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Generación bancarrota: sin trabajo ni esperanza

Pablo Kummetz2 de julio de 2011

En Grecia, muchos jóvenes no tienen trabajo ni perspectivas. La política de austeridad no hace sino empeorar la situación: el fin de los sueños de toda una generación.

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Jóvenes griegos: ¿qué hacer?Imagen: dapd

Un oficio técnico tiene futuro, pensó Mammas Pashalis. Por eso cursó informática, pero hoy en día, este joven griego de 22 años se sumerge en las aguas en busca de esponjas para ganarse la vida. Su formación no le sirvió para encontrar empleo. Y con lo que ahora se gana el pan no es precisamente un trabajo con futuro.

La situación de Mammas la comparten muchos jóvenes en Grecia: no tienen trabajo ni perspectivas. Y es que la crisis en torno a la deuda pública no hace sino empeorar la situación.

Hace tiempo que Mammas ha dejado de lado su sueño de trabajar como técnico informático. ¿Y estudiar otra cosa? No, contesta. "¿Para qué? No sirve de nada." Sus amigos estudiaron informática en Atenas y también están desempleados. Pero no es el único sector: más de dos quintos de la población activa menor de 34 años no tiene empleo. Por eso, Mammas prefiere hacer algo que al menos le reporte un poco de dinero en mano. Por eso, ayuda a su padre Stephanos a buscar esponjas marinas.

Con todo, eso tampoco le da para mucho. Cuando escucha que los griegos viven por encima de sus posibilidades le entra la risa. En el mejor de los casos, gana 700 euros al mes (unos 1.000 dólares), y eso en verano (boreal), cuando se venden las esponjas en la isla de Rodas.


El temor a la emigración

En invierno comienza el verdadero trabajo duro, y el joven tiene que bucear ante las costas de Kalimnos en busca de esponjas. Es un trabajo agotador y peligroso, para el que debe sumergirse a 80 metros de profundidad. Se levanta a las cinco de la mañana y luego elabora sus piezas hasta última hora de la tarde. Es un oficio en vías de extinción. Antaño, por las aguas de Kalimnos había más de un centenar de barcos con buceadores, cuenta Pashalis. Hoy sólo quedan poco más de una docena.

¿Y por qué no buscar suerte en otro lugar? Trabajo para técnicos informáticos hay en muchos países, y las computadoras son iguales en todo el mundo. Pero Mammas explica que no es tan fácil. Aquí tiene una mujer y un hijo de año y medio de los que cuidar. Y sin él, la familia no llegaría a fin de mes.

Ahora, Mammas y Stephanos Pashalis se encuentran en Falikari, una turística zona en la costa este de Rodas. No hay mucho trajín en su puesto de venta, pues las baratas esponjas industriales están arruinando el negocio. "Ya nadie quiere pagar diez euros (14,5 dólares) por una esponja", explica Stephanos.

Por si fuera poco, padre e hijo tendrán que abonar al Estado una parte aún mayor del dinero que tan duramente se ganan. Y a Stephanos le pone furioso. "Nos están ahogando", dice el hombre de 50 años.

Cuando se le menciona al primer ministro Papandreu, sus oscuros ojos se transforman en pequeñas hendiduras.

"Ya no sé para qué trabajar. Si esto sigue así, es mejor cerrar el negocio", señala, alegando que cada vez le queda menos del dinero que gana. Pero no puede hacerlo, pues en el fondo, su hijo vuelve a depender de él.

¿Qué otra cosa hacer?

¿Qué otra cosa hacer?, se pregunta Mamas Pashalis. Y el desconcierto es similar en otros muchos griegos de su edad, como Nikos Zaftakakis. El joven de 22 años trabaja en la tienda de joyas de su padre, y le encantaría tomar su relevo en el futuro. "Pero me temo que tendré que pensar en otra cosa.", cuenta. ¿Qué? No lo sabe.

O Hadzer Souramaki, que trabaja en una tienda de licores en Rodas. A sus 18 años quiere ser profesora y para ello ha empezado este año a estudiar en la universidad. Pero las perspectivas laborales son malas, afirma. Y los profesores, igual que otros funcionarios griegos, están entre los sectores que más sufren los recortes. Un mal momento, dicen. ¿Y qué hacer? Ella se encoge de hombros.

En Faliraki, Mammas sigue en el paseo de la playa con sus esponjas y espera la llegada de clientes. Unos quieren regatear y pagarle sólo dos tercios del precio. Mammas accede. Ya sabe que no se va a hacer rico con su negocio. "Sólo quiero poder vivir de ello". Después, posa delante del cartel publicitario de su stand ante la cámara. Coloca el pulgar hacia arriba y muestra las esponjas que tanto le ha costado conseguir. Son su gran orgullo. En el cartel aparece con un traje de buceo. Mammas, el buscador de esponjas. Ese es ahora su futuro.

dpa