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UE: ¿habría que cerrar el grifo financiero a Turquía?

Klaus Dahmann
20 de abril de 2017

Tras el referendo turco, aumenta el poder del presidente. Los críticos ven en peligro la democracia y el Estado de Derecho. Políticos de la UE exigen recortar los prometidos miles de millones para el proceso de adhesión.

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Symbolfoto - EU-Beitrittsverhandlungen mit der Türkei
Imagen: picture-alliance/dpa/F. Rumpenhorst

Según la Comisión Europea (UE), Recep Tayyip Erdogan sobrepasa una "línea roja” con su declaración de querer volver a introducir la pena de muerte en su país. De igual manera se cuestiona en Bruselas su posible adhesión a la UE, lo que significaría el fin de los miles de millones de ayuda que la UE prometió en su camino a convertirse en estado miembro. Se trata de nada más y nada menos que de 4.500 millones de euros, entre 2014 y 2020.

 

Más información:

-OSCE critica estándares del referendo turco

-Dossier: Turquía, una elección determinante

 

¿Adiós adhesión?

Las negociaciones con Ankara sobre la adhesión llegaron en 2016 a un punto muerto. Para Herbert Reul, presidente de la Unión en el Parlamento Europeo, "el caso está claramente cerrado”. El Ministro de Exteriores de Austria, Sebastian Kurz, también habló al diario alemán Bild de que hay que dejar bien claro que "no va a fluir dinero hacia Turquía para una adhesión que no tendrá lugar”.

Si se observa más detenidamente el flujo actual de dinero hacia Turquía, los miles de millones se reducen a millones. La UE transfirió casi cinco mil millones de euros hasta 2013, pero desde 2014, se ha convertido en un goteo de apenas 167 millones de euros en los últimos tres años. Bruselas, de hecho, ha desembolsado menos del 4 por ciento de lo acordado.

EU Türkei Mogherini und Hahn in Ankara
Imagen: picture-alliance/AA/F. Aktas

Dinero con cuentagotas

Esto no sucedió porque la Comisión, que administra el presupuesto, ha cerrado el grifo lentamente, sino porque las subvenciones tienen que invertirse en proyecto concretos. El dinero no se transfiere directamente al Gobierno turco. Turquía ha carecido en los últimos años de proyectos dignos de fomento, sobre todo, en el ámbito de la democracia y del Estado de Derecho, donde tendría que recaer un tercio del presupuesto. Por eso, la Comisión ha paralizado algunos programas, asegura Reul: "No se abonarán más medios económicos para la creación del Estado de Derecho, porque Erdogan despidió a todos los trabajadores del ámbito judicial que tenían pies y cabeza”.

¿Seguir negociando o no?

Para bloquear en su totalidad la ayuda de miles de millones de euros, Bruselas tendría primero que cancelar oficialmente el proceso de adhesión de Turquía. Los ministros de la UE debatirán sobre el tema a finales de abril en un encuentro informal. Esta decisión solo pueden aprobarla por unanimidad los jefes de Gobierno y Estado.

Sin embargo, parece imposible por el momento. El Gobierno alemán tampoco ha dicho la última palabra sobre la adhesión turca a la UE. El Ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, aseguró que la pena de muerte en Turquía "significaría el fin del sueño europeo”. Reul, por otro lado, comenta que de momento la pregunta es "si es inteligente seguir negociando con Turquía o romper los lazos de las negociaciones”.

EU Türkei Mogherini und Hahn in Ankara
Imagen: picture-alliance/AA/F. Aktas

Una mejor sociedad civil

Con respecto a las ayudas económicas para la adhesión, la UE podría aprobar "darle los medios económicos a la sociedad civil y no al Gobierno, para que pueda generarse un contrapeso”, añade Reul. Esta visión la apoyan otros políticos en la UE. De hecho, Bruselas ya apoya a organizaciones de la sociedad civil, como iniciativas contra la violencia de género, los homosexuales y apoyo a abogados de derechos humanos.

A pesar de todo, no es suficiente con transferir dinero a la sociedad civil, también hay que recuperar las ONG que Erdogan vigila con lupa, al igual que a los políticos de la oposición y a los periodistas críticos con su gobierno. Desde el intento de golpe de Estado del pasado verano, más de cien ONG fueron prohibidas y se encarceló a feministas y a activistas, condenándolos por pertenecer al movimiento de Gülen o ser cercanos al proscrito partido prokurdo PKK. El margen de maniobra para la sociedad civil turca es cada vez menor.

 Klaus Dahmann (RMR/DZC)