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Opinión: 2016, otro año espantoso

Alexander Kudascheff
31 de diciembre de 2016

A Alemania le va bien, pero el estado de cosas a su alrededor y en el resto del mundo le causa gran preocupación. Y no es para menos: como 2015, también el que termina es un annus horribilis, opina Alexander Kudascheff.

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Syrien Luftangriffe in Aleppo
Imagen: Reuters/O. Sanadiki
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Alexander Kudascheff, jefe de redacción de DW.

No cabe duda: también 2016 fue un annus horribilis. El mundo se esmeró en demostrar cuán caótico podía ser. En Siria, Yemen, Libia e Irak se perpetúan guerras terribles; el autoproclamado Estado Islámico, cultor del más brutal terrorismo, no ha sido vencido todavía; los pétalos de la Primavera Árabe se han marchitado bajo el aliento de tiranos y autócratas. El Cercano y Medio Oriente parece hundirse en su propia Guerra de los Treinta Años, con sus amargas querellas entre clanes, tribus y confesiones. Y todo eso puede tener dramáticas repercusiones dentro y fuera de esa región; ella puede terminar convertida en epicentro de una explosión sociopolítica capaz de hacer temblar al mundo entero.

La Unión Europea, atormentada por su propias dudas

El Viejo Continente, a cuyas costas arriban decenas de miles de refugiados, huyendo del Cercano Oriente, ya está tiritando. La densidad de ese flujo migratorio puso a prueba la noción de "solidaridad europea” y dejó claro que, en el mejor de los casos, ésta no pasa de ser una entelequia política, una expresión que suena bien pero no tiene sustento. El "brexit”, la decisión de Gran Bretaña de abandonar las filas del bloque comunitario, plagó de dudas al resto de sus socios. Ese proyecto impulsado para fomentar la paz entre vecinos está en peligro. La Unión Europea quedó sumida en una crisis existencial y sus miembros no parecen saber qué rumbo tomar con ella. De cara a 2017 lo único seguro en este momento es que, así como los europeos orientales volvieron a ondear la bandera de la identidad y la autodeterminación nacionalistas en el año que termina, también seremos testigos de una alteración en las relaciones de poder en Europa Occidental. Eso se deja predecir fácilmente en los Países Bajos, con el auge de Geert Wilders, y en Francia, que definitivamente tendrá a un nuevo presidente, muy probablemente un "thatcherista” católico, lo cual sería una revolución.

También en Alemania –percibida actualmente como la patria de la estabilidad– se votará en septiembre. Cabe pronosticar que el populismo de derecha –encarnado por el partido nacionalegoísta Alternativa para Alemania (AfD)– acabará por abrirse espacio en el Parlamento germano en el año que está por comenzar... y con más respaldo en las urnas del que muchos anticipan. Sí, aunque los votos no alcancen para llevarla al poder, también en este país está calando la ideología y la actuación de derecha. Desde ya es posible presagiar diversas coaliciones de Gobierno que buscarán ponerle coto a la AfD; lo que sí cuesta es imaginar que Angela Merkel pueda dejar de ser canciller. Con once años frente al timón, ella se ha convertido en un peñón imperturbable en ese ir y venir que es la política mundial. Alemania continuará siendo gobernada de manera estable y, por eso mismo, seguirá siendo una tabla de salvación en el agitado mar de la política global. Incluso a pesar del atentado terrorista de Berlín que conmocionó al país poco antes de Navidad.

Trump y Putin, dos presidentes impredecibles

El siguiente foco de inseguridad: Estados Unidos bajo el mando de Donald Trump. ¿Será él un presidente predecible? ¿Cómo actuará este hombre de negocios en materia de relaciones exteriores? ¿Cómo percibe él el parquet mundial y los acuerdos entre naciones? ¿Como bastión donde el más fuerte siempre gana, como mesa de póker, como lugar de trueques o como foro diplomático? ¿Permitirá que Estados Unidos, como potencia líder, se mantenga integrada en la escena política global o no? Y, sobre todo, ¿percibe Trump a su país como parte de Occidente o acaso se limitará a procurar que "América vuelva a ser grande otra vez”, escudado tras la idea del excepcionalismo estadounidense? El año 2017 luce complicado de antemano.

En los últimos doce meses hemos presenciado el renacimiento de Rusia y el fortalecimiento de su presidente, Vladimir Putin, en la tarima mundial; la Federación Rusa está presente en el Cercano Oriente y en Europa. Aún así, el gigante euroasiático no es una potencia regional, como alguna vez lo remarcó despectivamente el presidente saliente de Estados Unidos, Barack Obama… Moscú recurre a soluciones bélicas en lugar de apostar a la diplomacia; usa la violencia consciente y cínicamente, ya sea en Siria o en el este de Ucrania. El renovado apogeo de Rusia supone también el retorno de las intervenciones militares como instrumento para adquirir cuotas de poder e influencia. Occidente tendrá que responder, si es que sigue existiendo como entidad unitaria cuando culmine el primer año de la gestión de Trump. También Alemania, adversa por tradición a las intervenciones internacionales, tendrá que reaccionar.