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El calvario de la familia Boulgarides

Irene Anastassopoulou / Evan Romero-Castillo4 de mayo de 2013

La percepción que se tiene de nosotros puede sellar nuestro destino. Algunos piensan que los neonazis del grupo terrorista NSU planearon el asesinato del empresario griego Theodoros Boulgarides porque lo creían turco.

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Imagen: DW/I. Anastassopoulou

Considerando la intensidad del proceso de mestizaje que tiene lugar en América Latina desde hace siglos, no es de extrañar que muchos latinoamericanos sean tenidos por escandinavos, árabes, asiáticos o africanos, por ejemplo. Sobre todo en Alemania, donde los rasgos físicos de las personas siguen siendo percibidos –erróneamente– como indicadores casi infalibles de sus orígenes geográficos. A veces, confusiones de esta índole dan pie a situaciones divertidas; pero hay ocasiones en las que el factor racismo propicia incidentes atroces.

Como muestra, un botón: el asesinato del pequeño empresario Theodoros Boulgarides, perpetrado el 15 de junio de 2005 por el trío de terroristas Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU son sus siglas en alemán), y el empeño de las autoridades en buscar a los autores del crimen en el entorno familiar y en la comunidad de este inmigrante, tras descartar tempranamente la posibilidad de un ataque xenofóbico. Boulgarides era griego, ciudadano de la Unión Europea (UE), pero algunos piensan que los neonazis lo mataron porque lo creían turco.

Y es que la serie de homicidios cometidos por el NSU entre los años 2000 y 2007 tenía un patrón bastante claro: ocho de las diez víctimas eran pequeños empresarios de nacionalidad o raíces turcas. Boulgarides y una agente policial de Turingia parecen constituir casos excepcionales, aunque eso está por comprobarse en el juicio contra Beate Zschäpe –la única integrante del grupo terrorista que sigue con vida– y sus colaboradores. El proceso comienza este 6 de mayo en la capital bávara.

Theodoros Boulgarides fue asesinado en el interior de su negocio, una cerrajería en Munich.
Theodoros Boulgarides fue asesinado en el interior de su negocio, una cerrajería en Munich.Imagen: DW/I. Anastassopoulou

Al día siguiente de que Theodoros Boulgarides se convirtiera en la séptima víctima mortal de los neonazis comenzó la odisea de su familia, que se había radicado en Alemania en 1973. Su viuda, sus dos hijas, su hermano Gavriil, la esposa de éste, parientes, amigos, conocidos y hasta personas totalmente desconocidas para los allegados de Boulgarides fueron interrogados durante meses porque los investigadores buscaban las causas del crimen en presuntos contactos de la víctima con organizaciones criminales.

Se sospechaba que Boulgarides podía tener vínculos con la mafia turca, narcotraficantes, proxenetas, delincuentes informáticos, apostadores ilegales y traficantes de armas. A sus hijas se les preguntó si Boulgarides había abusado sexualmente de ellas y se sopesó la posibilidad de que su viuda lo hubiera matado o encargado a un asesino a sueldo para hacerlo. Ninguna otra pista fue seguida y eso trajo consecuencias muy graves para la familia. “Los investigadores nunca relacionaron la muerte de Theodoros con los otros asesinatos del NSU”, cuenta su hermano Gavriil.

Llegó un momento en que Theodoros Boulgarides, dueño de una cerrajería en Munich, pasó de ser víctima a ser sospechoso de actos delictivos. Eso dañó gravemente la reputación de la familia, que se vio aislada de la comunidad griega de Munich; incluso dentro de la familia afloró la desconfianza. “Al señor Boulgarides se le atribuyó hasta lo inimaginable sin siquiera tomar en cuenta el motivo más verosímil: que su asesinato y el de los otros empresarios turcos eran crímenes de odio, crímenes racistas”, explica Angelica Lex, abogada de la viuda de Boulgarides.

Autores: Irene Anastassopoulou / Evan Romero-Castillo

Editor: José Ospina Valencia