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OPEP: 50 años

10 de septiembre de 2010

Sentada sobre la materia prima básica de la sociedad moderna, la OPEP alcanzó en los 80 un poder inaudito. Que lo vuelva a tener es una cuestión de tiempo y de agotamiento de las reservas de los demás.

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La sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo en Viena.Imagen: AP

Hace 50 años, del 10 al 14 de septiembre de 1960, representantes de Irak, Irán, Kuwait, Arabia Saudí y Venezuela se encontraron en Bagdad para una conferencia en la cual se fundó la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la OPEP. Este cartel cumple medio siglo de vida.

Dos veces por año se reúnen en Viena los ministros de Energía y Petróleo de los países productores para comparar su oferta, analizar la demanda y sacar conclusiones. El objetivo no es conseguir los precios más altos posibles, sino asegurar, a largo plazo, que esta materia prima sea la base de su economía. Los países miembros no pueden poner en el mercado más petróleo del que se demanda, para evitar la caída del precio.

¿Y quién le puede prohibir algo a la OPEP?

Cuando a comienzos de los años 70, los países productores de petróleo decidieron ponerse de acuerdo en reducir su oferta y a ligarla con exigencias políticas, los demás países, empresarios y consumidores tuvieron que aceptarlo, a regañadientes. La guerra en Cercano Oriente había empezado, y la OPEP empezó a boicotear el suministro a Estados Unidos y hacia Europa; los países árabes querían hacer presión para que Israel saliera de los territorios palestinos. Medidas de ahorro –como los días libres de automóviles- fueron parte de la respuesta.

En ese entonces, la indignación y la rabia impotente por el comportamiento de la OPEP eran grandes. A algunas décadas de distancia, en realidad habría que estarle agradecidos. El cartel petrolero dejó claro a los países consumidores cuán dependientes se habían vuelto del oro negro. Y eso tuvo algo curativo: después del primer impacto por el precio del petróleo acordado por la OPEP, se comenzó a reflexionar acerca de vías de cómo poder independizarse de él.

Austrian police stands on
Imagen: AP

A los otros, se les acaba el petróleo

Desde ahí ha pasado mucho. En 1980, la organización alcanzó la cúspide de su poder y podía dictar los precios que quisiera. Esto despertó a otros productores que no estaban en el club: hoy sólo un 40 por ciento del petróleo del mundo proviene de fuentes de países de la OPEP. Además, los países miembros no siempre han mantenido las cuotas determinadas, lo que convirtió a la organización, en la década de los 1990, en un tigre de papel.

No hay que engañarse: el cartel volverá a tener más poder del que quisieran los países no productores. Muchos países no miembros de la OPEP van acabando con sus reservas, mientras que en el subsuelo de los 12 países de la organización siguen estando las tres cuartas partes de las reservas mundiales de oro negro. A esto hay que sumar que en las economías emergentes, como China, la demanda de energía aumenta incesantemente. Es decir, es sólo cuestión de tiempo y el precio del petróleo volverá a subir. Algunos miembros de la OPEP ven en 400 dólares por barril de petróleo un precio realista.

Como el drogadicto

Queda claro: como el drogadicto de la aguja para pincharse, depende el mundo moderno del petróleo. Y aunque se intente ser ahorrativos con esta materia prima, aislar las casas, inventar nuevos mecanismos de producción y fomentar energías regenerativas, mientras automóviles, aviones y casi todos los productos que nos rodean tengan que ver con él, la dependencia está asegurada. Y el petróleo está en todos lados: en computadores, teléfonos, superficies de escritorio, en la taza del café. Las generaciones futuras probablemente maldigan al siglo XX por haberlo malgastado.

En realidad, se trata en una carrera contra el tiempo. ¿Lograremos hacer evolucionar la sociedad hacia una era sin petróleo? Por eso hay que agradecerle a la OPEP, pues ella logró que se empezara a pensar, hace 40 años, en cómo ser independiente de ella.

Autor: Rolf Wenkel/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas