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Huellas profundas y heridas que sanan

26 de enero de 2005

Para muchos descendientes de alemanes en Latinoamérica, la guerra significó pérdidas humanas, y hasta hoy resulta en una permanente búsqueda de la propia identidad. Además, produjo grandes cambios en la sociedad.

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Grupo de niños prisioneros en Auschwitz.Imagen: dpa

"Dar testimonio a las futuras generaciones"

Nací el 28 de diciembre de 1948, pero el fin de la II Guerra Mundial fue un hito que marcó en el seno familiar los años vividos posteriormente. La historia comienza en el colegio alemán ‘Cangallo Schule’, en Buenos Aires, en la que mi padre cursaba sus estudios junto a su mejor amigo, llamado Juan, al cual quería entrañablemente. La familia de Juan decide volver a Alemania, él se alista para seguir la carrera de piloto de aviación, y lo sorprende inexorablemente la guerra. Mi padre no había perecido en la contienda. Mi madre nos explicaba a mi hermano y a mí que, finalizada la guerra, mis padres se quedaban hasta altas horas de la noche ensobrando alimentos en polvo para mandar a Alemania, los cuales le llegaban a la familia de Juan en perfecto estado. El matrimonio formado por el amigo de mi padre, junto a su única hija Rosemary y su madre, ya mayor, volvieron a la Argentina, y, al bajar del barco, esta última le regaló a mi madre una de las únicas pertenencias que había podido conservar: un jarrón de Cristal de Bohemia que cuidamos como oro, y que nos sirve para hacer docencia acerca de la II Guerra Mundial con los nuevos integrantes de la familia. A modo de ejemplo, mis nietos lo llaman “El jarrón de la II Guerra Mundial”. Lo que debo resaltar es, por un lado, el reencuentro de dos personas que se querían entrañablemente, y por el otro, el horror de la guerra, la cual pueden sopesarla sólo aquellos que la sufrieron en carne propia, o sufrieron sus consecuencias indirectamente. Por eso es importante dar testimonio a las futuras generaciones, para que estas las trasmitan como símbolo del recuerdo de lo que fue, y no debe volver a suceder jamás.

Ruben Erdfehler, Buenos Aires, Argentina.

"Hubiese preferido un mundo en paz"

Yo nací en 1952 ,en el seno de una familia que huyó a tiempo de la masacre. Mi padre llegó a la Argentina en 1936, y mi madre en 1937. Se casaron en Polonia y, al día siguiente, mi padre se embarcó hacia Latinoamérica. Yo viví en mi niñez los estragos y las amarguras que la guerra marcó en mis padres. Todos fueron asesinados por la maquinaria nazi, sólo el cuñado de mi padre sobrevivió, y vivió en el Canadá hasta no hace mucho tiempo atrás. En lo que a mí respecta, he ocupado buena parte de mi vida en buscar algún sobreviviente de ambas familias, tanto del lado de mi padre como del de mi madre, pero no he tenido éxito hasta ahora. Sin embargo, no he perdido la esperanza de que algún descendiente responda a mis correos electrónicos, enviados a distintas organizaciones, y mi deseo es visitar Polonia y allegarme al pueblo donde nacieron y vivieron mis mayores. El fin de la guerra significó mucho para mis padres, que perdieron a todos sus hermanos y a sus padres en los campos de concentración de Auschwitz y Treblinka. Para mí, el final de la 2da. Guerra Mundial significa el fin de 6 años de sufrimientos para muchos pueblos en Europa y en el Lejano Oriente. Hubiese preferido un mundo en paz, sin armas ni conflictos. Los enfrentamientos aún continúan, y nadie ha encontrado la solución. Basta ver el tráfico de armas y con los asesinatos sistemáticos entre los pueblos por diferencias religiosas y/o de razas. En mi opinión, el conflicto culminó oficialmente en 1945, pero alguien se ocupó de que se continuara eternamente. Es realmente vergonzoso que en el siglo XXI todavía el ser humano no consiga acordar el cese del fuego definitivo.

Jorge Wejgman

"Estupor ante actos irracionales"

Yo pertenezco a la generación que nació diez años después de acabada la guerra. El recuerdo de lo pasado era muy fresco, y las consecuencias políticas de lo ocurrido estaban en curso. Mi experiencia consistió en ver el conflicto desde la perspectiva de un país, Argentina, que se había mantenido al margen, aunque en forma agónica haya declarado la guerra al Eje cuando faltaban virtualmente horas para que finalizaran las acciones militares en Europa. ¿Qué ideas asocio con lo ocurrido? En primer lugar, el estupor ante los actos irracionales desarrollados por un régimen opresivo contra masas de civiles indefensos, hecho que siempre me resultó imposible de conciliar con la simpatía que siento por la cultura alemana. ¿Qué hizo que una de las naciones más educadas del mundo haya caído bajo el influjo de una ideología genocida? Creo que esa es la cuestión de mayor relevancia cuando se aborda el período de la guerra. Mi país pasó algunas décadas después por un genocidio a escala menor, pero no por eso menos perturbador. Las heridas de esos años están abiertas todavía, y constituyen un horror que se nos hace presente a cada momento, y que no podemos ignorar. La metodología de las desapariciones físicas de los militantes políticos en la Argentina de los años setenta evoca necesariamente a la tétrica "Noche y Niebla" que descendió sobre las víctimas del nazismo. El actual rebrote neonazi en ciertos países de Europa nos demuestra que no debemos desvincular el presente de las enseñanzas, si existen, de la Historia

Ernesto Luján Gonet, Argentina.

"La humanidad no aprende de su historia"

Para mí, como ciudadano uruguayo y español, esta fecha tiene varios significados. Primero, confirmar que la humanidad no aprende de su propia historia: 60 años después de la derrota del régimen que lo elevó a la categoría de dogma, el antisemitismo vive y medra en la Europa del siglo XXI, y también medran los movimientos neonazis en Alemania, y los partidos neocomunistas en buena parte del mundo, a pesar de las terribles consecuencias que ese continente sufrió, inflingidas por nazis y comunistas, antes y después del 8 de mayo de 1945. En segundo lugar, apreciar cómo la Europa derrotada y sangrante que siguió a ese apocalipsis sigue despreciando a los estadounidenses, que la salvaron en dos ocasiones de la barbarie, sacrificando a buena parte de una generación de sus hijos.

Gonzalo López, Uruguay.

"Cambios profundos en la sociedad"

Para mí, el fin de la segunda guerra significó un cambio profundo en la sociedad de mi país. Fue el advenimiento, a semejanza de lo que ocurrió en Europa, de un gobierno con más pretensiones que beneficios sociales. A partir de 1946, el peronismo implementó una política socioeconómica proclive a la defensa de los derechos de los trabajadores, asistencia a la salud pública, industrialización, pleno empleo y ascenso social. Tengo 46 años, y no vivía aún en esos años, pero mis padres vivieron esa época de bonanza en Argentina. Obtuvieron una casa propia financiada por planes del Estado, y pudieron enviarnos a estudiar. El advenimiento del 'Estado de bienestar', imitando las políticas europeas de post-guerra, produjo cambios sustanciales en la sociedad argentina.

Fabián Arturo Acosta, Argentina.