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"Una locura"

29 de julio de 2011

A pesar de la disputa política en EE. UU., el renombrado economista Kenneth Arrow cree que son pocas las probabilidades de que no se eleve el límite de deuda estadounidense.

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Kenneth J. Arrow, Premio Nobel de Economía en 1972.
Kenneth J. Arrow, Premio Nobel de Economía en 1972.Imagen: picture-alliance/dpa


Kenneth Arrow es profesor emérito de Economía en la Universidad de Stanford, California, y fue galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1972. Es, hasta hoy, el economista más joven premiado con un Nobel. Arrow se desempeñó como consejero económico del presidente estadounidense John F. Kennedy.

DW-WORLD.DE: Lo que para la mayoría de los expertos parecía imposible hasta hace poco, ahora podría volverse realidad. EE. UU., la mayor potencia económica mundial, podría caer en incapacidad de pago dentro de pocos días. ¿Qué posibilidades hay de que esto suceda?

Kenneth Arrow: Yo aún creo que es improbable. Pienso que la presión ejercida por los mercados será suficiente para evitarlo. Pero por supuesto que no hay una garantía del 100 por ciento de que no suceda. Podría ser que no se llegue a un acuerdo. Yo diría que hay un 10 por ciento de probabilidades de que no se eleve el límite de endeudamiento para EE. UU.

Cada día que pasa sin que se logre un acuerdo hace que la crisis se agrave y que empeore la pugna entre demócratas y republicanos. ¿Es correcta la impresión que se tiene en Europa de que los actores políticos sólo están interesados en una victoria electoral y no en evitar que se produzca la catástrofe?

Eso depende de varios factores y uno de ellos, creo yo, es la ideología. Hay algunos republicanos que dijeron que jamás votarían por un aumento del límite de deuda, sin importar las concesiones que hicieran los demócratas. Los republicanos piensan que el rol del estado es demasiado grande y que se lo debe achicar, y esa es un arma muy conveniente. Es decir que no se trata sólo de una ventaja electoral a corto plazo.

Por el otro lado, el senador Mitch McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado estadounidense, dijo hace un par de meses que su misión es velar por que el presidente Obama no logre prolongar su mandato. Y es el mismo McConnell quien presentó una propuesta para superar la crisis. Es decir, que aquí sí se trata de sacar ventaja a nivel político.

¿No sería posible que ambas partes dejaran de lado la disputa política acerca del aumento de los impuestos y de los gastos y aumentar el límite de endeudamiento para prevenir la suspensión de pago, que es algo que nadie quiere, o es esta una idea algo ingenua?

Por supuesto que podrían. Todo esto es, según creo, una locura. Tenemos un presupuesto estatal que hay que aprobar. ¿Por qué no se termina allí la historia? ¿Por qué se debe votar por separado sobre una elevación del límite de deuda? Claro que hay que considerar las deudas dentro del presupuesto, pero eso no siempre se puede determinar exactamente, ya que no siempre se puede calcular con exactitud la recaudación fiscal. Por eso, me pregunto por qué no se vota simplemente por el presupuesto, y luego se toman créditos, siempre que sea necesario. Es así de fácil, y es por eso que no entiendo por qué se necesita otra votación.

En el pasado, siempre se elevó el límite de endeudamiento de manera automática, por lo cual no es algo controvertido como parece ahora. La idea de que ahora hay que votar si se aprueba o no el aumento del límite de deuda es, a mi entender, una idea loca. Se toma una decisión en cuanto al presupuesto, hay debate, y se terminó. Pero una vez que existe ese concepto, eso se usa como arma política y la gente no quiere desistir de ello.

Desde luego que hay diferencias de opinión en cuanto a la dimensión de la insolvencia. ¿Qué consecuencias concretas tendría el hecho de que no se elevara el límite de deuda?

Por supuesto que eso sería algo grave, pero más bien por lo que representa simbólicamente. El escenario de suspensión de pago es bien conocido, y las consecuencias inmediatas no serían tan dramáticas como las de una crisis repentina, como lo fue la crisis inmobiliaria. En el caso actual, el sistema financiero se ha preparado, entretanto, para un escenario así.

Por lo tanto, se constata que, en principio, no se cuestiona el poder económico de EE. UU., que tiene la ventaja de que puede tomar crédito y es considerado un deudor solvente. Además, es un puerto seguro para los inversores, y eso se ve, sobre todo, en los muy bajos intereses de la deuda etatal de EE. UU., a pesar de las dificultades actuales.

Claro que esa confianza se ha quebrado un poco. No demasiado, porque todo el mundo sabe que, básicamente, no hay un problema real, y que se trata de un asunto político, cosa que, sin embargo, significa que EE. UU. es un país menos estable políticamente de lo que se esperaba, y que eso tendrá consecuencias.

¿Cómo cree usted que terminará esta historia?

Seguramente habrá recortes en algún sector. Podría ser en el seguro social, ya que eso enviaría una señal política importante. Pero alguna vez cabrá preguntar por qué no se exige que los acreedores contribuyan, y más aún viendo cómo sufren los ancianos y los enfermos como consecuencia de la crisis. Cuando se avive ese debate, los intereses no demorarán en aumentar.

Entonces, la deuda estatal disminuirá, lo que tendrá consecuencias globales en cuanto al capital de los bancos, por lo cual es de esperar que debamos ajustarnos más el cinturón, y que eso tenga efectos inmediatos en la economía privada.

Como dije, en primera línea, van a aumentar los intereses, y eso se hará sentir en las inversiones, tanto en EE. UU. como en otras partes del mundo. Según mi opinión, el crecimiento económico de EE. UU. se debilitará, y junto con él, el crecimiento de muchos países europeos, a causa de la interacción del sistema financiero. El ganador neto será, probablemente, China, ya que obtendrá más dinero de sus bonos estadounidenses.

Entrevista: Michael Knigge (CP)
Editora: Emilia Rojas-Sasse