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Haydn y el esplendor humano

31 de mayo de 2009

Este domingo (31.05.2009) se cumplen dos siglos de que falleciera el compositor Joseph Haydn. El autor de la música del himno nacional alemán sigue brillando con obras que impresionaron a príncipes y emperadores.

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Retrato del compositor Joseph Haydn.Imagen: picture-alliance / imagestate

Al fallecer en Viena el 31 de mayo de 1809, a los 77 años de edad, Joseph Haydn era uno de los compositores más populares y ricos de Europa. Su música era interpretada en todo el continente y el público aclamaba con entusiasmo cada una de sus nuevas obras. La realeza convidaba a su mesa a Haydn, hijo de un artesano y de una cocinera.

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Sarcófago donde descansan los restos mortales de Haydn, en Eisenstadt.Imagen: DW/ Gehrke

Eran tiempos de inestabilidad política. La misa correspondiente al funeral de Joseph Haydn pudo realizarse dos semanas después de que éste fuera sepultado en el cementerio de Hundsthurm. La ceremonia, celebrada en la iglesia Schottenkirche, fue solemnemente acompañada por las notas del Requiem de Mozart.

El cráneo robado

Lo que sucedería después con los restos mortales de Haydn se inscribe en la historia de lo grotesco. Un conocido del compositor, Joseph Carl Rosenbaum, era adepto a la frenología, doctrina creada por el médico alemán Franz Joseph Gall y según la cual era posible reconocer los rasgos psicológicos de una persona a partir de la forma de su cráneo.

Rosenbaum profanó la tumba de Haydn y robó la cabeza. El acto ilícito no fue descubierto sino hasta 1820 y el cráneo del venerable compositor fue recuperado en 1895. Entonces fue conservado en calidad de reliquia por la Sociedad de Amigos de la Música en Viena.

En 1954, el cráneo y el resto de la osamenta de Haydn se unieron de nuevo por iniciativa de la familia noble Esterházy, que mandó construir un sarcófago ex profeso en la Bergkirche de Eisentsadt.

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El himno alemán tiene música de Haydn y letra de Heinrich Hoffmann von Fallersleben.Imagen: picture alliance / dpa

El himno alemán

Hoy, Haydn es uno de los indiscutibles clásicos. Su música ha quedado grabada en la memoria colectiva, por ejemplo, en el himno nacional de Alemania, obra del compositor. Pocos músicos han sido sometidos de manera póstuma a un caudal tan grande de opiniones y análisis que van de lo positivo a lo negativo, de la idealización al franco desprecio.

En todo caso, la música de Joseph Haydn es todo, menos anodina. El catálogo completo consta de por lo menos 104 sinfonías, cuatro grandes oratorios, una docena de óperas, centenares de canciones y un acervo enorme de música de cámara.

Haydn también sabía traducir como pocos el humor y la comicidad al lenguaje musical, con efectos sonoros inusitados, juegos de ritmos y silencios, y drásticos eventos dinámicos.

Entre súbditos y nobles

Haydn nació el 31 de marzo de 1732 en Rohrau, en la frontera entre Austria y Hungría, en una familia de doce hijos. No recibió una educación formal, y gracias a tales esfuerzos autodidactas y a su disciplina, logró un alto nivel cultural.

Sus contemporáneos se referían a él como un hombre amigable, informal, modesto y patriótico. También era un buen negociante, además de tener costumbres austeras. Pese a que en sus últimas décadas de vida fue cortejado por la realeza que lo adulaba, jamás se dejó impresionar.

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Haydn, captado durante un viaje a Inglaterra.Imagen: picture-alliance / akg-images

“No quiero intimar demasiado con esas personas”, escribió alguna vez. “Prefieron estar con gente de mi propia clase”.

Si Beethoven pasó a la historia como el “titán de la música”, y Mozart como “el niño prodigio”, a Haydn no es posible hallarle etiqueta alguna. Sobre todo en las últimas décadas, el surgimiento de una escuela interpretativa “históricamente informada” –con músicos como Nikolaus Harnoncourt, Franz Brüggen, Roger Norrington o Trevor Pinnock- ha permitido redescubirir a un Haydn nuevo e inusitado. Un compositor de profunda y brillante cualidad humana.


Autores: Dieter David Scholz y Augusto Valente / Enrique López

Editora: Emilia Rojas-Sasse