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Opinión: ¿Revolución? No, gracias

Astrid Prange (CP/ ERS)23 de enero de 2015

A pesar de que planea retomar las relaciones diplomáticas con EE. UU., en Cuba la guerra fría no parece haber terminado todavía, opina Astrid Prange.

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Imagen: picture-alliance/dpa

Ante las históricas negociaciones para la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE. UU., La Habana pisa el freno y empiezan a sonar señales de alarma. ¿Qué actitud puede tomar el gobierno de Raúl Castro en un momento en el que la política revolucionaria de Barack Obama parece poner en duda los logros de la Revolución Cubana?

Cuba teme perder a su enemigo número uno, y por buenas razones. Después de todo, la enemistad entre EE. UU. y Cuba es uno de los pilares sobre los que se apoya y legitima la dictadura socialista. Sin la campaña contra el “imperialismo estadounidense” resultaría difícil argumentar por qué en Cuba solo existe un partido político. Sin el embargo no habría justificación posible para el desabastecimiento y el fracaso económico. Es por eso que la “vieja guardia” de la revolución cubana no quiere saber nada acerca de una “normalización” de las relaciones con el país del norte. Ya al comienzo de las negociaciones, un portavoz del Ministerio cubano de Relaciones Exteriores dijo, a sabiendas, que la reanudación de las relaciones diplomáticas no significa de ningún modo lo mismo que una normalización de las relaciones.

Astrid Prange, de Deutsche Welle.
Astrid Prange, de Deutsche Welle.Imagen: DW/P. Henriksen

Lucha por el poder y herencia revolucionaria

Tras más de 50 años de socialismo, el gobierno de La Habana no puede ni quiere tirar sus principios por la borda sin cuestionarse a sí miso. Para el régimen de los Castro, lo más importante es mantenerse en el poder, y para Obama, todo gira alrededor de intereses económicos y éxitos en política exterior. Retomar las relaciones diplomáticas es, debido a eso, atractivo para ambos países, aunque por diferentes motivos.

El gobierno de La Habana bien puede apuntarse un tanto a nivel político, ya que logró que Washington hiciera más concesiones de las que Cuba misma estaba dispuesta a hacer. Así, los familiares de ciudadanos cubanos que viven en EE. UU. pueden, gracias al amable permiso de Obama, enviar más dólares a la isla. Y la cantidad de estadounidenses que visitan Cuba, el último bastión del socialismo, seguramente aumentará gracias a facilidades en los trámites de visado y a nuevas conexiones aéreas.

La dependencia de Cuba de las transferencias de dinero de EE. UU. es una de las varias contradicciones de la relación simbiótica entre ambos países. También el abastecimiento de alimentos para la población cubana no sería posible sin la ayuda de sus vecinos del norte, ya que EE. UU. es, a pesar del embargo, el principal proveedor de productos alimenticios importados y, por tanto, el cuarto mayor socio de la isla.

Votación con los pies

En la práctica, la normalización de las relaciones ya hace tiempo está en marcha. Gracias a internet, los fans cubanos pueden alentar a sus ídolos de la liga de baseball estadounidense, saben qué tendencias están de moda en Miami. Cerca de dos millones de cubanos viven actualmente en EE. UU. Debido a las facilidades de visado introducidas en 2013 llegan a ese país cerca de 50.000 “refugiados” cubanos más cada año.

Por lo tanto, al régimen de Castro no le queda demasiado tiempo para rescatar las conquistas de la revolución y transportarlas hacia una nueva era. Lo paradójico es que para los antiguos revolucionarios de La Habana las revueltas políticas y los movimientos en pro de la liberación son una verdadera pesadilla. Por eso no sorprende que Cuba haga todo lo posible para aplazar durante el mayor tiempo posible la normalización de las relaciones con EE. UU.