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El anhelo de un anti-Bush

Daniel Scheschkewitz25 de julio de 2008

Retóricamente impresionante fue el discurso que pronunció en Berlín Barack Obama. Un discurso que se inscribe en la tradición de los grandes estadistas norteamericanos, en opinión de Daniel Scheschkewitz.

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Berlín recibió a Barack Obama como una superestrella. La prensa capitalina, ávida de eventos, y las decenas de miles de personas que acudieron a ver al posible próximo presidente de Estados Unidos, proyectaban también sus propios anhelos y esperanzas en el carismático candidato al cargo más poderoso del mundo. Anhelo de un anti-Bush, que haga todo de manera distinta y mejor que el presidente en funciones, caído en desgracia en Europa desde hace mucho tiempo. Y esperanza de ver un estilo diferente de político, que haga olvidar a los políticos nacionales, deslucidos y en buena medida carentes de influencia.

En la tradición de Kennedy

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Experten Daniel Scheschkewitz

Obama pronunció un discurso retóricamente impresionante, que se inscribe en la tradición de grandes presidentes como Ronald Reagan o John F. Kennedy. No obstante, no es mucho lo que este discurso, dirigido sobre todo al público estadounidense, permite inferir acerca de la política que llevaría a cabo como presidente.

Alabó a Berlín como un lugar de libertad y esperanza, palabras que en ese mismo sitio brotarían de los labios de cualquier presidente estadounidense. Recordó el puente aéreo de hace 60 años y, dado que la guerra ha quedado atrás, tendió él un puente hacia las nuevas trinchera religiosas y económicas del siglo XXI. Visionario fue también su rechazo a todo tipo de aislacionismo, ya sea que intente abrirse paso en Estados Unidos o en Europa, lo que fue percibido como un bálsamo.

Capítulo menos grato

La exhortación a una nueva responsabilidad transatlántica compartida, que haga más que hasta ahora en la lucha contra el terrorismo, era esperada. Y si eso ha de traducirse en más soldados y recursos económicos – en cuanto a lo que Obama dejó pocas dudas- es probable que esto resulte bastante menos grato para el público alemán.

Más moderados fueron, por consiguiente, los aplausos para esta parte del discurso, que también podría haber sido de Bush. Dudas quedanigualmente sobre cuán realista es su demanda de un mundo libre de armas nucleares, en vista de que hoy en día son cada vez más los regímenes que intentan dotarse de arsenales atómicos, sustrayéndose a los mecanismos internacionales de control, desde Pakistán hasta Irán. El alegato de Obama a favor de una nueva política medioambiental global, por lo demás, no sólo es compartido por sus admiradores alemanes, sino también por su contrincante republicano, John McCain.

Restablecer la fe en Estados Unidos

La parte del discurso en que Obama se vio más convincente fue aquella en la que quiso devolver a sus auditores alemanes la fe en un Estados Unidos libertario, que lucha por la justicia. El hecho de que en este contexto haya admitido también la falibilidad de su país lo diferencia de Bush y hace que su promesa de una nueva cooperación, plena de confianza, entre los aliados transatlánticos no suene a mera palabrería hueca. De seguro Obama ha ganado ya la competencia por el favor de los europeos. Pero son los estadounidenses los que elegirán al presidente de Estados Unidos en noviembre. Y hasta entonces las imágenes de Berlín probablemente se hayan olvidado allende el Atlántico.