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Europa en busca divorcios iguales para todos

Luna Bolívar Manaut29 de enero de 2008

Cada vez son más los matrimonios de europeos con diferente nacionalidad, y cada vez son más los divorcios que implican a varios países comunitarios. Pero Ley no es igual en todas partes y con eso quiere acabar la UE.

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Divorcio a la europea, ¿quién paga los platos rotos?Imagen: dpa/KPA/Theissen

Cuando el 14 de junio de 1985 Alemania, Francia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo firmaron el Acuerdo Schengen, estaban dando un paso importante hacia la implantación de una de las libertades más preciadas por los europeos: la de movimiento.

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Uno de cada cinco divorcios europeos es transfronterizo.Imagen: picture-alliance/MAXPPP

Entonces eran sólo cinco países, hoy el llamado Espacio Schengen se extiende prácticamente de norte a sur y de este a oeste de la Unión Europea, pero aún así, iniciaba su andadura el principio del fin de las fronteras en Europa. E incluso a aquellos países como Reino Unido e Irlanda, por propia voluntad fuera del pacto, la pertenencia a la UE los acerca al resto de los Estados miembros como si entre unos y otros no hubiese más que el agua del Canal.

Tanta cercanía tiene sus consecuencias. Económicas, políticas… pero también sentimentales. El amor en un continente sin puestos fronterizos se mueve con mucha rapidez. Cada vez son más los matrimonios con ciudadanía europea doble. Y, como la vida es así, también un 20% del total de los divorcios en Europa afecta a parejas de nacionalidad comunitaria, pero diferente pasaporte.

Apostar por el mejor

Por lo general, lo que desean con más fuerza quienes han decidido divorciarse es que la tortura de los trámites acabe cuanto antes. En Suecia los cónyuges desavenidos están de enhorabuena: en sólo dos semanas, como mucho seis meses, anda cada cual libre por su lado. En la católica Irlanda la cosa se complica: la legislación exige aquí, por lo menos, de cuatro a cinco años de separación fáctica para bendecir el divorcio. En Malta no merece la pena ni intentarlo: la Ley no reconoce la posibilidad de que un matrimonio se disuelva.

Los requisitos para proceder a la ruptura matrimonial son en los países de la UE tan diversos, que las parejas suelen optar por el mejor postor. Allí donde el papeleo se liquida antes, se conceden más ventajas o resulta más económico van los que pueden elegir, bien por su nacionalidad, por la del aspirante a ex o por el lugar de residencia.

Con esta “compra de divorcios” quiere acabar la Comisión Europea estableciendo no una legislación común pero sí una serie de principios generales iguales para todos. Sin embargo, la tarea no le va a resultar sencilla al comisario Europeo de Justicia, Franco Frattini. Los Estados con leyes de divorcio liberales, como Suecia, se oponen a cambiarlas, y hay incluso quien teme que por aquí se cuele alguna obligación de aceptar donde no se consiente el matrimonio homosexual.

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Franco Frattini, Comisario Europeo de justicia.Imagen: AP

Un tema para el debate

“Los divorcios transfronterizos dentro de la UE suponen anualmente en torno a un 20% del total. Se trata de una cifra muy alta y ha llegado el momento de resolver estos casos. Queremos dar a ambos cónyuges los mismos derechos y proteger al más débil”, declaró Lovro Strum, ministro de Justicia de Eslovenia, el país que ostenta la presidencia este semestre en la UE.

Ciertamente, uno de cada cinco divorcios lo protagoniza en Europa un matrimonio europeo binacional, pero lo elevado del porcentaje no ha impedido a Suecia anunciar que no claudicará en este asunto: aplicar en su territorio una ley más restrictiva que la actual en aras de la igualdad europea supondría para sus ciudadanos renunciar a derechos adquiridos, lo que no consentirán. En este punto, los suecos no están solos.

Y como pese a todo la solución se hará necesaria, tras un encuentro informal para tratar una cuestión ya desde 2006 entre los temas para el debate, los desamores en Europa seguirán dando de qué hablar en las altas instancias comunitarias, aquellas que vigilan lo que se mueve en la Unión.