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Opinión: El efecto demoledor de Donald Trump

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Ines Pohl
14 de mayo de 2018

Las imágenes de la Franja de Gaza, envuelta en humo y llamas, son una advertencia para el mundo. Ellas simbolizan los peligros que suponen las rabietas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenta Ines Pohl.

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Israel Eröffnung der US-Botschaft in Jerusalem | Videobotschaft von Donald Trump
Imagen: picture-alliance/dpa/I. Yefimovich

¿Qué lleva a este hombre a celebrar la simbólica mudanza de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén justo cuando se cumple el septuagésimo aniversario de la expulsión de los palestinos de los territorios hoy israelíes? La mitad del edificio de esa misión diplomática está en Jerusalén Oriental; allí donde los palestinos se proponen erigir la sede del Gobierno si se arriba a la solución de los dos Estados. Esa es una bofetada en la cara de muchos palestinos que, aunque no justifica los disturbios violentos, termina por provocarlos. Hasta cierto punto, esta es una provocación consciente y su autor, Donald Trump, debe hacerse responsable por los muertos y heridos que ésta cause.

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Ines Pohl, redactora en jefe de DW.

¿Qué es lo que motiva a este hombre?

¿Qué lleva a este hombre a anular de un plumazo un acuerdo nuclear con Irán que tanto costó suscribir, sin consultar a quienes hasta ahora fueron sus aliados europeos ni coordinar con ellos los pasos posteriores y a sabiendas de que la rescisión del pacto con los persas no sólo agrava los conflictos en el Medio Oriente, sino que sumerge a la paz de setenta años en y con Europa en una crisis existencial? ¿Qué es lo que motiva a este hombre, que aparentemente está dispuesto a todo con tal de destruir los logros de su predecesor, sin plan alguno para el día posterior al acto de demolición?

Donald Trump nunca ha trabajado como político democráticamente elegido. Él no tiene experiencia en este tipo de negocios, basados en dar y recibir, en el agotador forcejeo en busca de acuerdos, en constantes actos de sopesar las ventajas y los perjuicios, en la reflexión sobre las consecuencias de las transacciones políticas, más allá del día de hoy, incluso cuando las cosas salen bien. Basta con echarle un vistazo a los símbolos de poder que él eligió como estandartes: piezas doradas deletreando su apellido en las fachadas de sus propiedades, gritando a los cuatro vientos "¡vean todos cómo floto por encima de todo y hago lo que me da la gana!”. Su verdadero eslogan ha quedado en evidencia; no es "¡America primero!”, sino "¡Trump primero!”.

Puede que eso no sea una novedad, pero es por estos días cuando salta a la vista la fuerza devastadora de este hombre. Donald Trump no tiene un "plan B”. A la hora de tomar decisiones, él no piensa en las secuelas que aflorarán apenas en cuatro u ocho años. A él no le importan los efectos que sus acciones o sus ataques verbales puedan tener sobre otro país que no sea Estados Unidos. Él ejerce el poder porque puede, esmerándose siempre, eso sí, en obtener el mayor grado de atención posible. Y él sabe que la manera más fácil de llamar la atención es destruyendo cosas con aplomo. Esa es la razón por la cual coordinó la mudanza de la embajada estadounidense en Israel para que coincidiera, puntualmente, con el aniversario de este 14 de mayo. Y esa es la razón por la cual rescindió el acuerdo atómico con Irán sin saber qué pasará después.

Alemania y Europa deben despertar

Cuando menos, esto debe servir como una alarma despertadora para la UE y Alemania: siete décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa debe hacerse adulta. Y eso significa asumir responsabilidad en materia de política exterior y seguridad. Alemania debe sincerarse consigo misma e invertir en su Ejército, aun cuando, hasta ahora, muchos puedan vivir con unas Fuerzas Armadas sólo parcialmente preparadas para ejercer funciones de defensa. Los británicos deben aclarar, más allá del "brexit”, cómo quieren cooperar con Francia y Alemania en lo que respecta a la seguridad y la defensa. Y, ante todo, Europa debe encontrar una manera de detener su proceso de desmoronamiento, definiendo mediante un nuevo acto de fuerza en qué tipo de comunidad se aspira a vivir.

Esos son grandes desafíos y hay muchos imponderables. Pero una cosa es segura: no es que no se pueda seguir confiando en una nación regida por un hombre como Donald Trump, es que no se debe. Las imágenes que nos llegan desde la Franja de Gaza son una prueba desoladora de la urgencia existencial del asunto.

Ines Pohl (ERC/ER)