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En la época de Ceausescu miles de mineros extraían hulla en las galerías del valle de Jiu. Los operarios eran en su mayoría trabajadores sin cualificar, enrolados en cualquier parte del país. Pero a finales del pasado siglo comenzaron a cerrarse los primeros pozos, y los enfurecidos mineros marcharon hacia Bucarest para gritar su ira ante la sede de gobierno. Hoy ya no hay revueltas. Viven en bloques de viviendas arruinadas y algunos extraen por sus propios medios carbón para calentar a la familia.