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¡Todos somos la República Francesa!

Barbara Wesel (DW Paris) (JC/ER)12 de enero de 2015

Lo de ayer en París no fue solo una marcha fúnebre, sino una demostración de solidaridad. Sin embargo, solo el futuro dirá si la cohesión demostrada ayer será permanente, dice la reportera Barbara Wesel.

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Imagen: AFP/Getty Images/K. Tribouillard

Después de la poderosa manifestación de ayer, es posible que hoy sintamos cierta envidia hacia los franceses. Y es que tras los sangrientos atentados de la semana pasada, han demostrado un compromiso admirable por su historia y sus valores, por su nación y sus ideales. Esta marcha que concentró a más de 1,5 millones de personas en París -y en torno a dos millones en el resto de manifestaciones que tuvieron lugar en el país- demostró un firme compromiso con la democracia y contra la violencia y el miedo. La gente no se quiere dejar intimidar por actos terroristas y, sobre todo, no quiere permitir que se le prive de algo muy importante: la libertad de expresión. Es algo que pertenece a la tradición francesa y al espíritu del país. Según este principio, incluso las opiniones más extremas pueden ser expresadas y en la pugna de pareceres se materializa la democracia.

En ocasiones la solidaridad puede resultar extraña

Líderes de más de cuarenta países se desplazaron a París para demostrar su solidaridad con Francia, por lo que fueron recibidos con un aplauso especial. Durante la manifestación no faltaron los comentarios irónicos al ver caminando codo con codo al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y al presidente palestino, Mahmoud Abbas. A pesar de que era la primera vez que ambos aparecían juntos en una manifestación, Netanyahu no aprovechó el momento para mandar un mensaje de paz. Por el contrario, invitó a los judíos franceses a emigrar a Israel visto lo ocurrido en París. ¿Y que debió pensar el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, cuando se vio marchando en la misma línea junto al presidente ucraniano, Petro Poroshenko, en una manifestación por la libertad y la democracia? Hay quien, dependiendo del ánimo, encontrará la situación absurda, o por lo menos rara.

Barbara Wesel Porträt
La reportera de DW Barbara Wesel.Imagen: Georg Matthes

“El mundo se levanta”, titulaban ayer los periódicos dominicales franceses, no sin cierto orgullo, sabedores de que estarían en el foco de la atención internacional. En este momento, los franceses buscan aprobación y apoyo en el extranjero. Se ven en la primera línea de defensa de los valores democráticos, y saben que la amenaza terrorista los acecha en casa. Al igual que ocurre en la vecina Gran Bretaña, en los guetos franceses se ha radicalizado un movimiento islamista que parece eludir el control de las autoridades.

República como identidad común

Hubo múltiples conmovedores mensajes de humanidad y civismo en estos días; los manifestantes portaban pancartas con leyendas como "Yo soy Charlie Hebdo, yo soy policía, yo soy judío", que no buscaban otra cosa que recordar a la comunidad la humanidad de las víctimas. Además, la reivindicación de la República Francesa como identidad común fue protagonista durante toda la manifestación.

Pero una vez acabaron los momentos de levantamiento colectivo, la euforia general volvió a desinflarse. A pesar de que la discusión política quedó interrumpida hasta el domingo, los partidos regresarán a su actividad diaria y, a través de acusaciones cruzadas, tratarán de beneficiarse de lo ocurrido la semana pasada.

Ante todo, lo que debe iniciarse es un debate honesto sobre las condiciones de vida de los inmigrantes del norte de África. Francia se enfrenta a las omisiones de décadas: suburbios cimentados en la brutalidad, escuelas miserables, una juventud sin oportunidades y perspectivas que no se considera parte de esta república, y prisiones inhumanas que desde hace tiempo se han convertido en incubadoras del radicalismo.

Francia necesitaría un enorme programa de reformas para mejorar, de forma sostenible, la vida de unos cuantos millones de franceses con trasfondo migratorio. Sin embargo, la fortalecida derecha política probablemente velará por impedirlo. Cuando se acaben las grandes palabras y mensajes de los últimos días, es posible que Francia se de cuenta de que, una vez mas, dejó pasar su oportunidad.