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La vida como niño de la calle

29 de marzo de 2011

No tener nada y vivir en la calle como niño. Miles de menores de edad huyen cada año de sus familias y acaban viviendo en la calle. Teóricamente eso no debería de pasar en Alemania, dicen los expertos.

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En Alemania hay muchas organizaciones que ayudan a los niños de la calle.Imagen: picture-Alliance/dpa

Una vida sin vivienda y casi sin posesiones. Robar comida cuando el hambre tortura demasiado. Tomar drogas o alcohol, cuando no hay más remedio. Buscar casi cada día un nuevo lugar para dormir, muchas veces a la intemperie, también cuando está lloviendo y hace frío. La mayoría del tiempo: vagabundear, estar sentado sin hacer nada.

Quien llega a la calle, no sale fácilmente de allí. Sabrina Tophofen lo logró. Ahora tiene 30 años, seis los vivió en la calle. Fue una joven en situación de calle, en Colonia. Quien no tiene casa, se encuentra con los otros cerca de la catedral: un punto de encuentro como lo hay en toda gran ciudad europea.

“La gente allí me daba lo que buscaba: amor incondicional“, cuenta Sabrina Tophofen. Hoy ella misma tiene cinco hijos, está casada y es técnica dental.

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Sabrina Tophofen está sentada frente a la catedral en Colonia.Imagen: DW/Insa Moog

Tophofen proviene de una familia de gitanos de Duisburgo. A los once años no lo soportó más. “Me fui de casa, porque mi padre abusaba de mí, con violencia, sexualmente, psicológicamente y de todas las maneras.” Escribió un libro junto con la periodista Veronica Vattrodt sobre el tiempo que pasó en la calle: “Hoy soy libre como un pájaro: mi vida como niño de la calle”, que fue publicado en 2010.

Un paso adelante, otro para atrás

Que Sabrina Tophofen tenga ahora una vida normal es “una coincidencia”, dice el sociólogo Ronald Lutz, docente de trabajo social en la escuela superior de Erfurt. “En general puede decirse que cuanto más tiempo se encuentre una persona en esa situación, menos ayuda recibirá y más se arraigarán sus patrones de conducta.”

También a la vida en la calle uno puede acostumbrarse. Las drogas y el alcohol al principio hacen la situación soportable, más tarde es un callejón sin salida. “Se estima que en Alemania hay 30.000 personas que viven en la calle,” dice Ronald Lutz. Por año, aproximadamente unos 10.000 niños y adolescentes son asistidos por organizaciones sociales en Alemania.

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El sociólogo Ronald Lutz.Imagen: Ronald Lutz

En la ciudad de Duisburgo, con casi 490.000 habitantes, cada día acuden entre 15 adolescentes y adultos jóvenes a la institución “Pro Kids”, algunos desde hace años. “Muchos tienen problemas aún después de seis años; dan a veces un paso adelante y otro atrás", observa Matthias Beine.

Niños de la calle en el este de Europa

“Que los adolescentes o aún niños dejen a sus familias para vivir en la calle, teóricamente no podría ser posible en Alemania”, dice el sociólogo Ronald Lutz. “Las leyes existen, las estructuras también, pero las oficinas de protección de menores no tienen suficiente personal, para intervenir temprano y apoyarlos.”

Sin embargo, Alemania, en comparación con otros países europeos va a la vanguardia en cuanto al apoyo a las familias y la asistencia social.

Armut in Rumänien Leben auf der Straße
Un niño que vive en calles de Rumania junto con su madre.Imagen: picture-alliance / dpa/dpaweb

Por eso a Lutz no le gusta la palabra “niño de la calle” para el caso alemán. Sólo lo usa para niños en países que no tienen un sistema social para jóvenes. Por ejemplo en Europa Oriental, en ciudades como Moscú o San Petersburgo, Sofía o Bucarest.

En el sur de Europa la situación es parecida a la de Alemania, tal vez haya más menores afectados. En Liverpool y Londres también hay muchos casos, por el porcentaje alto de inmigrantes.

La educación como solución

Los menores que tienen su centro de vida en la calle en Alemania siempre tendrían la posibilidad de encontrar un lugar para quedarse. “Yo diría más bien que son niños sin hogar”, dice el sociólogo Lutz. Una parte esencial de la solución es la mejora del sistema de educación. "Registramos un gran aumento del número de niños y jóvenes que abandonan el colegio y no van a las clases durante horas, días o semanas.” A ellos se los tendría que ayudar a escapar de la pobreza, afirma.

Sabrina Tophofen dice hoy que sólo logró salir de su situación de calle porque se encontró con buenas personas. También a su marido. “Él me dijo: primero tienes que terminar el colegio, hacer una formación, el carné de conducir, y sólo entonces nos casamos.”

Ahora Sabrina quiere formarse como asistente de ancianos, “para ayudar a los mayores a que tengan unos lindos últimos años de vida.”

Autor: Insa Moor / Lea Ferno

Editor: Enrique López