridad social, donde aceptaron cambiar mi nombre y género con la condición que les entregara un documento argentino como mujer después. Y para cambiar mi nombre ante el fisco, se requería también cambiar mi nombre y género en la oficina pública alemana (Bürgeramt), lo que abría todo un laberinto de incertidumbre, ya que ahí estaba registrada con mi pasaporte español y la ley trans española es muchísimo más engorrosa que la argentina. En fin, parecía una montaña imposible de atravesar. Pero tuve que procesar esos "no” y seguir adelante. De algún modo, todo seguía funcionando igual a pesar de la "discrepancia” de nombres, aunque obviamente eso tenía un costo para mí, que quería dejar definitivamente atrás la "doble vida” de ser una mujer solo en el espacio íntimo, como si mi condición de mujer trans fuera algo vergonzante. También se logró que aceptaran mi declaración de impuestos con mi nombre y género actuales. Y paralelamente iba gestionando la corrección de mi documento y partida de nacimiento según la ley argentina.

Recuerdo también un día que fui al correo a buscar un paquete que estaba bajo mi nombre actual y entonces -a falta de otra documentación para probar mi identidad- les mostré como solía hacer mi documento complementario emitido por la DGTI. Normalmente no tenía problema, pero ese día me atendió un hombre que me dijo que si ese era un documento complementario tenía que exhibir mi documento real para que me dieran el paquete. Le contesté que ese era un paso innecesario ya que el paquete había sido enviado con mi nombre actual, así que no entendía por qué tenía que mostrar otro documento.  "Si este es un documento complementario, entonces me tiene que mostrar el otro documento”, insistió. Le dije que era una mujer trans y que no quería mostrar un documento que en realidad no tenía nada que ver con mi identidad. No hubo caso. En otras palabras, mi identidad no era real. O era insuficiente. O era inadecuada. Humillada, tuve que aceptar mostrarle mi "documento real” y me fui con el paquete a mi casa lagrimeando. Otro día se rieron de mí en un aeropuerto: no sé por qué sonó el detector de metales cuando estaba pasando por los controles antes de abordar un avión. Entonces se activa la segunda parte del control en el que una persona te palpa para revisar que no lleves nada prohibido. Este control está dividido entre hombres y mujeres. Entonces la chica y el chico a cargo de hacerlo se miraron sin saber a quién le correspondía realizar el control en mi caso. Se tentaron y se empezaron a reír sin parar. Después me pidieron disculpas y la chica me hizo el control… Etcétera.

A pesar de que había hecho avances importantes, estas situaciones me hacían dudar de que lo que quería o necesitaba fuera posible. Sentía como si en realidad no me creyeran del todo y que tenía que activar toda la resiliencia de la que fuera capaz para activar los cambios.

Obviamente eso no hacía más que aumentar mi ansiedad para recibir mi documento de mujer según la ley de identidad de género argentina. En un principio me habían dicho que el cambio iba a ser rapidísimo y que iba a recibir mi partida de nacimiento en el consulado argentino en Berlín -donde hice la gestión- en cuestión de semanas. Después eso no fue así: en vez de semanas fueron meses y en un momento no sabían decirme cuál era el estado del trámite. Entonces me preocupé y les conté la situación a varias personas que me ayudaron en forma desinteresada y me dieron contactos que le pudieron dar seguimiento a mi trámite y pasarme información actualizada. Así pude esperar más tranquila hasta que finalmente sucedió. Y entonces sí pude actualizar mis datos en varios organismos. Fue un alivio increíble.

Lea Marie Uria, Journalistin der DW
Lea Marie Uría.Imagen: DW

Recuerdo la reverencia con la que recibieron mi documento argentino de mujer en el seguro de salud. Un señor de unos 60 años se encargó de mi trámite. Miraba mi documento como si fuera una especie de tesoro de otro planeta. Y con un respeto inocultable -y una sonrisa evidente, que revelaba satisfacción por poder cumplir la ley a rajatabla, en la mejor tradición alemana– procedió a hacer los cambios del caso. Respeto, por fin... De eso se trata al final. Ni más ni menos. Al fin y al cabo se trata de inclusión: si no tenés un documento que acredite tu identidad, ¿cómo podés ser respetada como persona? ¿Cómo podés desarrollarte? ¿Tener trabajo? En mi opinión, este es el argumento más fuerte a favor de la adopción de leyes de autodeterminación de género a escala mundial. Se trata del derecho a la  identidad. Por eso mismo, también habría que mejorar  la ley argentina de modo que reconozca identidades de personas no binarias y sea aplicada en forma uniforme en todo el país. Esto dicho sin desmerecer el avance gigantesco que supuso.

Bueno, quedaba un punto todavía: el de mi registro en la oficina pública alemana. A esa altura ya había pedido también la corrección de mi documentación española. Fue un proceso mucho más complicado en comparación con la ley argentina: requirió de informes médicos y psicológicos, asesoramiento especializado de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) española, de la insistencia del consulado español en Berlín y del fuerte apoyo y consejo de mis amigas españolas, sin las cuales no lo hubiese logrado. Eso llegó también aunque tuve que pasar un momento de incertidumbre muy fuerte cuando se venció mi pasaporte español -que igualmente estaba desactualizado- ya en plena pandemia y me quedé varios meses sin una documentación europea vigente que me habilitara a vivir en Berlín.

Ahora que eso también quedó atrás, pedí la ciudadanía alemana como mujer trans. Y mientras espero que ese sueño se me cumpla, sigo llevando en mi cartera el documento complementario de la DGTI y mi cédula argentina. Al fin y al cabo esa es otra de las lecciones que aprendí: solo si tengo presente de dónde vengo, voy a tener fuerzas para llegar a donde voy.