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De EE. UU. con amor: más gas para Europa

Jo Harper
24 de mayo de 2018

Aunque celebrado por Berlín, el plan de Estados Unidos de aumentar su exportación de gas hacia Europa parece poner a Alemania frente a un dilema: aceptar la oferta norteamericana o la hecha por Rusia. ¿Por qué no ambas?

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Nord Stream 2-Baustelle in Lubmin
Imagen: picture alliance/dpa/S. Sauer

Alemania tendrá que asegurar sus fuentes de abastecimiento energético a mediano plazo porque su última central atómica será desactivada definitivamente en 2023, la producción de sus plantas fotovoltaicas y eólicas sigue siendo muy inestable, y ya no puede contar ni con el gas proveído desde los Países Bajos ni con la industria nacional del carbón. Una de las opciones en la mira de Berlín es la extensión del gasoducto ruso Nord Stream, bautizado Nord Stream II. Alemania es el cliente más grande del consorcio energético estatal Gazprom y la prolongación del gasoducto en cuestión contribuiría a redoblar las exportaciones de gas de Rusia.

El problema es que ese proyecto se topa con la resistencia de Estados Unidos y de países europeos –como Polonia y Lituania– que preferirían reducir en lugar de aumentar su dependencia del gas ruso. En la propia Alemania se alzan voces contra Nord Stream II porque hay otra alternativa en el horizonte. El auge de la explotación de gas –sobre todo gas de esquisto– que se registra en Estados Unidos ha dado pie a un suministro barato que está alterando los hábitos de consumo energético y la geopolítica de la energía en todo el mundo. Es en este contexto que se ha anunciado el plan de construir un terminal de gas líquido natural en Alemania.

¡Bienvenido, Brunsbüttel!

Valorado en 420 millones de euros, el terminal de Brunsbüttel sería el primero de su tipo en el país europeo; si no hay obstáculos en el camino, comenzará a funcionar a finales de 2022 en el segmento más al norte del río Elba. Las empresas Gasunie LNG Holding, Oiltanking GmbH y Vopak LNG Holding se han unido para crear el consorcio German LNG Terminal, que erigirá y operará las instalaciones de Brunsbüttel. La Comisión Europea les dio luz verde en julio de 2017 y el Ministerio alemán de Economía y Energía agregó que apoyaría iniciativas privadas de cara a Brunsbüttel. Una última decisión relacionada con las inversiones se tomará a fines de 2019.

El terminal aludido estaría al alcance de los mercados escandinavos y, mediante el canal de Kiel, de los Estados bálticos. Se estima que Brunsbüttel estará en capacidad de importar 5.000 millones de metros cúbicos al año. Eso equivale al diez por ciento del suministro que Rusia le garantiza anualmente a Alemania. Pero, ¿hasta qué punto constituye esta constelación un dilema para Alemania? ¿No puede su Gobierno optar por ambas fuentes de abastecimiento de gas, la norteamericana y la euroasiática? Eso está por verse. Estados Unidos ve en su suministro de energía a Europa una estrategia para poner coto a la influencia rusa sobre el Viejo Continente.

Gas líquido - ¿La alternativa a los gasoductos?

¿Dónde está el dilema?

De hecho, Kurt Volker, representante especial de Estados Unidos para la cuestión ucraniana, anunció esta semana que el Ejecutivo de Donald Trump sopesaba emitir sanciones contra empresas europeas que cooperaran con Rusia; Washington hace referencia a las compañías ENGIE, OMV, Royal Dutch Shell, Uniper y Wintershall, que le otorgaron créditos a Gazprom cifrados en 950 millones de dólares para la construcción de Nord Stream II y le dieron facilidades de pago hasta 2035. No obstante, es un hecho que, en términos de costo, gas natural líquido estadounidense es menos atractivo que el gas suministrado por el gasoducto ruso.

Puede que Estados Unidos esté en camino de convertirse en un gigante de la exportación de gas y que esa racha le dure varias décadas, como observa Jack Belcher, vicepresidente ejecutivo de la compañía HBW Resources. Pero, por otra parte, es precisamente ese fenómeno el que ha forzado a la rusa Gazprom a reducir sus precios con miras a proteger sus cuotas de mercado de sus competidores habituales, Estados Unidos, Qatar y Australia. Las exportaciones de gas ruso hacia Europa subieron en un 8,1 por ciento en 2017 y rompieron el récord de los 193.900 millones de metros cúbicos, con Gazprom acaparando el 40 por ciento del suministro.

“Las dos fuentes de abastecimiento pueden complementarse mutuamente. Mientras mayor diversidad haya, mejor”, opina Kirsten Westphal, de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín, acotando que tener un terminal de gas natural líquido en Alemania sería conveniente, pero innecesaria. “Alemania ya está bien conectada con otros terminales de gas natural líquido y la flexibilidad es alta en el mercado integrado del noroccidente europeo”. A juicio de Westphal, la divergencia de opiniones en torno al gasoducto ruso Nord Stream II están creando tantas fisuras en Alemania y la Unión Europea como las políticas estadounidenses.

Jo Harper (ERC/EL)