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Opinión: Europa necesita a la UE

26 de marzo de 2017

Bernd Riegert felicita a la UE por su sexagésimo aniversario alegando que, si no existiera, habría que inventarla a toda prisa, hoy mismo. A su juicio, pese a la lentitud del bloque comunitario, Europa lo necesita.

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Deutschland EU-Gipfel 60 Jahre- EU-Unterstützer in Berlin
Imagen: picture-alliance/dpa/S. Stein

Si comparamos a la Unión Europea de hoy con la de hace una década salta a la vista de inmediato que ésta parece haber perdido la pasión y la esperanza de entonces. Hace diez años, los ciudadanos comunitarios se consideraban "felizmente hermanados”. Ahora la relación entre ellos se asemeja a la de quienes se casan por conveniencia, para librarse de los peligros que vienen de fuera. No obstante, a pesar de la crisis financiera y del escepticismo populista, la UE sigue mostrando cohesión. "La UE es nuestro futuro común”, clamaron en coro sus 27 miembros, tangible ya la ausencia de Gran Bretaña. El sexagésimo aniversario de este ambicioso proyecto deja en el aire la certeza de que sus socios son fuertes si se mantienen juntos y se desplomarían si actuaran solos.

La salida del Reino Unido fortalece los lazos que unen al resto de los Estados comunitarios. El fin de la membresía británica es percibida como lo que es: como el fracaso de los propios británicos y no de la Unión Europea. Ningún otro miembro recibió más concesiones de este club que el Reino Unido. Al final, el gran estadista británico Winston Churchill parece haber tenido razón: él apoyó la idea de crear los Estados Unidos de Europa, pero nunca imaginó a Gran Bretaña en sus filas.

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Bernd Riegert, comentarista de DW.

No hay justificación para la falsa modestia

La UE no debería haber celebrado sus sesenta años de una manera tan discreta. Ella ha consumado grandes conquistas; es normal que sufra reveses de cuando en cuando. Tras dos espantosas guerras, la UE contribuyó a que Alemania –superada su dictadura– se reconciliara con Francia; acogió en su seno a las jóvenes democracias de España, Portugal y Grecia; redujo la brecha entre este y oeste; propició la transformación de repúblicas otrora comunistas en Estados con altos estándares democráticos.

La adhesión de Turquía, con los problemas que hoy la afligen, quedará para otro momento. Sus próximos desafíos son la pacificación de los Balcanes, el diseño de una política migratoria común, la garantía de la seguridad puertas adentro y en sus fronteras, la concepción de una política comercial justa de cara al mundo, y el fortalecimiento de sus defensas –internas y externas– contra el populismo, por nombrar algunas de las tareas titánicas que tiene por delante. ¿Quién habría apostado hace sesenta años que la UE exhibiría un desarrollo tan exitoso como el actual? ¿Y quién puede hoy predecir el estado en que se encontrará la unión en sesenta años más? Nadie.

En todo caso, vale la pena trabajar a favor de una mejor unión. No hay a la vista ninguna otra forma de organización europea que augure paz y bienestar. La UE se muestra flexible, brindándole posibilidades de progreso rápido a quienes están dispuestos a labrar su futuro y una Europa a la carta a quienes titubean. No hay otra manera de conducir una asociación con 27 miembros voluntarios.

El monstruo no existe

Las promesas vacías de los populistas no ofrecen alternativas. El "brexit” y el nuevo nacionalismo estadounidense quedarán expuestos como taras más temprano que tarde. La UE, en cambio, perdurará. La solidaridad y los intereses compartidos prevalecerán. Vendrán nuevas crisis, desde luego, que demandarán una respuesta del bloque. Es posible que algunos de sus miembros tambaleen. Quienes no puedan cargar con las responsabilidades que exige la UE serán libres de seguir el ejemplo que dio Gran Bretaña; pero no creo que ni Grecia, ni Polonia, ni Hungría quieran transitar ese camino. Los actuales Gobiernos de esos Estados saben muy bien por qué les conviene quedarse en la UE, a pesar de que, puertas adentro, despotriquen contra la comunidad europea.

La Unión no es un monstruo burocrático y antidemocrático. La supuesta dictadura de Bruselas no es más que una invención populista. La UE es la suma de todos los Gobiernos europeos y de los intereses nacionales. El bloque controla apenas un Parlamento y una corte judicial. En Bruselas y en Estrasburgo hay más democracia y transparencia que en algunos Estados miembros. Las competencias y prerrogativas de la UE fueron traspasadas voluntariamente por sus miembros. La UE debería haber insistido en este punto más enfáticamente en su declaración con motivo de los sesenta años del Tratado de Roma. No todo es ideal en la UE, pero en este instante hace falta más arrojo y más optimismo en lugar de malos augurios populistas. "La UE es nuestro futuro común”… ese es el mensaje apropiado.