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Operación “sin nombre”

Richard Walker (CP)25 de agosto de 2014

La estrategia de Estados Unidos en Irak es criticada por difusa y limitada, pero ahora podría extenderse indefinidamente, a pesar de que eso es justamente lo que Obama quería evitar.

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Imagen: picture-alliance/dpa

En su discurso a la nación, el 7 de agosto de 2014, Barack Obama anunció la aprobación de dos operaciones en Irak: “Por un lado, ataques aéreos selectivos para proteger a los ciudadanos estadounidenses. Por el otro, ayuda humanitaria para los miles de civiles iraquíes atrapados en las montañas, sin alimentos ni agua”. El objetivo de la operación, de nombre aún desconocido, es frenar el ataque del grupo terrorista “Estado Islámico” (EI) a la ciudad kurda de Erbil y el asesinato masivo de miembros de la minoría religiosa de los yazidíes.

No hay una nueva guerra en Irak

Sin embargo, Obama no hace mención de la destrucción del EI, sino que deja en claro que no enviará tropas estadounidenses: “No permitiré que EE. UU. se involucre nuevamente en una guerra en Irak”, aclaró el presidente. Otro mensaje claro de Obama es que “si Irak forma un nuevo gobierno, EE: UU. cooperará con él y con otros países de la región para ayudar en la crisis humanitaria y en la lucha contra el terrorismo”.

La situación en Bagdad es confusa: el primer ministro, Nuri Al Maliki, se aferra al poder a pesar de las elecciones –que concluyeron sin un resultado definido-, a pesar de que cada vez se alzan más voces exigiendo que abandone su cargo y que responsabilizan a su política por la situación en Irak. EE. UU. lo critica, en especial, por su trato a los sunitas y por el abandono del Ejército iraquí, que no parece lo suficientemente capacitado como para combatir al EI. Incluso antiguos aliados de Al Maliki exigen su retiro, por lo cual, en pocos días, el presidente de Irak nombra a un nuevo primer ministro: Haider Al Abadi, miembro del partido de Al Maliki, quien cuenta con el apoyo de EE. UU. y de Irán, y es considerado un hombre capaz de reconciliar al país, profundamente dividido. Tras rehusarse, Al Maliki finalmente deja su puesto de primer ministro el 14 de agosto y lo sucede Haidar Al Abadi, que asume la tarea de formar nuevo gobierno.

Pero aún sin un nuevo gobierno en Irak, EE. UU. amplía su misión en Irak más allá de las montañas de Siniar y de Erbil. El 18 de agosto, Obama es confrontado con la pregunta acerca de una ampliación de la operación, y señala que “Estamos en contra de enviar nuevamente tropas a Irak. Si contamos con socios confiables, es improbable que se amplíe la misión”.

La muerte de James Foley, ¿punto de inflexión?

Un día después, el EI publica un video con un “Mensaje a EE. UU.” en el que se muestra el brutal asesinato al reportero estadounidense James Foley. El EI exige a EE. UU. detener sus ataques aéreos, pero el video provoca la reacción contraria, ya que aumenta la presión a ampliar la operación. “Destruyan ya al EI”, exige, por ejemplo, John Allen, uno de los exgenerales más famosos de EE. UU. Según él, el grupo “es una amenaza clara y contundente para EE. UU.”. El Wall Street Journal se dirige directamente al presidente: “¿Qué piensa hacer?”, y al preguntársele al ministro de Defensa, Chuck Hagel, si el peligro del EI alcanzó el nivel de los atentados del 11 de septiembre de 2001, este responde que “está más allá de todo lo conocido hasta ahora. Tenemos que estar preparados.”

EE. UU. contempla también la posibilidad de ataques aéreos contra el EI en Siria. Para Ben Rhodes, asesor de Obama, el asesinato de Foley es “un ataque terrorista a nuestro país”. De seguro, su muerte fue un punto de inflexión para la misión de EE. UU. en Irak. Hasta John Kerry, el ministro de Exteriores, dijo que “el EI debe ser destruido”. ¿Sería posible destruirlo sin una operación terrestre de gran magnitud? Michael O'Hanlon, de la ONG Brookings Institution, cree que es posible enviar tropas de unos 5.000 soldados. Brian Fishman, de la New America Foundation, por el contrario, piensa en una misión aún mayor, ya que, en su opinión, para vencer al EI se necesitarían más recursos militares. Otro problema es, según el general estadounidense Martin Dempsey, el apoyo del pueblo. “Solo se podrá derrotar al EI si los 20 millones de sunitas entre Damasco y Bagdad también los rechazan”.