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Opinión: Los límites de la tolerancia

Rainer Traube14 de octubre de 2015

El discurso de Salman Rushdie en la apertura de la Feria del Libro de Fráncfort fue una señal. Advirtió que algunos escritores están siendo perseguidos y clamó contra la erosión de la libertad de expresión en Occidente.

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Frankfurter Buchmesse Salman Rushdie
Imagen: Reuters/R. Orlowski

En la edición alemana de la nueva novela de Salman Rushdie, un gigantesco rayo comparte la portada con un hombrecillo amarillo. El mensaje no es difícil de descifrar: El propio autor, expuesto desde hace 26 años a la ira de los musulmanes fanáticos, es la figurita vulnerable.

Que Rushdie sigue siendo vulnerable quedó claro esta semana en Fráncfort: las inusuales y estrictas medidas de seguridad que acompañaron su breve visita a la inauguración de la Feria del Libro coincidieron con el ofendido rechazo de la delegación iraní a participar en el evento. En Teherán, donde en 1989 la fatal fatua fue pronunciada, el nombre Rushdie sigue siendo pura provocación. Rushdie, quien durante una década tuvo que vivir bajo protección policial utilizando seudónimos, sabe qué significa sentirse indefenso. “No es suficiente que nuestros libros sean defendidos. Necesitamos protección personal”.

Apoyo moral para los perseguidos

Dejar que Rushdie inaugurara esta feria del libro fue una buena decisión. Quién, sino la feria del libro más grande del mundo, está en condiciones de enviar señales claras y proporcionar apoyo moral al creciente número de escritores angustiados, prohibidos y perseguidos. “Nuestra profesión se parece cada vez más a una campaña militar”, dijo Rushdie. Debido a que los tiranos no soportan que sus verdades sean cuestionadas, dirigen su odio hacia los autores y poetas, condenando, así, el “individualismo occidental” como cultura extranjera.

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El redactor de cultura de DW Rainer Traube.

Aquí no estamos hablando sólo de Asia o del mundo árabe: incluso en Europa, el último dictador Alexander Lukashenko, gobernante de Bielorrusia, dedica regularmente tiempo a realizar invectivas sobre la democracia y sus valores. Una vez más, Rushdie recuerda que la libertad de expresión no es algo exclusivo de la cultura o la religión, sino que es tan universal como la narración de historias que nos conecta como seres humanos.

Con toda razón, el autor de “Los versos satánicos” critica la erosión que está sufriendo la ya de por sí amenazada libertad de expresión, incluso en Occidente. El debate sobre las llamadas “palabras-gatillo” en Estados Unidos, por ejemplo, es una de esas amenazas con las que se advierte a los lectores hipersensibles acerca de los controvertidos contenidos de los libros. O la negativa de los estudiantes de una universidad de élite estadounidense a leer un cómic en el que se tematiza el amor lésbico, con la excusa de que afecta los sentimientos religiosos.

No simpatizar con los fanáticos

Insólita es la estrategia de una parte de los intelectuales de izquierda de desacreditar la crítica al islam en su conjunto como “islamofobia”. Precisamente esta argumentación es la que utilizaron este año 200 escritores del PEN Club Internacional –la asociación mundial de escritores- para distanciarse de la concesión de un premio de Derechos Humanos a la revista satírica parisina Charlie Hebdo. Entre ellos Michael Ondaatje y Teju Cole. Si se consideran escritores, concluye Rushdie, traicionan a todos los que, luchando por la libertad, sufren o, como en el caso de Charlie Hebdo, fueron asesinados. Además, se hacen simpatizantes de los fanáticos.

Necesitamos la claridad mental de alguien como Salman Rushdie para reconocer dónde están los límites de la tolerancia. “Es necesario que mantengamos la línea”, alertó con énfasis el escritor en Fráncfort. Si nosotros no defendemos la libertad, ¿quién lo hará?