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Cómo triunfar en el fracaso

Pablo Kummetz 6 de julio de 2007

Lo peor que nos puede pasar es malograr un fracaso. Así se afirma en dos libros que acaban de aparecer en Alemania: manuales para fracasar con elegancia.

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Aprovechar el fracaso: la mejor receta.Imagen: BilderBox

El revés, la decepción, la derrota: para mucha gente, esas situaciones son percibidas como un doloroso fracaso, una “pequeña muerte en vida”, que es mejor olvidar y de la que no se debe hablar. En otras palabras, el fracaso es, en este mundo que vive de la sonrisa de publicidad de pasta dentífrica y el glamour, todo un tabú.

Quien fracasa, intenta pasar desapercibido, lleva a escondidas sus últimos bienes a la casa de empeño o se pone sus ropas domingueras en medio de semana. Vivimos en una sociedad en la que el fracaso ya está casi programado de antemano y, no obstante, intentamos ignorarlo.

También toda una serie de manuales que nos quieren enseñar la senda del éxito están destinados generalmente al fracaso. Fracasos forman parte hoy de toda biografía normal. La senda siempre hacia arriba y ser eterno ganador pertenece al pasado. Hoy, el fracaso es una experiencia masiva, dice la publicista Ursula Ott en su libro “Fracasar mejor”.

El fracaso a lo grande

Además, agrega, el fracaso tiene hoy una pátina mucho más atractiva. Lo que antes se llamaba una existencia fracasada, hoy es una biografía “patchwork”. Quien antes se avergonzaba de un matrimonio naufragado, hoy se alegra de haber hallado un nuevo amor. Y quien va de vacaciones a la playa equivocada, conoce por lo menos mucha gente interesante.

El libro de Ott trata del fracaso en pequeño y a lo grande. ¿Por qué es tan difícil hallar el gran amor, fundar una familia normal y descubrir el puesto de trabajo para toda la vida?, se pregunta la autora. ¿Y por qué no se logra hacer un café “expresso” que sepa como tal, gozar del sexo como en las películas ni organizar el cumpleaños infantil perfecto?

Para que todas esas preguntas no nos suman en la más profunda depresión, la psicoterapeuta Irmtraud Tarr, por su parte, recomienda en su libro “El principio Donald Duck. El fracaso con chance” no echar mano a recetas patentadas, sino mirarle al fracaso a los ojos. Tarr aboga por el “fracaso inteligente” y agrega: “lo importante es entender qué es un fracaso y qué no, para sacarlo de la zona tabú”.

¿Quién domina a quién?

Y luego pregunta: “¿Dominamos nosotros al fracaso o éste nos domina a nosotros?”. Y como modelo nos propone al inefable Pato Donald. “El Pato Donald es el prototipo de quien permanentemente fracasa y otras tantas veces vuelve a levantarse y andar”.

Cada ser humano fracasa de otra manera y cada ser humano saca otras conclusiones del fracaso. Tarr recomienda tener el valor de hacer un “inventario del fracaso”. Pues “también se puede fracasar en la asunción del fracaso”. Sin embargo, agrega, quien en forma valiente y abierta analiza sus reveses, derrotas y crisis, solo o con amigos, abre nuevas sendas y despierta fuerzas dormidas. Llorar pertenece al pasado, hoy sólo ayuda una mirada franca detrás de la fachada.

Los consejos de Ott y Tarr son tan viejos como los tabúes mismos que ambas autoras quieren echar abajo. Desde filósofos de la Antigüedad hasta los pensadores contemporáneos, todos tienen todos en común la convicción de que el un fracaso no significa necesariamente el fin de todo, sino que también puede ser el comienzo de una vida lograda. En otras palabras, no fracasa quien fracasa, sino quien no sabe aprovechar el fracaso.