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AfD, ¡la culpa es nuestra!

Kay-Alexander Scholz2 de mayo de 2016

La AfD podría perdurar en la escena política alemana. Los partidos establecidos esperaban que la formación populista se radicalizara y, con ello, se frenara a sí misma. Uno de tantos errores, opina Kay-Alexander Scholz.

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Frauke Petry, líder de AfD, en el congreso del la formación en Stuttgart.
Frauke Petry, líder de AfD, en el congreso del la formación en Stuttgart.Imagen: Reuters/W. Rattay

Si hacemos una breve retrospectiva, el partido Alternativa para Alemania (AfD) surgió con la crisis del euro. Cuando esa tormenta se hubo calmado un poco y el partido, además, quedó dividido por pugnas intestinas, su aprobación cayó hasta apenas un tres o cuatro por ciento en las encuestas. En el verano de 2015, nadie sabía si la AfD sobreviviría.

Entonces llegó la crisis de refugiados. Los democristianos de la CDU, los socialdemócratas del SPD, Los Verdes y La Izquierda se enredaron en la "cultura de bienvenida". Esto influyó sobre la población como un catalizador de un estado de ánimo orientado contra la política oficial, cocinado hace tiempo a fuego lento en muchos entornos. La nueva crisis fue la gota que colmó la copa y que el AfD supo aprovechar para volver a subir en las encuestas.

Muchos políticos creyeron que la AfD desaparecería nuevamente, que caería por su propio peso. La arrogancia del poder ignoró las voces de alarma de periodistas y especialistas en demoscopia. A la fase de la doble ignorancia –lo mismo en relación con las preocupaciones de la población que con el auge del partido− le siguió la de la demonización del AfD. También esta estrategia funcionó como un boomerang: el partido asumió el rol de víctima y su popularidad siguió creciendo.

Éxito tras éxito

Kay-Alexander Scholz, redactor de DW.
Kay-Alexander Scholz, redactor de DW.Imagen: DW/S. Eichberg

Ahora, la AfD parece correr con ventaja ante los votantes. Ni siquiera la controversia en torno a un eventual uso de las armas contra los refugiados pudo quebrar su popularidad. En los patios de las escuelas del este de Alemania, la AfD se ha agenciado entretanto reputación de clandestina. En los recesos, se intercambian informaciones en secreto. Los padres y la opinión pública piensan de otro modo. Pero el "fruto prohibido" es objeto del deseo. Aquí crece quizás una juventud que se socializará con la AfD, como la generación precedente lo hizo con el movimiento ecologista.

Los errores estratégicos se han sumado al desarrollo político del país en los últimos años: mientras democristianos y socialcristianos de la CDU y la CSU se movían al centro, creció un vacío a la derecha del espectro político. La AfD aprovechó la oportunidad y conectó con los conservadores extraviados que hoy se identifican como simpatizantes o miembros fieles pues, para muchos, sigue sin haber una alternativa a esta llamada "Alternativa para Alemania".

¿Nuevo partido popular?

La competencia esperaba que, en el congreso de este fin de semana en Stuttgart, la AfD diera un giro más a la derecha, tanto, que el partido se saliera del espectro democrático o su liderazgo se quebrara. Pero el congreso ha mostrado que estas esperanzas se verán, por el momento, decepcionadas. No hubo rebelión. Ni consenso para radicalizar las nuevas, comparativamente moderadas líneas programáticas en torno a temas como el islam, la emigración o el aborto. El detalle interesante: fue precisamente la juventud del partido la que se manifestó a favor de un rumbo más radical.

Adicionalmente, llega el apoyo de Europa. Formaciones similares viven su propio auge en muchos países europeos. Los grandes partidos clásicos pierden, mientras tanto, popularidad. Si todo sigue como va, en unos años habrá en Alemania dos nuevos partidos masivos: Los Verdes y el AfD. Aunque quizás los democristianos y socialdemócratas tengan aún ideas en el tintero. Después de todo, uno aprende de sus errores, ¿no?

Para aprender: aquí puede usted leer la versión original de este artículo en alemán.