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Reforma de la NSA: una pugna desquiciada

Gero Schließ 3 de junio de 2015

El Senado de EE.UU. no logró acuerdo sobre la reforma de la NSA, quedando sin vigor importantes cláusulas de la ley que la rige. La confrontación política en Washington pone en peligro la seguridad, opina Gero Schließ.

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Imagen: picture-alliance/dpa/CTK/Z. Ryzner

Comparado con lo que ocurre en el Senado estadounidense, un manicomio es poco. El caos y la confusión imperantes en la influyente cámara alta del Congreso de Estados Unidos alcanzaron un nuevo clímax en la pugna en torno a la reforma de la NSA. De seguro los prolegómenos de la campaña electoral exigen tributos. Y han envenenado adicionalmente el ambiente político en Washington, ya de por sí marcado por un ánimo de confrontación. Pero ¿quién habría pensado que los actores llevarían su juego político en el Senado hasta el punto de afectar intereses de seguridad muy concretos? ¿Y quién habría sospechado que los responsables serían los republicanos, que desde las últimas elecciones tienen también mayoría en el Senado? A primera vista, parece realmente curioso que el partido de John McCain, un halcón en materia de seguridad, sea el culpable de que la NSA haya tenido que desenchufar de momento sus computadoras y de que potenciales enemigos de Estados Unidos puedan discutir sin problemas sus eventuales planes de atentados por vía telefónica.

No hay bloques monolíticos

Pero ocurre que en Estados Unidos los partidos no son bloques monolíticos, y menos el Republicano. Más bien son un grupo variopinto, en el que cada vez más precandidatos presidenciales dan la cara y hacen campaña electoral sin contemplaciones con los intereses del partido y del país. Aparte de los halcones, también representantes del Teaparty luchan por ganar influencia. Los primeros quieren un ejército fuerte y amplia seguridad; los segundos, menos presencia del Estado y de Washington y, en consecuencia, la menor vigilancia posible. Conservadores de la corriente mayoritaria, como John McCain, combaten a figuras liberales como el candidato presidencial Rand Paul. Pero algo tienen ambos en común: ninguno pierde oportunidad de perfilarse.

El fiasco del Senado, sin embargo, no se puede explicar únicamente con el argumento de la campaña electoral. La profunda brecha entre las alas del partido Republicano y entre sus dirigentes son conocidas desde hace tiempo. Pero los líderes de la mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes. Mitch McConnell y John Boehner, no han conseguido superarlas ni en lo más mínimo. Por el contrario: con su mal manejo de la discusión parlamentaria sobre la reforma de la NSA, McConnell contribuyó decisivamente a la confrontación interna. Fue un error capital retrasar la votación sobre un asunto tan relevante hasta el último día, en un intento de forzar así la decisión que él quería. Al final, de poco le sirvió a McConnell modificar en el último minuto su postura sobre la ley de reforma que había combatido.

Gero Schließ, corresponsal en Washington.
Gero Schließ, corresponsal en Washington.

El fracaso de los republicanos

Los republicanos no han hecho mucho desde que tienen mayoría en ambas cámaras del Congreso. Ni pensar qué ocurriría si en su actual estado de división ejercieran el poder también en la Casa Blanca. El desastre de la reforma de la NSA equivale para ellos a una oportunidad desperdiciada de mostrar capacidad de gobernar. Pero para el país, involucrado en tantas guerras, hay aún más en juego: la seguridad exterior e interior. Desde el domingo, Estados Unidos se ha vuelto un lugar menos seguro.