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Los errores de Bolivia o la vuelta del MAS al poder

Johan Ramírez
19 de octubre de 2020

Pocas veces se ha visto en la política latinoamericana un descalabro mayor que el de los detractores del MAS en Bolivia, a juicio de Johan Ramírez.

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Bolivien Oppositionsführer Luis Fernando Camacho
Imagen: Getty Images/AFP/D. Walker

Hace apenas un año, Bolivia se vio desbordada por manifestaciones multitudinarias, que luego de tres semanas forzaron la renuncia de Evo Morales. Parecía el fin de una era construida a lo largo de catorce años de gobierno masista. Parecía un golpe fulminante a la ideología socialista de Morales, y una estocada definitiva a la izquierda nostálgica del continente. El asomo de una nueva camada de líderes, desconocidos hasta entonces, con discursos frescos y rostros jóvenes, anunciaba un giro importante para el país y un precedente imborrable para la región que le decía no al fraude y sí a la legalidad. Pero les bastaron apenas once meses para dejar en evidencia sus egoísmos, egocentrismos, inexperiencia y ansias de poder; o mejor, para resumirlo en una palabra: su ineptitud. Si hoy el MAS retoma el gobierno en Bolivia no es por méritos propios, a mi parecer, sino gracias a tres errores con nombre y apellido: Jeanine Áñez, Luis Fernando Camacho y Carlos Mesa. Lo repito: en este momento histórico, estos tres personajes son unos errores.

La presidenta saliente tuvo una oportunidad soñada para convertirse en la líder de un país que oscilaba como un barco sin rumbo. Tras la renuncia de Morales, el 10 de noviembre 2019, toda la cadena de sucesión masista también dio un paso al costado: Álvaro García Linera (vicepresidente), Adriana Salvatierra (presidenta del Senado), y Víctor Borda (presidente de la cámara de diputados). Entonces, por carambola, la presidencia llegó a su despacho. El liderazgo nuevo de una mujer que tenía el coraje de tomar las riendas de una crisis imposible pudo convertirla en un mito. Pero su vergonzosa gestión la convirtió en un desacierto. Su gobierno fue demasiado corto para todos los escándalos de corrupción que lo salpicaron, y su candidatura frustrada dejó en evidencia que no entendió que su rol debía limitarse a guiar al país hacia una transición.

Luis Fernando Camacho lideró una extraordinaria ola de protestas, y, lejos de las estructuras partidistas, con un discurso irreverente y tajante, le dio un ultimátum a Morales, dejó su trinchera en Santa Cruz para venir a La Paz, y en tres semanas pasó de ser un absoluto desconocido al hombre que, junto con movimientos civiles, sacó al MAS del poder. Pero luego vinieron sus diferencias con Marco Pumari, otro de los líderes de aquella cruzada. La filtración de unos audios en los que negociaban aduanas y cheques a cambio de formar un dúo de campaña dejó claro que, si bien eran unos recién llegados a la política, traían consigo lo peor de los carcamanes de los últimos gobiernos.

DW Redakteur TV Spanisch Johan Ramirez
Johan Ramírez,Imagen: Privat

Carlos Mesa es el tercer error de Bolivia. Su campaña fue insípida, como él. Tomó la pandemia como excusa para quedarse en casa y hacer mítines en Twitter y Facebook. Sus discursos estaban a kilómetros de conectarse con la población, no recorrió el país, no se acercó a los sectores populares, y si subió a El Alto fue solo para ir al aeropuerto. No entendió, a pesar de su jurásica carrera, que la política se hace en las calles, aunque ahora haya que llevar barbijo.

El MAS vuelve al poder gracias a los tres errores antes mencionados, y a la ausencia de un liderazgo independiente que pudiera hacerle frente a un movimiento inundado de investigaciones por corrupción, acusado de traficar con drogas en el aeropuerto del Trópico de Cochabamba, y cuyo líder máximo, don Evo Morales, carga con un puñado de denuncias en su contra, incluyendo un infame caso de pedofilia.

Que a pesar de tus errores, la suerte te acompañe, Bolivia: habrás de necesitarla.