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Líbano, campo de batalla de Riad y Teherán

Lewis Sanders
10 de noviembre de 2017

El Líbano está por convertirse en otro campo de batalla para Arabia Saudita e Irán. Y el añejo conflicto entre Riad y Teherán amenaza con comprometer a otros actores regionales y globales, como lo ha hecho en el pasado.

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Saudi-Arabien Riad König Salman und Saad Hariri Ex-Premierminister Libanon
El rey de Arabia Saudita (der.) recibió a Hariri en Riad. (6.11.2017)Imagen: picture-alliance/AA/Bandar Algaloud

La sorpresiva dimisión del primer ministro libanés Saad Hariri es un nuevo hito en el añejo conflicto entre Arabia Saudita e Irán. En Riad, funcionarios gubernamentales de alto rango acusaron a la organización político-militar libanesa Hezbolá –que cuenta con respaldo de Teherán– de desestabilizar al país mediterráneo. El ministro para Asuntos del Golfo Pérsico, Thamer al-Sabhan, llegó al punto de declarar que Hezbolá había incurrido en actos de "agresión" que equivalen a una "declaración de guerra contra Arabia Saudita".

Por su parte, voceros de Hezbolá alegan que son sus rivales en Riad quienes se han inmiscuido en los asuntos internos del Líbano. A sus ojos, la renuncia del primer ministro Hariri fue una decisión impuesta por los saudíes. Analistas políticos temen que esta serie de dimes y diretes entre el reino suní de Arabia Saudita y Hezbolá sea el preludio de una nueva expansión del enfrentamiento entre Riad y la élite chií de Irán, cuya discordia ha arrastrado a sus vecinos, como lo demuestran las guerras civiles de Yemen y Siria.

Arabia Saudita es ahora "más asertiva"

Aunque Arabia Saudita ha tenido un éxito limitado a tres años del inicio de su intervención militar en Yemen contra los rebeldes hutíes respaldados por Irán, las fuerzas antigubernamentales que Riad ha apoyado en Siria han sido repelidas por el "hombre fuerte" de Damasco, Bashar al Assad, cuyo Ejército sigue obteniendo victorias con la ayuda de Rusia e Irán.

Renuncia del primer ministro libanés Saad Hariri

Yezid Sayigh, del centro de investigación Carnegie Middle East con sede en Beirut, sostiene que los motivos de Arabia Saudita para intervenir en la arena política libanesa no son claros, pero asegura que, si decidera hacerlo, esa intrusión podría salirle mal, como le ocurrió en Siria. En entrevista con DW, Sayigh arguye que, aunque Arabia Saudita podría terminar provocando una crisis en Líbano, los resultados de la misma podrían ser lo contrario de lo que busca. Y es que Irán no tardaría en responder si sus intereses en el país se vieran amenazados.

"Los árabes se han caracterizado por practicar una política exterior de bajo perfil y usar el llamado 'poder blando'. Sin embargo, en los últimos años, Riad ha ido cambiando de estrategia progresivamente e implementando el 'poder duro' con cada vez mayor frecuencia; ahora, su política exterior es más asertiva. El problema es que, en los últimos dos años, esa estrategia ha sido aplicada por alguien con muy poca experiencia y demasiada osadía. Por sí misma, la osadía no es siempre algo malo; pero la osadía de la que hablo ya ha ocasionado una guerra civil en Yemen. Las consecuencias para Arabia Saudita se sentirán a largo plazo", explica Sayigh.

De Riad a Washington

Si la reciente crisis política libanesa se torna violenta, las tensiones resultantes podrían obligar a Estados Unidos y a Israel a tomar cartas en el asunto. Como Arabia Saudita, también Estados Unidos e Israel perciben a Irán como el principal patrocinador del terrorismo en la región. Riad se ha empeñado en presentar a Teherán como la fuente de conflictividad en el Medio Oriente, sobre todo después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asumió una postura abiertamente hostil de cara a los persas. Para Israel, Hezbolá es una amenaza para la seguridad de sus fronteras; para Estados Unidos, "un grupo terrorista".

Sayigh augura sucesos significativos en las próximas semanas, especialmente si Trump propone nuevas sanciones contra Irán.

El peso de la historia

En términos políticos, el poder en Líbano ha sido repartido entre los representantes de los grupos religiosos más fuertes. En 1943, después de que el Líbano se independizara de Francia, se acordó que la presidencia sería asumida por un cristiano católico maronita, que el cargo de primer ministro sería ocupado por un musulmán sunita y que el portavoz del Parlamento debía ser un musulmán chií. Desde 1990, cuando se pactó el fin de la guerra civil de quince años, ese sistema confesional ha seguido funcionando con relativa efectividad.

Rafik, padre del ex primer ministro Hariri, fue asesinado en 2005. Tras una exhaustiva investigación, un tribunal apoyado por las Naciones Unidas emitió órdenes de arresto contra cuatro miembros de Hezbolá por el homicidio en cuestión. Hezbolá niega su vinculación con el asesinato.

Autor: Lewis Sanders (ERC/VT)