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El coletazo de la gripe porcina

11 de noviembre de 2009

Los efectos de la epidemia de gripe A sobre el aparato productivo alemán han sido calculados meticulosamente. Si se convierte en una pandemia, la caída del producto interno bruto puede ser de hasta 1,6 por ciento.

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Las clínicas alemanas toman precauciones ante un posible rebrote.Imagen: picture alliance/dpa

En su best-seller En el filo de la duda, una crónica detallada de los primeros años de la epidemia del SIDA en Estados Unidos, el periodista y escritor Randy Shilts describe exhaustivamente los factores que entorpecieron el trabajo de quienes procuraron advertir al Gobierno de Ronald Reagan y a la ciudadanía sobre la crisis sanitaria que se avecinaba a medida que avanzaba la década de los ochenta.

Tres de esos factores eran el temor de las autoridades médicas estatales al costo político que implicaría el hecho de activar la alarma y crear un pánico generalizado en vano, el desinterés de buena parte de la comunidad científica por el estudio de una dolencia que solamente parecía afectar a la minoría social de los homosexuales y la indiferencia inicial de una industria farmacéutica que, tras el fracaso comercial de su vacuna contra la hepatitis, no estaba dispuesta a buscar paliativo o cura alguna para una nueva enfermedad sin saber si había un mercado lucrativo que valiera la inversión.

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La OMS recomenda la vacuna como método de prevención.Imagen: AP

La dimensión económica de la gripe

Considerando que la salud pública es un bien extremadamente valioso, no extraña que el combate de las enfermedades tenga dimensiones políticas y económicas, además de las sociales. En lo que a la actual epidemia de gripe porcina se refiere, en Alemania ya se sabe que si ésta llega a convertirse en una pandemia –es decir, si el 15 por ciento de sus habitantes se ve infectado por el virus H1N1–, la economía no saldrá ilesa de la crisis. De ahí que se estén tomando las medidas pertinentes para atenuar sus efectos sobre el aparato productivo nacional.

Según el Instituto Robert Koch, cerca de 40.000 personas están infectadas actualmente con el virus; eso representa el 0,05 por ciento de los habitantes de Alemania. Se hablará de una pandemia moderada si el 15 por ciento de la población (12 millones de personas) muestra los síntomas de la gripe porcina; una pandemia es descrita como “mediana” si afecta al 30 por ciento de los ciudadanos y como “pesada” si afecta al 50 por ciento de ellos.

Escenarios espeluznantes

“En un escenario moderado el producto interno bruto puede caer en un 0,4 por ciento. Pero si las tasas de infección se corresponden con las de una pandemia pesada, la caída del producto interno bruto puede ser de hasta 1,6 por ciento”, sostiene Boris Augurzky, autor de un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas en Renania del Norte-Westfalia según el cual, en el peor de los casos, las pérdidas para la economía alemana podrían superar los 40 mil millones de euros.

Lo más difícil de predecir es el grado de probabilidad de que esta ola de gripe porcina golpee con toda su fuerza a la población y, en consecuencia, a la economía nacional.

“No tenemos valores empíricos que nos permitan calcular ese grado de probabilidad”, admite Wilfried Johannßen, miembro de la junta directiva de la compañía aseguradora Allianz.

“No puedo ofrecer cifras, pero el grado de peligro es elevado porque el virus ya está entre nosotros”, asegura por su parte Augurzky, agregando que, dada la inminencia del invierno, la campaña de vacunación contra la gripe porcina es una medida apropiada.

El lado luminoso de la crisis

La inyección contra la gripe porcina es proveída únicamente por grandes compañías como la británica Glaxo Smith Kline, la estadounidense Baxter y la suiza Novartis. “Ese es un oligopolio”, dice Thomas Schießle, analista financiero, conocedor de la industria farmacéutica y gerente de Equitis. “Son pocas las empresas que acaparan el control sobre esta área de negocios.

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Medidas higiénicas elementales pueden prevenir el contagio.Imagen: Photoshot

Eso se debe a que, entre otras cosas, el desarrollo de vacunas es una labor compleja desde el punto de vista técnico”, agrega. Sin embargo, la vacuna es producida en muchos lugares.

Por ejemplo, en la antigua fábrica de sueros sajona en Dresde –que ahora pertenece a Glaxo Smith Kline– 850 empleados trabajan seis días a la semana, alternándose en tres turnos para producir un preparado conocido como Pandemix. Glaxo produce 440 millones de ampolletas, de las cuales 50 millones han sido solicitadas por el Gobierno alemán; ese es el encargo más grande. Los gobiernos regionales han hecho pedidos particulares a compañías como Baxter y Novartis.

¿Teorías de conspiración?

La enorme demanda permite suponer que las ganancias del sector farmacéutico serán cuantiosas, aunque no falta quien contradiga esas especulaciones. “No creo que ninguna empresa vaya a vender las vacunas por debajo de los costos de producción, pero el desarrollo de las mismas no es un gran negocio si nos atenemos al volumen de ganancias que esa actividad genera. En promedio, nosotros contamos quizás con una ganancia de 2 por ciento adicional por acción”, afirma Peter Lugauer, del Commerzbank, quien ve más posibilidades de lucro en la prevención de infecciones que en el desarrollo de paliativos.

Apartando toda teoría de conspiración, está claro que el miedo generalizado a una u otra pandemia puede ser explotado económicamente por las empresas farmacéuticas de manera duradera.

“Claro, cada vez que se previene una pandemia, como se hizo hace algunos años con la de la gripe aviar, la disposición de la población a vacunarse aumenta notablemente. Pero ese es un asunto de ‘toma y dame’. La industria sigue investigando para desarrollar vacunas profilácticas y la meta es animar a la población a que tome prevenciones frente a peligros aún más grandes; de esa manera, los consorcios ganarán su dinero en proporción con lo que ofrecen”, explica Lugauer.

Autor: Philipp Banse / Evan Romero-Castillo

Editor: Enrique López